El camión con el que se ejecutó la masacre de Niza

A. Robles.- Europa celebra, entre purpurinas y confetis, la despedida de un año que ha dejado en entredicho más que nunca a su élite dirigente. La despedida de un año salpicado de acciones criminales contra ciudadanos europeos no podía tener peor epílogo que la movilización de medio millón de militares y policías para supuestamente proteger a la población de los mismos matarifes que han sido inducidos a venir por esa misma élite y cuyo mantenimiento está siendo costeado con el dinero de todos. Es decir, primero nos crean el problema y luego nos hablan de medidas para atajar sus mortíferas consecuencias. Esquizofrenia política en su estado más puro. O más tragicómico, según se mire.

El ministro español del Interior nos detalla las medidas precautorias que han sido tomadas para impedir la comisión de atentados islamistas coincidiendo con las fiestas de Navidad. Debería haber comenzado por pedirnos perdón al haberse alterado de una forma tan drástica la tranquilidad y la seguridad que sentíamos hace sólo unos años al festejar cualquier acontecimiento sin la espada de Damocles del terrorismo islámico pendiendo sobre nuestras cabezas. Nos quiere hacer creer que utilizando elementos arquitectónicos como maceteros, bolardos o incluso camiones del Selur para bloquear el paso de autobuses y camiones pesados, se puede detener al terrorista dispuesto a inmolarse para infringirnos el mayor daño posible. Como cazar moscas a cañonazos…

También se nos oculta que los centenares de policías que han sido movilizados supondrán un bocado a las arcas del Estado de tres millones de euros. Más de cien en el conjunto de países de la Unión Europea. Me pregunto por qué no lo pagan ellos, instigadores al fin y al cabo del gravísimo problema que nos ha sido creado. Me pregunto por qué se trata de poner freno a la circulación de vehículos pesados y no sin embargo a la ideología que alimenta el odio y el instinto aniquilador de quienes los utilizan para atentar contra nosotros. Me pregunto qué más tiene que pasar para que la población europea salga de su letargo.

Slayer lo describe de forma insuperable en nuestro foro, espacio común de la gente más valiosa que le queda a este país, la que huyó del sueño letal hace mucho tiempo: tenemos al enemigo “dentro de nuestras instituciones y medios de comunicacion, sin el cual, nada de esto estaría sucediendo. Las élites políticas europeas han dejado de representar a sus pueblos, si es que alguna vez lo han hecho; han vendido sus propios países y a sus gentes al mejor postor. En este caso, ese postor no es otro que esa otra élite financiera apátrida y mundialista que pretende pasar el rodillo por naciones con siglos de historia, para convertir nuestras tierras sagradas en lugares yermos de cualquier atisbo de verdad y graneza. Un enorme criadero de esclavos mononeuronales, fáciles de pastorear y enfrentados entre sí. Si queremos acabar de una vez con todo esto, debemos centrar nuestros esfuerzos en derrocar a ese enemigo”. Añade a continuación que “una vez conseguido ese objetivo”, los que han llegado a nuestros países al amparo de los políticos, nuestras ineficientes normas y nuestros corrompidos medios de comunicación “no supondrán ya ninguna amenaza” y retornarán a sus países, “de los que nunca debieron salir”.

Otro de nuestros atinados opinantes, Alarico, apunta que “cuando se toman medidas improvisadas, con timidas declaraciones, acompañadas de continuos gestos de pusilanimidad, lo que se hace es enviar mensajes de cobardia, incluso de pánico diferido en el tiempo, ante la mera posibilidad de un atentado limitado o escasamente indiscriminado”.

“Cuando no se tienen convicciones acerca de los graves riesgos de terrorismo que sufre la ciudadanía y mucho menos de la defensa nacional, sólo habrá timorata respuesta si afecta a algún proceso electoral en ciernes o si pudiese afectar a la propia seguridad de los jerarcas de la castuza o de la patulea de familiares o amigos trincones asociados”, añade antes de preguntarse y responder a la cuestión: ¿cuál será la respuesta social ante un ataque simultáneo en diferentes puntos de una gran ciudad como Madrid, aprovechando cualquier ocasión propicia? La misma que el pueblo español tuvo el 11-M en Madrid. O sea, pánico, histeria, pavor, imbecilidad, idiocia contagiosa, y, por supuesto, velitas, pasitos y muchas tertulias repletas de acobardados impartiendo doctrina políticamente correcta”.

En España, a día de hoy, tenemos millones de musulmanes que han llegado, la mayoría de ellos, en los últimos 15 años. Casi todos ellos han entrado en nuestro país de manera ilegal. Los diferentes gobiernos, tanto de la izquierda como de la derecha, han permitido esta masiva inmigración porque les convenía por diversos motivos. La situación de crisis del país y la falta de perspectiva de mejora a corto plazo no fueron ningún impedimento para disuadir a estos nuevos inmigrantes de venir a España, ya que ellos no buscaban una trabajo que sabían que no existía, sino que vinieron a acogerse a los beneficios de estado de bienestar. Los españoles siguen, a pesar de todo, votando a los que han creado esta situación y hacen como si ésta no existiera.

Lamentablemente, dentro del actual marco institucional, no hay otra alternativa para los españoles que la que Soluciona Trump, junto a otras formaciones identitarias, representa. En un sistema amañado con políticos-títeres del globalismo, medios que no cuentan la verdad y un poder judicial manipulado, les pido la oportunidad de que al menos contemos con un movimiento que nos permita albergar la esperanza que hoy no tenemos. Nunca dije que la empresa fuera fácil. Pero alguien tiene que comenzar por detener una hemorragia que puede ser mortal si al menos los que tenemos conciencia de su existencia no damos un paso al frente.

Alguien tiene que asumir la improrrogable tarea de decir alto y claro, dentro de las instituciones partitocráticas, que la prohibición a la circulación de camiones por determinadas zonas españolas no nos salvará de nada si no se detiene, e incluso prohíbe, la ideología que los convierte en instrumentos de destrucción y muerte.

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