Y ahora la virginidad… nuevas distorsiones bergoglianas
DB.- La Historia de la Iglesia demuestra que a lo largo de los siglos los herejes y heresiarcas infiltrados en su interior encararon la virginidad, el celibato y el matrimonio siguiendo un fenómeno pendular. Los agentes del error, rompiendo con el justo equilibrio proclamado por el Evangelio, la Tradición y el Magisterio; fluctuaron entre dos polos opuestos. De un lado, impulsados por su orgullo propiciaron un falso ascetismo llegando al absurdo de condenar el matrimonio; de otro, por su laxismo, rechazaron la vida religiosa, condenando furibundos el voto de castidad y el celibato.
Efectivamente, en el siglo I surgieron los “encratitas”, sectarios gnósticos, que consideraron el matrimonio como un estado gravemente pecaminoso.
En el siglo IV, el monje renegado Joviniano afirmó que “la virginidad no era superior que el matrimonio” y que la Virgen María dejó de ser virgen después del nacimiento de Jesús. Este heresiarca fue refutado de modo implacable por San Jerónimo, siendo sus escritos heréticos condenados posteriormente por el Papa San Siricio y San Ambrosio.
En los siglos XII-XIII, el péndulo vuelve hacia el falso ascetismo. La secta gnóstica, neo-maniquea de los cátaros o albigenses, rechaza los sacramentos y de modo particular el matrimonio. La generación era aborrecida de modo fanático por estos sectarios al grado de incluir en su rechazo a los animales.
luteroLlegando al siglo XV, Martín Lutero y todos los seguidores de la reforma protestante, como una consecuencia lógica de su rechazo hacia los votos religiosos, defendieron que el estado matrimonial es superior al celibato y la virginidad; tesis condenada por el Concilio de Trento (El Sacramento del Matrimonio, sesión XXIV, can. X).
En 1954 el Papa Pío XII se vio obligado a publicar la encíclica Sacra virginitas para rechazar este mismo error protestante infiltrado dentro de la Iglesia en sus numerales 8 y 23:
“No faltan hoy quienes alejándose en esta materia del recto camino, exaltan de tal manera el matrimonio que lo anteponen a la virginidad. Ellos desprecian la castidad consagrada a Dios y el celibato eclesiástico. Por esto la conciencia de nuestro oficio apostólico nos mueve en el presente a proclamar y sostener, de un modo especial, la excelencia del don de la virginidad, para defender esta verdad católica de tales errores”.
Y el Papa más adelante agregó:
“Es sobretodo por este motivo, según la enseñanza de la Iglesia que la santa virginidad es más excelente que el matrimonio. Ya el Divino Redentor la había hecho un consejo de vida más perfecto para sus discípulos (cf. Mt 19, 10-11); y el Apóstol San Pablo, al hablar del padre que da en matrimonio a su hija, dice: Hace bien; pero en seguida añade: Mas el que no la da en matrimonio obra mejor (1 Cor 7,38)”. (Pío XII, Sacra virginitas)
Estas sabias doctrinas proclamadas por el Papa Pío XII vinieron a la memoria de modo espontáneo al considerar el numeral 159 de la exhortación Amoris Laetitia. ¿Estamos ante nuevos errores doctrinales? ¿Otros, de los tantos ya apuntados por diversos teólogos y académicos a propósito de este controvertido documento?
Instrucciones para no errar el rumbo en el laberinto de la “Amoris lætitia” – Sandro Magister
Amoris lætitia–1. (301): discernir atenuantes y doctrina de Santo Tomás – José María Iraburu
Otra referencia a Santo Tomás en “Amoris Laetitia” – Néstor Martínez
Robert Spaemann asegura que «Amoris laetitia» rompe con la encíclica «Veritatis Splendor» – Robert Spaemann
“Amoris Lætitia” : Evangelio apócrifo bergogliano para el hombre del siglo XXI – Denzinger-Bergoglio.
