Manuel Morillo.- La reingeniería social del Sistema concibe la transexualidad como una discordancia entre la “identidad de género” y el sexo biológico por la cual una persona se identifica con el sexo opuesto y desea un cuerpo acorde con su “identidad” y vivir y ser aceptado como una persona del sexo al que siente pertenecer

El deseo de modificar las características sexuales externas que no se corresponden con el “género” con el que se sienten identificadas lleva a estas personas a querer pasar por un proceso llamado de transición para adaptar su cuerpo al género al cual se sienten pertenecientes.

A esto se le suele denominar operación de “cambio de sexo” pero el cambio existe previamente en la psique de la persona transexual.

Y además se quiere que este trastorno de “genero” (denominado “Gender Dysphoria” por la Asociación Psiquiátrica Americana en sus DSM V, referencia internacional que siempre termina por imponerse) sea reconocido por el Estado a efectos civiles de los Registros, y que el proceso médico para simular el cambio (que realmente no existe como muestra el análisis genético que permanece masculino o femenino) sea pagado por todos los ciudadanos de los impuestos que le quita el Estado y que se restan de otros campos de la Sanidad, la Educación, las pensiones, las infraestructuras, etc…

Pues bien, de forma análoga y en la actualidad, se produce otro trastorno de identidad, todavía no catalogado por los manuales, en el que la psique de la persona no está de acuerdo con su naturaleza, en este caso sobre no en el ámbito de su sexualidad sino en el de su nacionalidad y la comunidad en la que se sienten “en casa”.

Para denominar esta “enfermedad” podríamos pedir prestada el término transexualidad a su creador Harry Benjamin y extrapolarlo y para llamar al trastorno transnacionalidad.

Se trata de los españoles, es significativo su número entre los liberales, que se sienten extraños e incómodos con su nacionalidad española, porque ellos en su “identidad” se sienten anglosajones (en otra ocasión se puede diferenciar entre la variedades de la enfermedad entre los que sufren la anglofilia o los estadounidensizados) y se adhieren intelectual y sentimentalmente a la cultura británica y derivadas

Todos conocemos muchos de estos personajes, ahora especialmente abundantes, como una epidemia, favorecida por las condiciones ambientales creadas por los gobiernos desde la Transición

Pero en vez de encontrártelos, como a los transexuales, por Chueca o alrededores, los transnacionales suelen estar en las redacciones de los media neocon y de los que son propiedad de la CEE, y en las sedes de los partidos liberal conservadores, sean los tradicionales o los recien creados por rebotados, así como en la dirección de sus asociaciones pantallas, secretas o no, con cuya complicidad cuentan para lanzar sus obras y difundirlas entre un público desarmado intelectualmente tras décadas de sistemas educativos y opinión publicada contraria al sentimiento español

Yo sería partidario de no poner ninguna dificultad para que el Estado facilitara la “reasignación” de nacionalidad a los que sufren el trastorno, con la ventaja sobre los transexuales de que esta reasignación no tiene costo para los ciudadanos y se evita que personas que no se sienten españolas sigan siendo termitas de la cultura española degradándola y transformándola desde dentro para someterla a la anglosajona queríendo mimetizarla

Y así, tal como la administración del Partido Popular tiene dedicadas abundantes habitaciones de complejos hospitalarios, de los que desplaza enfermos en situaciones graves, y con altos costos, para proceder a favorecer falsos cambios de sexo (la genética es terca) no sería nada dificultoso, y sin gastos reales aprovechando la inflacion de funcionarios y personal laberal sobrante en las diversas y abundantes administraciones, fruto de los enchufes partidistas, preparar una oficina especial para facilitar el cambio de nacionalidad de estas personas.