Pablo Iglesias y Pedro Sánchez.

Paloma Cervilla.- Si hay que buscar una explicación más o menos lógica, si es que es posible, a la masacre, matanza, autodestrucción o lo que sea del PSOE, a mí solo se me ocurre una, que Pedro Sánchez es un infiltrado de Podemos para destruir el PSOE y quedarse con sus votos.

Porque si no, ¿cómo se puede explicar este desafío sangriento y cruel que Sánchez ha lanzado a su partido? Nadie entiende cómo un dirigente derrotado en las urnas, cuestionado por la mayoría de su equipo y sin más futuro que el de liderar una organización política en descomposición y condenada al ostracismo político en los próximos años, puede arruinar su carrera política en aras a un objetivo que nunca alcanzará. Y lo que es peor, cogiendo a la militancia como rehén para defenderse de los críticos.

Porque Pedro Sánchez, cuando termine esta guerra y el PSOE quede completamente devastado: solo puede tener un destino, afiliarse a Podemos, que supongo que le pagará los servicios prestado por ponerle en bandeja la hegemonía de la izquierda, reduciendo a cenizas lo que fue un partido histórico, clave para la estabilidad de España.

Al PSOE le costará mucho recuperarse de este Atila de la política que va a destruir a su paso el pasado, el presente y el futuro inmediato de esta organización centenaria.

A mí no me extraña que los únicos que salieran ayer a defenderlo fueran los dirigentes de Podemos, Pablo Iglesias e Irene Montero, que ven con alborozo cómo Sánchez cumple a la percepción su hoja de ruta: destrozar al PSOE, reducirlo a cenizas y pescar votos en este mar revuelto, o mejor dicho destruido.