Supongo que se habrán enterado de que el Papa Francisco ha estado los últimos días en Polonia con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, organizada por la Iglesia Católica y que se ha celebrado en la Ciudad de Cracovia, y ya de paso también se ha dejado caer por Auschwitz… pero “casualmente” se olvidó de ir a Katyn.

El campo de concentración de Auschwitz, Situado a unos 43 km al oeste de Cracovia, fue el mayor centro de exterminio de la historia del nazismo, al mismo se calcula que fueron enviadas cerca de un millón trescientas mil personas, de las cuales murieron un millón cien mil, la gran mayoría de ellas judías (el 90 %, aproximadamente un millón).

Yo también tuve el disgusto, padecí el horror de visitar el campo de exterminio nazi más famoso hace aproximadamente año y medio, un día absolutamente desapacible, de aire, frío y nieve; fue un día difícil de olvidar. Y por supuesto más inolvidable es lo que uno ve, siente, percibe cuando está inmerso en semejante infierno, pues el campo de exterminio sigue en pie, como museo del horror, para que nunca se olvide todo lo que allí sucedió, para que las futuras generaciones sepan de lo que son capaces los humanos cuando intentan poner en práctica determinado proyectos políticos, determinadas “ideologías”.

Tengo que reconocer que cuando se me propuso, fui en principio bastante reticente, pues me decía a mí mismo que ya sabía suficiente del genocidio cometido por los nazis, y que estaba de más realizar una visita a semejante museo del terror. Pero, después de haber estado allí me inclino a pensar que debería ser una visita obligada para todos los que aún piensan que es posible rediseñar la sociedad, imponerles su “ayuda”, por su bien, y crear o apoyar a regímenes y gobiernos totalitarios, liberticidas, prohibicionistas… De veras que no es para contarlo, sino para verlo, olerlo, percibirlo con todos los sentidos. No para disfrutarlo, por supuesto, sino para disuadir a cualquier mortal de tentaciones totalitarias, de ingeniería social, liberticidas…

Volviendo a la visita del sumo pontífice de la Iglesia Católica, me voy a permitir llamar la atención acerca de uno de sus imperdonables olvidos: el “nazismo auténtico” ya no existe, afortunadamente ya es Historia, pertenece al pasado, y si de algo hay que alertar a los cristianos, católicos y también a los no cristianos es de los peligros totalitarios, de carácter global, planetario, actualmente existentes, y a los que por desgracia Jorge María Bergoglio no hizo apenas referencia, o ninguna para ser más exactos.

Uno de esos totalitarismos, que aún sigue vivito y coleando –y no precisamente agonizante- y que goza de un prestigio y un predicamento desmerecidos se llama comunismo. Y para conservar esa situación de inmerecido reconocimiento e inmerecida también autoridad moral, se procura mantener a la gente en una situación de ignorancia respecto del pasado más o menos reciente, para así poder facilitar el engaño en el presente. En este aspecto, sea de forma consciente o inconsciente, el Papa Francisco también se ha unido de alguna manera al empeño, a la manía de seguir viendo el fascismo por doquier, activo y casi omnipresente, transcurridas décadas y más décadas desde su muerte. Es muy propio de la izquierda, con la cual parece haberse aliado el actual Papa, el empeño en inflar, sobredimensionar, el supuesto peligro del fascismo o el nazismo e identificarlos con todo lo que no comulgue con sus ideas, para así desviar la atención pública de los peligrosos y terribles alcances de cualquier forma de comunismo u otras clases de totalitarismo, pongo por caso el “islamismo”.

En esa misma dirección está el continuo machaque, el constante insistir hasta el hartazgo por parte de la izquierda española removiendo el pasado ya remoto, de hace más de 80 años, regodeándose en todo ello a pesar de todo el tiempo transcurrido, con la intención de arrogarse ellos superioridad moral y negársela a quienes con ellos discrepan, por “fascistas”… Llama poderosamente la atención que algunos insistan en combatir un fascismo y un nazismo inexistentes cuando el terrorismo de base musulmana se azota con saña a las democracias liberales de Europa Occidental y algunos lugares más. De veras se sale de ojo que algunos resuciten el fantasma del nazismo y del fascismo de vez en cuando en lugares donde la democracia, aunque sea manifiestamente mejorable, está bastante consolidada, goza de buena salud y no hay ningún signo que anuncie la resurrección del nazismo o el fascismo.

