Los líderes mundialistas europeos, dispuestos a sacrificar a sus compatriotas en el altar de la multiculturalidad
IM.- La pasada semana en Niza y anteayer en Alemania. El islamismo asentado en Europa escribe ya casi a diario su crónica de terror y muerte. Cuentan con la comprensión sin fisuras de la izquierda europea, en sus más variopintas expresiones, y también con la complicidad de los dirigentes del viejo continente. Las élites occidentales, con una obcecación suicida, se niegan a llamar al enemigo por su nombre. Ante los atentados en Bruselas o París, prefieren pensar en una lucha filosófica entre la democracia y el terrorismo, entre una sociedad abierta y el fanatismo, entre la civilización y la barbarie. Muamar Gadafi ya se percató de ello y se hizo portavoz de la estrategia expansiva del islamismo a la conquista de Europa. Aprovechóuna visita a Roma para ratificar la estrategia musulmana de recuperar no sólo Al Andalus, sino de dominar la entera Europa.
Dos frases inequívocas y desafiantes de Gadafi, evacuadas con cínico desparpajo y prepotencia en una Italia de la que era huésped y de mayoría católica, no dejaban lugar a dudas: “El Islám debería convertirse en la religión de toda Europa”; y “El primer paso para la islamización de Europa será la entrada de Turquía en la Unión Europea”.
Muerto Gadafi, los tiranos de Arabia Saudí no dudan en eliminar a sus enemigos ni en ayudar a los terroristas de cualquier vitola ideológica. Occidente le deja hacer. ¿Qué ocurre para que, frente a tantas evidencias que prueban la conexión de Arabia con la terrorismo islámico, siga siendo un país aceptado en el espacio democrático occidental? Sólo cabe una explicación plausible. No otra que sus yacimientos petrolíferos abiertos a compañías multinacionales, tan vinculados al NOM. El fundamentalismo coránico vigente en el país no difiere en su práctica del más rudo que pueda encontrarse en el ámbito musulmán. El petróleo, del que tantos financieros y políticos chupan, le otorga vitola de moderado y patente para financiar la construcción de mezquitas en Occidente, al tiempo que persigue y prohíbe cualquier manifestación o iglesia cristiana en su reino.
Quienes hayan leído el Corán con atención conocen que tiene mucho más de político que de religioso. Una suerte de enredosa norma constitucional que se vale de Alá para construir un modelo de despotismo teocrático encaminado a unir a las familias dispersas y montar un imperio musulmán con esos mimbres. La lectura de Corán también descubre la actual falacia de distinguir entre islamismo fundamentalista e islamismo moderado. El primero configura la fuerza de choque contra el Occidente a conquistar. El segundo es su engañosa cobertura para dividir a los países occidentales en la apreciación del gravísimo peligro que se cierne sobre ellos.
Entre tanto, la élite mundialista, dispuesta como parece a no reconocer el gravísimo problema y a sacrificar la vida de tantos compatriotas como sea necesario, sigue instalada en la corrección política y en el sofisma más infame. Tras el atentado en una discoteca gay de Orlando, en el que perecieron más de 80 homosexuales, el líder comunista Alberto Garzón responsabilizó de la masacre al “heteropatriarcado” pese a que la misma fue reivindicada por el Estado Islámico. Otros directamente aparentan ser más imbéciles y presentan como receta la “democratización” de las sociedades árabes. ¿Pero cómo democratizar a quienes viven anclados en la fidelidad a una rígida tradición coránica? Literalmente les traen sin cuidado las reacciones sociales que crecen por doquier contra la invasión islámica de nuestro suelo y sus descaradas manifestaciones de prepotencia.
Hay algo mucho más perverso al multiculturalismo impuesto en Occidente que la equiparación entre dos culturas difícilmente conciliables. Aludimos al hecho de que se sustenta sobre el relativismo materialista e iluminista, en vez de una reafirmación de la propia cultura occidental en sus fundamentos históricos. Un relativismo que desarma los resortes defensivos de la sociedad frente a un enemigo implacable.
