Diario Sur/Reproducido.- La entrada del número 89 de la avenida Arroyo de los Ángeles (Málaga) está ocupada por muebles, electrodomésticos y bolsas llenas de ropa. Desde el martes, la familia formada por Francisco Javier Durán y Sandra Martínez se ha quedado en la calle y no tienen un lugar al que llevar sus pertenencias. Con cinco hijos pequeños, de 5 a 14 años, el paro ha llevado a una situación límite a estos padres que se ven en la calle y pendientes de la ayuda de familiares y amigos.

La pareja llevaba en esta vivienda casi dos años. Es un primer piso que alquilaron sin muebles por unos 400 euros mensuales. Desde hace unos ocho meses no pagaban el alquiler, por lo que el propietario denunció la situación y el martes se ejecutó el desahucio. La policía llegó a las nueve de la mañana, aunque les dejaron hasta las siete de la tarde para retirar todas sus pertenencias, antes de cambiar la cerradura. Por esto, la amplia entrada del edificio está ocupada por un tresillo, la lavadora, un frigorífico, el televisor y cajas y bolsas en las que guardan ropa y otras pertenencias de los siete miembros de la familia. Pero también el rellano de la primera planta está ocupado por colchones, somiers y otros muebles que han tenido que desalojar de la vivienda.

«Hemos ido a Servicios Sociales a pedir ayuda, pero no nos dan ninguna solución, me han dicho que me ponen en una lista que puede tardar meses en resolverse», apunta el padre.

Y tiempo es algo que no tiene esta familia. Porque al desahucio se suma la denuncia que ha puesto la comunidad de vecinos por la ocupación de los espacios comunes. La pareja no se separa de sus pertenencias y pasan día y noche en el edificio, mientras que los pequeños están con los abuelos. Son cuatro niños y una niña, la última, que «costó que llegara», dice Francisco Javier. La abuela vive en Carlinda y se ocupa de los nietos, a los que prestan ayuda también algunos vecinos. «No les falta de nada, comen, están aseados, y acuden con normalidad al instituto y colegio», dice la mujer, que asegura ha ayudado en todo lo posible a su hijo, pagando casi un año de alquiler, hasta que a ella, limpiadora por horas, también le ha faltado el trabajo.

Los vecinos entran y salen, la mayoría con fríos saludos. Otros sí se paran y se interesan por su situación. «¿No hay ayuda para este tipo de casos?, se pregunta, alarmado, un vecino. Otro interviene en la conversación para asegurar que lo que necesitan «no es pan, sino trabajo, para que esta familia pueda rehacer su vida». Francisco Javier trabajó en la construcción, de pintor, y desde hace casi tres años no tiene un empleo estable.