Bien, hechas estas puntualizaciones, retomemos mi visita a Polonia hace año y medio:

En mi excursión a Polonia también tuve la oportunidad de conocer más de cerca un asunto del que apenas había oído o leído, y al que no había mostrado demasiada atención:

La masacre de Katyn de la que al parecer el Papa Francisco no tiene noticias o su grupo de “notables” ha considerado políticamente incorrecto hablar. De la terrible matanza de Katyn se acaba de cumplir el aniversario septuagésimo sexto… sí, 76 años.

La masacre del bosque de Katyn, es el nombre por el que se denomina a una serie de asesinatos en masa de oficiales del ejército, policías, intelectuales y otros civiles polacos llevada a cabo por el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos (NKVD) —la policía secreta soviética dirigida por Lavrenti Beria— entre abril y mayo de 1940, tras la invasión de Polonia por parte de los soviéticos poco después del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Durante la invasión soviética a Polonia en 1939, unos 14.500 oficiales polacos fueron capturados e internados en tres campos de concentración en la Unión Soviética. Posteriormente, entre los meses de Abril y Mayo de 1940, durante cinco semanas, la NKVD (germen de la terrible KGB) estuvo transportando prisioneros polacos desde campos de concentración en Starobielsk, Kozelsk y Ostashkow hacia un lugar en la carretera Smolensk-Vitebsk. La orden directa de Stalin era eliminar a los prisioneros.

La URSS asesinó, exterminó, en 1940 a la élite polaca, en su mayoría oficiales del Ejército: más de 25.000 muertos con tiros en las nucas, por orden del camarada Stalin.

La Unión Soviética detuvo a alrededor de 230.000 polacos. De ellos, aproximadamente 25.000 fueron encerrados en campos de concentración y, posteriormente, liquidados en bosques cercanos uno por uno, y enterrados en fosas comunes.

Los primeros cadáveres fueron descubiertos accidentalmente en los bosques de Katyn, cerca de Smolensk… No cabe otra calificación que la de genocidio para tamaña masacre, de la élite, la gente más formada de la sociedad polaca de aquellos momentos, los más preparados, murieron, y este episodio ha marcado para siempre las relaciones de Polonia con Rusia”.

Si trajéramos a cualquier polaco actual a España no saldría de su asombro al descubrir que en España hay un grupo con representación en el Parlamento, con el apoyo de alrededor de cinco millones de ciudadanos, que se inspira en la ideología de quienes provocaron la muerte de tantos miles de polacos, de la “creme de la creme” de la sociedad polaca de hace más de medio siglo… Se quedaría absolutamente estupefacto.

Permítaseme discrepar con el Papa, que hemos de suponer que en este asunto no es “infalible” (pues si así fuera sería realmente para preocuparse) cuando de manera más o menos sutil diferencia entre “totalitarismos buenos” y “totalitarismos malos”, y considera que hay regímenes –y religiones a las que llama “de paz” pese a ser liberticidas- que son aceptables, deseables, apetecibles; y que aunque a muchos les haya pasado desapercibido, en el fondo ha afirmado, o como poco ha insinuado sin rubor que hay víctimas y “víctimas” dependiendo de quién sea la víctima y el victimario.

No es de extrañar que quienes hablan y aplauden lo que llaman “violencia revolucionaria”, y por tanto aceptable y soportable; me refiero a quienes hacen elogios de otro argentino (de la misma nacionalidad que Jorge María Bergoglio, casualmente) aquel, el de la boina (y no me refiero a Carlos Gardel) que acompañó a los hermanos Castro en Cuba y que justifican sus métodos y sus objetivos, pues aspiraba a “la bondad extrema”, aplaudan también al Papa Francisco y digan que es de los suyos.

No es de extrañar que digan que es “de los suyos” cuando el Papa Francisco viaja a Polonia, y condena a los nazis y por el contrario se “olvida” de quienes trataron de poner en práctica sus ideas de ingeniería social durante décadas, dando como resultado la muerte de cientos de miles de personas (más de 100 millones según algunos historiadores) y terribles tragedias irremediables para muchísimas más; incluyendo la masacre de Katyn.

Y ya para terminar: algunos habrá, todavía, que digan que aquellas gentes no estuvieron acertados a la hora de intentar poner en práctica las maravillosas ideas de un tal Carlos Marx… y que es que no eran “verdaderos socialistas, comunistas, gente de izquierda”, los mismos que hablan de islamofobia respecto de quienes osan decir que el islamismo puede acabar convirtiéndose en el fascismo del siglo XXI.