En la imagen, el vehículo que trasladó el cuerpo sin vida de José Manuel Triñanes (El Comercio)

De haberse tratado de un extranjero ilegal, la indignación de la progresía estaría retumbando en las instituciones en que se halla presente. De no haberse tratado de un español más, de otro paria en su propia tierra, partidos, oeneges y sindicatos estarían a estas horas sacándole los colores al Gobierno. De no haber sido uno de los miles de españoles que viven con lo puesto, y a veces ni eso, las calles y plazas españolas estarían a estas horas anegadas por un tsunami de protestas en nombre de la solidaridad bien entendida como el negocio que hace a unos más iguales del resto que a otros. De pertenecer a otro continente y a otra religión, una legión de falsos plañideros estarían ahora mismo lamentando su muerte y exigiendo dimisiones. De haber merecido el respeto que aquí se le niega a los nuestros, su lamentable muerte habría ocupado portadas, llenado espacios televisivos y rasgado las vestiduras de los tertulianos más procaces. Ni siquiera su militancia comunista ha merecido la atención de los suyos. Ni siquiera su extrema pobreza fue lo bastante elocuente para hacerle merecedor de las ayudas sociales que tan generosamente se concede a cualquiera que salte violentamente la valla de Melilla. Tampoco veremos a Irene Montero, ni a su churri, practicando el postureo y exhibiendo sin pudor su moral de hojalata. Por desgracia, sólo ha sido la muerte de un español indigente, uno más, y de ahí que se tengan ustedes que conformar con saber del caso por algún periódico de su ciudad o a través, cómo no, de Alerta Digital. Esto es España y así se lo seguimos contando.

Hacía ya varios años que residía en una plaza de garaje cerrada en el número 11 de la calle Severo Ochoa de Avilés. Tenía una plaza en alquiler en la que guardaba su vehículo y el resto de sus pertenencias. Los vecinos se habían acostumbrado a él e incluso se saludaban cortésmente e intercambiaban algunas palabras. En esta precaria situación residía y así falleció. El cadáver del septuagenario José Manuel Triñanes fue hallado ayer por efectivos de la Policía Local de Avilés, que acudieron a la llamada de los vecinos, según cuenta El Comercio.

Los usuarios del resto de plazas de garaje apreciaban un fuerte olor procedente de esa plaza cerrada en la que sabían que vivía un hombre, y eso les hizo llamar a los servicios de emergencias. Los agentes descubrieron el cuerpo y dieron aviso a la Policía Nacional, que desplazó varios coches hasta Severo Ochoa. No pudieron más que confirmar lo evidente y avisar a los forenses para proceder al levantamiento del cadáver.

La muerte del hombre se produjo por causas naturales. Su estado de salud era malo desde hacía tiempo, y estaba aquejado de varias enfermedades. Los vecinos acostumbraban a verle entrar y salir del garaje, sobre todo de camino al supermercado que hay enfrente, donde se abastecía. «Le veías venir con el carrito y siempre saludaba y comentaba algo», recuerda Jesús González, uno de los vecinos del inmueble. En aquella plaza de garaje guardaba un Smart, tras el que apareció su cuerpo, así como multitud de enseres, entre ellos una palangana. Vivía «en muy malas condiciones», según relataron ayer algunos testigos presenciales.

El fallecido, de 71 años, era militante del Partido Comunista y del sindicato Comisiones Obreras y, aunque era oriundo de Gijón, llevaba décadas asentado en la ciudad. Estaba divorciado y carecía de residencia propia, por lo que había optado por vivir en este garaje en alquiler, donde fue encontrado ayer después de varios días muerto.

Al tratarse de una muerte natural no se realizarán investigaciones policiales. Tampoco estaba contemplada una autopsia, y su cuerpo fue trasladado ayer, pasadas las tres y media de la tarde, al tanatorio. i