El presidente de los Estados Unidos de Norteamérica es el portaestandarte de esta suicida cesión. “No estamos ni estaremos en guerra con el Islam”, proclamó en el aniversario de los atentados contra las Torres Gemelas en los que perdieron la vida unas tres mil personas. Por si fuera poco, respaldó la construcción de un gran centro islámico, mezquita incluida, en la inmediata vecindad de las destruidas Torres Gemelas. Una ofensa a las víctimas y a la entera sociedad occidental que el recrecido imán Rauf mantiene y promueve a despecho de la reacción contraria de una buena parte de los norteamericanos. ¿Lo podría hacer con tanta impunidad y prepotencia sin el respaldo de Obama?
También el desplome de las Torres Gemelas se llevó por delante una iglesia ortodoxa. Pero, a diferencia de la mezquita, el gobierno norteamericano hizo oídos sordos a las demandas de reconstrucción. Dos varas de medir que confirman la falacia de la Alianza de Civilizaciones, cuyos dos esquizofrénicos puntales, bajo la dirección del NOM, radican en las continuas cesiones al islamismo y una campaña artera y sostenida contra la Iglesia católica en particular. Y genéricamente, contra la cristiandad.
“Nadie sabe cuál es la religión de Obama. Parece cada vez más confundido”, sostuvo en el curso de una entrevista Jackie Mason, líder de la oposición a la megamezquita. Aunque a Mason lo califiquen de extremista los conciliadores del relativismo, su acusación no es desdeñable. Muy al contrario. Cada vez son más los persuadidos de que Obama es musulmán y de que sólo apareció inserto en la iglesia evangélica a efectos electorales. Tampoco por casualidad. No puede obviarse que la iglesia evangelista es el instrumento del NOM en la batalla para la erradicación del catolicismo, con especial hincapié y riqueza de medios en Iberoamérica. Acción favorecida, además, por los regímenes neomarxistas que pastoreo hasta su muerte el venezolano Hugo Chávez.
Quienes exploran el pasado de Obama al margen de su biografía oficial tropiezan con crecientes zonas oscuras de difícil esclarecimiento. Uno de ellos, acaso el más empeñado en la investigación, afirma que ni tan siquiera ha logrado encontrar la partida de nacimiento de Obama, pese a haber indagado en múltiples registros civiles y religiosos. Su pasado, el verdadero, sigue siendo un enigma. Un dramático y hasta trágico enigma para Occidente. Y más aún para Europa.
España, plataforma preferente para la islamización de Europa
España, al amparo de la exaltada y zafia versión de la Alianza de Civilizaciones de José Luis Rodríguez Zapatero no sólo se hizo de nuestro territorio la plataforma indispensable para la penetración musulmana en Europa. Ofreció toda suerte de facilidades para la proliferación de mezquitas. Cedió una instalación militar, el emblemático castillo de Figueras, para que los seguidores del Corán cerrasen el mes del Ramadán. Ignoró que el marroquí Abdelwahab Houzi, el más radical de los imanes salafistas, reunía en Lérida de manera impune a unos 3.500 seguidores, pese al informe elaborado por la Policía Nacional sobre los diez más peligrosos de todo ellos bajo la dirección de Hauzi. También pasó por alto las páginas web del yidahismo que amenazaban a España con atentados si el gobierno no se doblega aún más a sus exigencias.
Sería incorrecto atribuir al obanismo de Rodríguez su descabellada inmersión islamizadora. Viene de más lejos. De su plena subordinación al NOM que lo alzó al poder “por accidente”.
Estuvo lo bastante claro cuando Rodríguez cometió la ostentosa incorrección de permanecer sentado al paso de la bandera norteamericana en un desfile militar. También con la inmediata y vergonzosa retirada de nuestras tropas destacadas en Iraq nada más instalarse en el palacio de La Moncloa. Una contradicción con la presencia y permanencia en Afganistán sin dimitir de la coartada de “misión de paz” cuando se trató de una guerra que tantos muertos nos ha costado. Una guerra atípica, pero una guerra.
