Así será el nuevo profesorado
Luis Segura.- No salgo de mi asombro, ni se me va el temblor del espanto. O de la risa. O del llanto. Porque este mundo está en manos de unos cuantos grillados a los que el ganado, ya con el cerebro cortocircuitado y la baba resbalando por sus labios, les sigue el paso, labrando su propia ruina. Ahora, la deshonesta TVE se atreve con un reality sobre educación («Poder canijo», tiene cojones el nombrecito), que buscará a los profesores más creativos del ámbito nacional, aquellos que sorprendan con sus metodologías y nos dejen atónitos con sus recursos didácticos. Y, claro, uno se pregunta cómo esa televisión —la televisión es el pudridero del alma—, es capaz de presumir de que un profesor enseñe geografía con realidad aumentada. ¡Menudos gilipollas! Yo, en cambio, como debo de estar como una cabra, y como además sólo se me ocurre defender ideas reaccionarias, nacionalsocialistas y filofachas, me pregunto cómo es posible enseñar geografía eficazmente sin sacar un mapa.
Por lo visto, lo que pretenden los politicastros del momento con programas como éste es certificar oficialmente la muerte de la educación tradicional. Pues al parecer lo que toca en estos tiempos que corren es ensalzar a los «docentes» más innovadores premiando sus paridas, su arte como prestidigitadores o su perfecta ejecución de las tecnologías de la información y de la comunicación. Y cuanto más grandes sean sus simplezas, mejor. Y ya se encargarán de corear estas novedades los bufones que ha contratado el programa —titiriteros familiares todos ellos a la plebe—, al tiempo que desprestigian a los rancios profesores que solo se dedican a enseñar lo que los niños no saben. Niños no, perdón, que ahora se dice discentes.
Yo, inevitablemente, tendré que reciclarme. Pese a mi juventud me ha dado por la vieja escuela, y eso es una falta grave en mi expediente. Qué se le va a hacer. Entraré en una lista negra y me llamarán troglodita y carca. Así que tendré que innovar y buscar nuevas fórmulas para transmitir los contenidos que habré de manejar en este nuevo curso que ya se aproxima. He pensado en abrir el curso haciendo el pino, y mantenerme en esa posición mientras hablo; quizá así cause una gran impresión y se fijen mejor en los oyentes los contenidos. Aunque no tengo claro si mi cometido ha cambiado y ya no debo instruir, sino entretener, si ya no debo hacer pensar, sino contentar, si ya no debo maravillar, sino distraer, si ya no debo hacer que otros sepan, sino evitar que sepan algo. No sé. Puede que haga ejercicios prácticos como vestir a los presentes con capelos y casullas, o que enseñe el esplendor de las catedrales haciendo puzles en 3D.
Sí. Creo que así me integraré, porque así será el nuevo profesorado. Guay, moderno, progre, pero también inútil, inepto y caricaturesco. Porque lo cierto es que el profesorado del mañana será una reunión de idiotas que estarán a la última en tecnología, que sabrán usar los más avanzados trastos, que sabrán aplicar las técnicas más atrevidas e «implementar» la ciencia más vanguardista, pero que no sabrán para qué.
Por eso no voy a integrarme. Por mi parte que les den a esos tunantes. Yo no quiero saber nada de modernidades. Me gustan los mapas para enseñar geografía y las imágenes para mostrar arte. Me gustan las clases magistrales y los exámenes de desarrollo. Y no concibo la educación si lo atractivo de la forma me hace perder de vista el fondo. Sé sin embargo que si finalmente cambio de opinión y abrazo las novedades en materia educativa que proponen los pedagogos y demás culiparlantes, me lo voy a pasar de puta madre. Dejaré de ser magister, cierto, pero entraré a formar parte del Cirque du Soleil.