El nuevo esclavismo: La economía colaborativa
Como definición previa, la economia colaborativa o “sharing economy” (compartiendo la economía literalmente) es aquélla que se desarrolla en un contexto donde todas las iniciativas están basadas en las tecnologías de la información y comunicación, que permiten la creación de redes sociales y portales, donde se pueden realizar interacciones entre individuos de forma masiva.
Ejemplos de la misma, los hay, actualmente, en múltiples sectores.
Uber (transporte de viajeros colaborativo) y Airbnb (turismo colaborativo) son exponentes de éxito a costa de permitir que se carguen parte de nuestro sector del transporte de viajeros o parte de nuestro sector turístico en materia de alojamientos.
Parece que con este tipo de sistemas se enriquecen todos, y no es así, pues es un perverso juego de suma cero donde las ganancias de uno lo son a costa de las pérdidas de los demás.
Aparentemente:
1º) Gana la empresa que explota la plataforma vinculando sus ganancias al importante volumen de transacciones recurrentes a partir de pequeños importes, cuantitativamente hablando, gravando la transacción con una comisión (Airbnb se lleva hasta un 15% entre arrendador y arrendatario), lo que es lícito si no fuera por la devastación económica que implica para el sector económico afectado.
2º) Gana el oferente, que pone a disposición el bien o presta servicio, con carácter más o menos ocasional, pero sin poder vivir de éso (ése es uno de los objetivos de la plataforma de turno), salvo profesionalización del usuario (que la hay en un porcentaje cada vez más apreciable) obteniendo a cambio unos ingresos más o menos regulares y que salvo profesionalización, es una suerte de “lo comido por lo servido” en tanto no da para vivir.
3º) Gana el consumidor del bien o el usuario del servicio, al conseguirlo por un precio inferior al medio del mercado en el sector en que se mueva esa plataforma, al menos aparentemente, aunque en la realidad, y por la oferta de precios que hay en el sector económico correspondiente, cada vez sea más incierto.
Sin embargo, la realidad es otra, pues el único que gana es la empresa que explota la plataforma (y sólo a través de la plataforma), mientras que el oferente y el consumidor/usuario pierden, pues aunque el primero gane un poco y el segundo pague menos por lo adquirido en relación con precios medios del mercado, lo cierto es que la empresa que explota la plataforma no revierte en España, en forma de impuestos, parte de sus ganancias, el oferente no tributa por sus escasas ganancias, y para colmo, destruye nuestra economía, hiriendo de muerte a empresas y trabajadores de esos sectores, generando el cierre de las mismas y abocando al desempleo a sus trabajadores.
Es más, aunque todas estas plataformas digan en su “propaganda” (que no publicidad) oficial que pagan impuestos, lo cierto es que todas, gracias a su ingeniería financiera, no pagan y si pagan, pero fuera del pais en que prestan sus servicios, lo es en una suerte de semi paraíso fiscal, como es el caso irlandés.
Y a cambio, en España, profundizamos en otro escenario mucho peor cuando tales empresas dedicadas a ciertos sectores, como el del transporte, sobreviven, como zombies, al calor de las ayudas públicas, o sea, de todos, a fin de continuar prestando un servicio deficitario.
Las injerentes normas de la UE, los débiles gobiernos sin soberanía, los juzgados y tribunales al servicio de éstos y la propia y perversa dinámica del mercado hiperregulado, pero ineficaz e ineficiente, abocan al paro a miles de trabajadores sin remisión (o empeorando las condiciones de los que continúan empleados).
La perversidad de la economía colaborativa para unos son parte parte de las “sanas” reglas del mercado para los liberales y para otros, una suerte de implementación del un nuevo “colectivismo” marxista para todo el rojerío patrio y el resultado es siempre el mismo, el enriquecimiento de uno y el empobrecimiento del resto.
Por ello, participar en esa farsa de la economía colaborativa, que nos empobrece, es perpetuar una gran estafa.
Para evitarlo, basta con informar masivamente y prohibir la operatividad de tales plataformas en España, obligando al oferente y al consumidor, a acudir a las instancia empresariales al uso.
Si ello choca con la legislación comunitaria, pues la cosa está clara, hay que primar nuestros intereses nacionales sobre los de la UE, que no son los de España, de ahí la importancia de salir de la UE ya, por ésta y muchas otras razones.
La economía colaborativa no generera riqueza, y en cambio, explota y esclaviza.
¿ Qué tienen ahora que decir esos insconcientes amantes de las leyes del mercado que se “autorregula” o ésos imbéciles intervencionistas hasta la extenuación ante una colectivización global de la economía?.
Nada. Callarán cuan putas que han cobrado por anticipado el servicio, antes de que el cliente entrara en faena, no sin antes morirse en sus brazos.
*Abogado y miembro de la Resistencia Patriota. @edumorato92