Narcopolítica y alternativas
De manera cíclica llegan a las portadas de los periódicos noticias relacionadas con la marihuana, las bondades o inconvenientes de su consumo o la implantación de nuevas normativas que suelen desatar encendidas polémicas. Y es que todos, incluso los no muy familiarizados con terminología como semillas feminizadas, vaporizadores, tetrahidrocannabinol o aceite de CBD, tenemos una opinión, aunque sea tibia o no esté basada en la experiencia personal, sobre la legalización de la marihuana.
Últimamente son muchos los países de América Latina que están revisando sus normativas. Lo llamativo es que, mientras que en Europa o EEUU estas legalizaciones van de la mano del consumo recreativo o las terapias alternativas, los cambios al otro lado del océano tienen que ver con la lucha contra el narcotráfico.
Paraguay, que no permite la posesión de más de diez gramos ni la compraventa o cultivo, es el segundo productor de marihuana de Sudamérica, sólo por detrás de México, con una producción anual que se estima de 30.000 toneladas al año. En una reciente manifestación con motivo de la Marcha Mundial de la Marihuana, pidieron la despenalización del cultivo en una plaza próxima al Congreso esgrimiendo la fraudulenta relación existente entre el narcotráfico y la política, en lo que llaman la “narcopolítica”.
La defensa del cultivo de cada fumador para su propio consumo responsable pasa también por la protección de los recursos de su propio país, ya que muchas voces se alzan contra los intereses de las multinacionales agrícolas que, eventualmente, podrían hacerse cargo de este cultivo monopolizándolo y lucrándose por encima de pequeños productores, como ocurre con otro tipo de cultivos.
Esta situación es la que empujó a Uruguay a nacionalizar producción y distribución de este producto, que puede ser grabado con impuestos y finalmente redundar en el bien de toda la población. Medidas así muestran responsabilidad en un tema tan espinoso como escurridizo.