Y no sólo los políticos están incurriendo en la criminal responsabilidad de la que algún día tendrían que rendir cuentas. Periodistas e intelectuales de izquierda son también cómplices de esta espiral de terror islámico. Ninguno se atrevería a sostener en público que estamos en guerra con el Islam. O si se quiere, para mayor precisión, que el Islam nos hace la guerra desde múltiples frentes. Y no caben argucias dialécticas para encubrir esa ominosa realidad.
Las guerras hay que afrontarlas con todas sus consecuencias y con la resuelta voluntad de ganarlas sin reparar en medios. Entre ellos, por ejemplo, romper amarras con todo el islamismo, saltar por encima de esa línea indecisa y artera de la distinción entre musulmanes fundamentalistas y moderados, exigir a éstos una equivalente contraprestación respecto de las continuas cesiones occidentales y, en fin, impedir a toda costa que el islamismo nade en Occidente como el pez en el agua que, en seguimiento de la estrategia revolucionaria de Lenin, hizo suya el maoísmo. O se le quita al islamismo el agua del quintocolumnismo invadiente o la guerra estará perdida. Es el reto inocultable a que se enfrenta Occidente. Y Europa sobre todo. No afrontarlo en sus justos y radicales términos conducirá a la derrota a no largo plazo.
El colaboracionismo se entiende como una forma de traición y se refiere a la cooperación del gobierno y de los ciudadanos de un país con las fuerzas de ocupación enemiga.
En este momento los franceses, que están siendo víctimas de auténticas masacres por parte de musulmanes, tienen que estar flipando con el comportamiento de sus políticos.
Bombas, ametrallamientos, atropellos, hachazos, cuchilladas, torturas y amputaciones…. y sus políticos no se atreven ni a llamar al enemigo po su nombre.
Para flipar…..
Hace tiempo que nos sacrificaron quitando a los europeos la seguridad de la que se gozaba en Europa, cuando abrieron la puertas a más millones de lo que se debía.
Peeeeroooo…sin embargo, los lideres de los paises de origen y la gente de a pie que aun quedan alli, (viviremos en directo el cierre de un pais por traslado de su población a otro…), no permiten esa multiculturalidad, ni otras libertades basicas…
Mira la Merkel que contenta con su gente, alemanes de pura cepa, que envidia tanta felicidad. Que foto mas bonita, viva la gelipolles.
Asco,asco,asco ya hasta en foto dan asco.
qué es lo que le da asco pedazo de …??? acaso ves algo asqueros …pues te aconsejo que una vez que te pase la borrachera te quites tus consonsellos de tu cara ..
Ahí vaaaaaaaa, ZP homenajeado por el rey de Arabia Saudí. Pero si decían los guarros de izquierdas y algún que otro bobo de derechas que el wahabita sólo era amigo del borbón.
Más y más estudiosos analizan el tema en todos sus posibles sentidos. Yo opino que el problema es aún mayor ya que hay que derrotarlos tanto dentro como fuera. Sus guerras que tienen entre ellos y contra todos harían imposible un mundo en paz. La guerra va a ser global, porque no podremos librarnos del enemigo interno sin a la vez derrotarlo fuera. Por desgracia van a tener que sonar miles de millones de tiros y cientos de miles de bombas para el nuevo exorcismo de occidente. Toda Europa tendrá que volver a las picas y menos mal que el… Leer más »
GENTUZA, luego vienen las guerras.
Un día llegara que morira el familiar equivocado del hombre equivocado y ese hombre se tomará la justicia por su mano, estos politicastros estan jugando con fuego y alguno va a acabar ardiendo.
Celebro mucho tu comentario porque es algo que yo siempre estoy pensando, el pueblo y sobretodo las victimas deben aprender que los estados no les amparan ni les protegen, y por lo tanto, cuando la seguridad y la justicia de un gobierno no garantiza resultados justos a su pueblo, el pueblo debe rebelarse, es algo que forma parte del instinto de supervivencia del ser humano. Si los gobiernos no protegen a sus ciudadanos, éstos deben protegerse tanto del propio estado que no es más que un simple cómplice.