Citas truncadas; interpretaciones unilaterales
Francisco y los teólogos que lo asesoran causan sorpresa por el modo subrepticio de exponer sus postulados. Veamos:
“La virginidad es una forma de amar. Como signo, nos recuerda la premura del Reino, la urgencia de entregarse al servicio evangelizador sin reservas (cf. 1 Co 7,32), y es un reflejo de la plenitud del cielo donde «ni los hombres se casarán ni las mujer [es] tomarán esposo» (Mt 22,30). San Pablo la recomendaba porque esperaba un pronto regreso de Jesucristo, y quería que todos se concentraran sólo en la evangelización: «El momento es apremiante» (1 Co 7,29). Sin embargo, dejaba claro que era una opinión personal o un deseo suyo (cf. 1 Co 7,6-8) y no un pedido de Cristo: «No tengo precepto del Señor» (1 Co 7,25). Al mismo tiempo, reconocía el valor de los diferentes llamados: «cada cual tiene su propio don de Dios, unos de un modo y otros de otro» (1 Co 7,7). En este sentido, san Juan Pablo II dijo que los textos bíblicos «no dan fundamento ni para sostener la “inferioridad” del matrimonio, ni la “superioridad” de la virginidad o del celibato» [Catequesis (14 abril 1982)] en razón de la abstención sexual. Más que hablar de la superioridad de la virginidad en todo sentido, parece adecuado mostrar que los distintos estados de vida se complementan, de tal manera que uno puede ser más perfecto en algún sentido y otro puede serlo desde otro punto de vista”. (Amoris Laetitia, 159)
Quien lee estas afirmaciones de modo superficial puede incurrir en graves errores teológicos. ¿La virginidad solamente fue recomendada por san Pablo? ¿Cristo nunca formalizó un pedido a este respecto? ¿La virginidad o el celibato ya no son superiores al matrimonio como declaró el Concilio de Trento y el Papa Pío XII? ¿Habrá incurrido en este grave error el Papa Juan Pablo II según la cita que aquí aduce Francisco? ¿Qué afirmó realmente el inolvidable Papa polaco en su citada catequesis del 14 de abril 1982? ¿A qué textos bíblicos se estaba refiriendo? Finalmente, Francisco llamando a la “complementariedad” entre virginidad y matrimonio y no estableciendo con precisión el concepto de “perfección” que maneja; crea confusiones. ¿En qué “sentido” y desde qué “punto de vista” el matrimonio puede ser “más perfecto” que la virginidad?
Son preguntas que sólo podemos clarificarlas leyendo con atención lo que el Papa Juan Pablo II realmente enseñó: Cristo propone a sus discípulos el ideal de la continencia, no a causa de la inferioridad o con perjuicio de la «unión» conyugal «en el cuerpo», sino sólo por el «reino de los cielos»
“Las palabras de Cristo referidas en Mateo 19,11-12 (igual que las palabras de Pablo en la primera Carta a los Corintios, cap. 7) no dan fundamento ni para sostener la «inferioridad» del matrimonio, ni la «superioridad» de la virginidad o del celibato, en cuanto éstos, por su naturaleza, consisten en abstenerse de la «unión conyugal en el cuerpo». Sobre este punto resultan decididamente límpidas las palabras de Cristo. Él propone a sus discípulos el ideal de la continencia y la llamada a ella, no a causa de la inferioridad o con perjuicio de la «unión» conyugal «en el cuerpo», sino sólo por el «reino de los cielos».
A esta luz resulta particularmente útil una aclaración más profunda de la expresión misma «por el reino de los cielos»; y es lo que trataremos de hacer a continuación, al menos de modo sumario”. (Juan Pablo II. Audiencia, n.1, 14 de abril de 1982)
Ahora todo queda más claro. La enseñanza del Papa Juan Pablo II puso de relieve que el ideal de la continencia (virginidad o celibato) tiene su fundamento en dos aspectos esenciales. En primer lugar, se trata de una “propuesta” y “llamada” que enuncia el propio Jesucristo (Mt 19,11-12). Segundo, ella se origina “sólo” por causa de “el Reino de los cielos” y nunca por un “perjuicio” en contra de la “unión” conyugal “en el cuerpo”. El Papa Juan Pablo II está empeñado, como lo ha señalado al inicio de su catequesis, en determinar un “justo límite” a fin de evitar “cualquier interpretación maniquea” que establezca un litigio absurdo entre la virginidad, el celibato y el matrimonio. Por el contrario, estos “estados” de vida dentro de la comunidad cristiana, subrayó el Papa, “se explican y completan mutuamente”.
