En el PP empiezan a surgir las dudas
Nuria Vega.- En el juego de estrategia en el que se ha convertido la política española tras los comicios del 20 de diciembre, el movimiento táctico de Mariano Rajoy, su renuncia a someterse ahora a la investidura, puede convertirse en un arma de doble filo para el propio presidente. Si bien el jefe del Ejecutivo confía en que el PSOE impida a Pedro Sánchez aliarse con Podemos, algunas fuentes del PP apuntan a la posibilidad de que los socialistas apuesten fuerte por un Gobierno junto a Ciudadanos. Y en ese caso, los populares se verían en la tesitura de facilitar o no un Ejecutivo que ya no sería «de radicales e independentistas».
En la cúpula del partido rechazan participar en esta operación. «No nos abstendremos para posibilitar que el PSOE gobierne con Ciudadanos», advierte de entrada un dirigente nacional del PP. Pero las voces que contemplan este escenario alertan de que una oposición rotunda a un pacto de los socialistas y Albert Rivera podría condenar a los populares a la «extrema derecha» del Parlamento. «La investidura está en el centro», avisan varios veteranos del PP, que instan a la dirección a olvidarse de la opción remota e «inverosímil» de que el PSOE se abstenga para consolidar a Rajoy una legislatura más en la Moncloa.
El pasado viernes fue Esperanza Aguirre, siempre intencionada, la que recordó al jefe del Ejecutivo, sin nombrarlo, que es el momento de construir un Gobierno de populares, socialistas y Ciudadanos. «Con sacrificios, los que hagan falta. Concesiones, las que sean necesarias», dejó caer la presidenta del PP madrileño tras recordar que ella misma había estado dispuesta a apartarse y ofrecer la alcaldía de la capital al PSOE para frenar el avance institucional de Podemos. La operación podría facilitar, además, según voces de la formación, una salida «digna y ordenada» a Rajoy. El presidente, abocado a la retirada antes o después, podría así intentar pasar a la historia como aquel que salvó a España de la quiebra, prefirió transigir «por responsabilidad» y lideró la renovación del PP para poner a su partido a punto en la nueva era política.
Antes, elecciones
«No y no» fue la respuesta de la cúpula en la calle Génova. Ni la cabeza de Rajoy está sobre la mesa para facilitar un acuerdo a tres bandas ni se contempla dejar la Moncloa al PSOE. «Antes que abstenernos para que gobierne Sánchez, vamos a elecciones», anticipan cuando creen que los comicios constituirían una nueva oportunidad para el jefe del Ejecutivo. «Es que aún hay posibilidades de juego», subrayan en su entorno. El acuerdo que Podemos ofreció el viernes al PSOE es, a juicio de los populares, una manzana envenenada que podría aniquilar a los socialistas y que, por lo tanto, Sánchez no podrá aceptar. Y según esta interpretación existe una grieta por explorar que impide a la dirección del PP renunciar a sus planteamientos iniciales.
Un presidente digno
Rajoy aprovechó, de hecho, un acto del partido en Córdoba para poner de manifiesto el sábado la encrucijada a la que se enfrenta el líder del principal partido de la oposición. «El que busca desesperadamente el señor Sánchez sería un Gobierno a las órdenes de Podemos, hipotecado por ellos y humillado, y para ser presidente de España no basta con humillarse e hipotecarse, necesitamos un presidente con dignidad, que es lo menos que puede perder el PSOE», sentenció ante la euforia de los suyos.
Los principales representantes del PP andaluz y algunos de los miembros de la dirección nacional convirtieron lo que iba a ser una junta provincial ordinaria en un mitin para avalar la maniobra del presidente y su negativa al rey a someterse a una investidura que tenía perdida. Los dirigentes del partido intuyen en la pirueta una jugada maestra para abrir un período en el que la izquierda podría desgastarse en las negociaciones y llegar debilitada a una nueva campaña electoral. Y mientras, «Rajoy, a la espera», aseguran fuentes del PP. «Comparecer en la Cámara para perder el debate de investidura sería un fraude y una falta de respeto a los 7 millones que votaron al PP», trató de justificar el jefe del Ejecutivo, a pesar de que ese fue siempre su plan inicial y el que defendió durante semanas. Los más críticos de la formación detectan en el cambio de postura, sin embargo, tintes de «cinismo y deslealtad» cuando entienden que no se han movilizado todos los esfuerzos necesarios por trabar acuerdos o atraer voluntades. «Estamos como estábamos la misma noche del 20 de diciembre», lamentan con escepticismo.