Cuando Ida acababa de cumplir doce años, hace cuatro años, fue brutalmente violada por un hombre somalí. Desde entonces, la familia ha tenido que soportar amenazas y acosos procedentes de amigos musulmanes del violador. Ante la indifensión que padecen por parte de las autoridades suecas, la familia se ha visto obligada a una dolorosa decisión: huir a Noruega.

“Las autoridades están haciendo todo lo posible para proteger a los somalíes”, señaló el padre de Ida al diario Free Times.

Tanto el Free Times como el periódico local Sundsvalls Tidning informaron que el violador somalí, que entonces tenía 16 años de edad, consiguió el pasado verano cumplir las 180 horas de servicio a la comunidad a las que fue condenado después de someter a Ida, de 12 años de edad, a una violación “sangrienta y prolongada” en el propio apartamento de la pequeña, ubicado en un barrio de mayoría poblacional musulmán de la localidad de Sundsvall, en el norte de Suecia.

Mientras la violaba, el somalí golpeó a la niña en la cara de forma continua, mientras se jactaba de su origen racial.

Por ser menor de edad, el somalí eludió el ingreso en prisión y fue condenado por un tribunal sueco a realizar trabajos comunitarios.  Desde entonces, la familia de la víctima no ha dejado de sufrir acoso por parte de amigos, el hermano y la propia madre del africano.

“Después de la violación, comenzaron a acechar a mis hijos, uno por uno. Hemos interpuesto más de 20 denuncias ante la policía, pero todas ellas fueron desestimadas por el fiscal”, indicó el padre de Ida. Lamentó que la inacción de las autoridades locales obligue a su familia a huir a Noruega.

Denuncia asimismo que el atacante sexual, pese a la orden de alejamiento dictada por el tribunal, sigue acosando a su hija pequeña. Y no sólo él. El incidente más grave se produjo el pasado Jueves Santo, en una parada de autobús de la localidad.

“Mi hija se encontraba esperando el autobús tras salir del colegio. La madre y los hermanos del violador la vieron y la golpearon en la cara y en la cabeza. Fruto de la agresión, mi pequeña sufrió la pérdida de varias piezas mentales. No hubo actuación judicial por falta de testigos”.

El caso atrajo la atención del periódico local Sundsvall Tidning, que publicó una imagen de las lesiones de la niña, acompañada de un parte médico del hospital, en el que se describían las lesiones sufridas por Ida. Pese a ello, el fiscal Jens Göransson ordenó que se reitaran los cargos contra los agresores. Al ser interpelado por un periodista para que explicara su insólita decisión, el fiscal, de forma brusca, dijo no recordar los hechos.

“Probablemente tuvo que ver con algunos errores técnicos relacionados con las pruebas aportadas. No recuerdo por qué se cerró el caso”, dijo Göransson.

Al insistir el periodista sobre el parte de lesiones aportado por el hospital, el representante del Ministerio Público declinó responder: “No, no puedo responder a eso. Tengo que volver a la sala de nuevo. Trate de ponerse en contacto conmigo la próxima semana”, manifestó.

Pasados unos días afirmó que “simplemente no habían suficientes evidencias para que el caso fuese a juicio”, dijo.

“A excepción de la demandante, varios testigos han sido escuchados y es imposible demostrar lo que ocurrió exactamente. Si bien es evidente que la niña había sufrido heridas, no ha sido posible determinar qué causa las provocó. Si usted denuncia a unas personas tiene que aportar pruebas contra ellas. Si dos personas, por ejemplo, participan en una pelea, no pueden ser condenadas por asalto”, añadió.

Dada la impunidad que les proporciona el sistema judicial sueco, los agresores volvieron a las andadas el pasado 25 de agosto. Eran las 11 del mediodía cuando Ida se hallaba esperando el autobús para regresar a casa.  Una camioneta de color azul de la marca Mercedes se detuvo frente a ella. Tres somalíes salieron de la camioneta y trataron de introducirla en el vehículo, de acuerdo con la versión del padre de la chica. Ida pudo escapar no sin antes recibir algunos golpes.

La familia de Ida carece de medios económicos para trasladarse a un lugar de la ciudad más seguro y así poder escapar del acoso continuo que sufren. Tanto el padre como la madre se hallan en el desempleo. Acusan a los servicios sociales de no prestarles ayuda. Aseguran en ese sentido que empleados sociales conocieron de inmediato los hechos relacionados con el ataque sexual sufrido por Ida pero decidieron no informar a la policía. Tan sólo han ofrecido a la joven la alternativa de un hogar de acogida para alejarla del “entorno de riesgo”. Un portavoz de los trabajadores sociales ha expresado su preocupación de que la difusión de estos hechos contribuya a demonizar la imagen de los residentes extranjeros.

A la vista de todos estos acontecimientos, la familia de Ida se ha visto obligada a buscar en Noruega la protección que las autoridades suecas no pueden darle.

“Si no podemos permanecer en Noruega, iremos a Francia. En cualquier caso, no vamos a permanecer en Suecia. En Suecia, las autoridades sólo se preocupan de los musulmanes”, subrayó el padre con visible indignación.

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