¡Qué importante es tener presente este “justo límite” al abordar estas materias! Francisco, habiendo truncado el pensamiento del Papa Juan Pablo II, precisamente cuando entraba a explicar “las palabras de Cristo” “decididamente límpidas” a propósito de la continencia motivada «por el reino de los cielos» (Mt 19,12); induce a una lectura unilateral. En efecto, esta expresión, «por el reino de los cielos» es importantísima, pues ella otorga la clave esencial para comprender la “llamada” de Nuestro Señor Jesucristo para abrazar la continencia. Sin ella, virginidad y celibato dentro de la Iglesia pierden su sentido y su norte teológico. Así siendo, sorprende que ella esté ausente de todos los numerales de la Amoris Laetitia que abordan el tema: “matrimonio y la virginidad” (158-162). ¡Qué curiosa omisión bergogliana! De este modo, comprobamos también que no sólo fue San Pablo que recomendó la continencia (virginidad-celibato) como “una opinión personal o un deseo suyo”; sino que también fue el propio Dios, hecho hombre, Cristo Nuestro Señor, nunca en menoscabo o detrimento del matrimonio, como lo recordó el Papa Juan Pablo II. A este propósito, es importante insistir sobre la cuestión relativa a la “superioridad” de la virginidad y el celibato sobre el matrimonio. Como vimos, repitiendo un procedimiento que ya denunciamos en otras ocasiones, Francisco amaña una cita truncada para sostener que no existe ni “superioridad” de la continencia, ni “inferioridad” del matrimonio pues éstos se “complementan” y así, “uno puede ser más perfecto en algún sentido y otro puede serlo desde otro punto de vista” (Cf. Amoris Laetitia, 159).
¿Es esta la posición de la Tradición y el Magisterio de la Iglesia? Dejemos que sea el propio Papa Juan Pablo II quien nos responda. Precisamente en la catequesis anterior a la que ha citado Francisco (7 de abril de 1982), con suma claridad estableció el “justo equilibrio”, no dejando margen a dudas: “La «superioridad» de la continencia sobre el matrimonio no significa nunca en la auténtica Tradición de la Iglesia, una infravaloración del matrimonio o un menoscabo de su valor esencial”.
“¿Pone acaso de relieve Cristo, en su enunciado, la superioridad de la continencia por el reino de los cielos sobre el matrimonio? Ciertamente dice que ésta es una vocación «excepcional», no «ordinaria». Además, afirma que es muy importante y necesaria para el reino de los cielos. Si entendemos la superioridad sobre el matrimonio en este sentido, debemos admitir que Cristo la señala implícitamente; sin embargo, no la expresa de modo directo. Sólo Pablo dirá de los que eligen el matrimonio que hacen «bien», y, de todos los que están dispuestos a vivir la continencia voluntaria, dirá que hacen «mejor» (cf. 1Cor 7, 38).
Esta es también la opinión de toda la Tradición, tanto doctrinal, como pastoral. Esa «superioridad» de la continencia sobre el matrimonio no significa nunca en la auténtica Tradición de la Iglesia, una infravaloración del matrimonio o un menoscabo de su valor esencial. Tampoco significa una inclinación, aunque sea implícita, hacia las posiciones maniqueas, o a un apoyo a modos de valorar o de obrar que se fundan en la concepción maniquea del cuerpo y del sexo, del matrimonio y de la generación. La superioridad evangélica y auténticamente cristiana de la virginidad, de la continencia, está dictada consiguientemente por el reino de los cielos. En las palabras de Cristo referidas a Mateo (19,11-12), encontramos una sólida base para admitir solamente esta superioridad; en cambio, no encontramos base alguna para cualquier desprecio del matrimonio, que podría haber estado presente en el reconocimiento de esa superioridad”. (Juan Pablo II. Audiencia, nn.5-6, 7 de abril de 1982)
Conclusión
Las enseñanzas del Papa Juan Pablo II confirman que la virginidad y el celibato, conforme la enseñanza de Cristo Nuestro Señor en el Evangelio, San Pablo, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia son más excelentes y superiores al estado matrimonial.
Comprobamos así que el estilo bergogliano induce a visiones teológicas unilaterales, sin sonrojarse de manipular otros textos pontificios. Curioso… la acusación que algunos hacer al Denzinger-Bergoglio, es justamente la que en varios ocasiones ha quedado demostrada como atribuible a Francisco.
Éste, al concluir el numeral 159, intentando exaltar el matrimonio para igualarlo a la virginidad y el celibato, pasa a citar a un teólogo franciscano del siglo XIII. ¿Estaremos ante una nueva cita descontextualizada?
A paquito lo que le van son los rabos sin prepucio.
Anda que no he estado yo con chicas que iban a llegar puras al matrimonio.