Como antes
C. V.- El presidente del Gobierno en funciones y candidato del PP para repetir mandato es un político enormemente preparado para ese puesto. Como él mismo dijo en el último debate a cuatro, «al Gobierno se llega aprendido», con lo que naturalmente se refería a su caso a la vez que menospreciaba las escasas habilidades demostradas por sus tres adversarios, ninguno de los cuales ha desempeñado hasta ahora un cargo, ni siquiera pequeño, en el que hayan desempeñado el poder a ningún nivel.
A él le sobra currículo. Desde que en el año 81 salió elegido concejal de Alianza Popular para el ayuntamiento de Pontevedra no ha dejado de prepararse para llegar a donde ha llegado. Presidente de Diputación, vicesecretario del PP, director de las dos campañas electorales que ganó José María Aznar, titular de cuatro ministerios, vicepresidente del Ejecutivo, líder de la oposición y finalmente presidente del Gobierno.
Se irrita, y se le nota, cuando sus adversarios políticos le describen como un pasota que permanece inmóvil fumando puros mientras los problemas se acumulan a su alrededor. Aparte de que hace años que dejó los puros, es que su estilo de ejercer el poder es tan gallego como él: deja hacer a sus colaboradores después de encargarles su tarea, no interviene ante las rivalidades de sus subordinados y sabe medir los tiempos porque, según su expresión, «a veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión».
Le resulta difícil comprender por qué políticos ideológicamente cercanos a él, incluso de su propio partido, opinan que tendría que marcharse, como si hubiera otro mejor preparado y dispuesto para seguir gobernando a España. Y le saca de sus casillas, y se le nota, que le acusen de corrupto, como si llevara 35 años forrándose en el servicio público al que se apuntó renunciando a su puesto de registrador de la propiedad en una localidad costera donde podría haberse forrado en la época del boom inmobiliario.
Lo que no entiende es que los valores por los que él ha vivido, los del joven que se levantaba de madrugada para preparar oposiciones antes de acabar la carrera, los de la afabilidad en el trato para todos los que se acercan a él, la lealtad con los amigos de toda la vida, se hayan perdido en la España a la que quiere seguir gobernando. Tiene que ser difícil para él aceptar que este país ha cambiado tanto que siete de cada diez electores prefieren votar a un joven cuya mejor virtud es la de desenvolverse delante de las cámaras como si fueran estrellas de Hollywood. Pero así es.