De “periodistas independientes” y otras mentiras
A. Robles.- Si, como decía el maestro Jean François Revel, la mentira domina el mundo, eso es enteramente cierto referido al periodismo español, y más concretamente al periodismo de Vicente Almenara, opinador de La Opinión, que me menciona sin ton ni son en uno de sus artículos donde habla de Vox. De entrada le pido que no vuelva a utilizarme en sus opiniones casi siempre complacientes con la casta. Lo que haga o deje de hacer en el ejercicio de su trabajo en nada me concierne, pero insisto, no con mi nombre como cebo para su chalaneos periodísticos.
Vicente Almenara es el arquetipo de empresario-periodista que vegeta a la sombra de los favores políticos. Podría haber orientado su profesión en servir de contrapoder a los robos y abusos de la casta política. Prefirió sin embargo cohabitar con ella en rentable consorcio. Lo importante para él no es la información como fin sino como medio para lograr unas estrechísimas relaciones con la casta política (término acuñado por Enrique de Diego en este medio y no por Podemos). ¿Pueden entonces ser estos periodistas libres para criticar, opinar, generar una corriente alternativa de información veraz y sin manipulación partidista? Mi opinión es que NO.
Esa identificación mimética de intereses implica para muchos periodistas una grosera manipulación y una manifiesta inmoralidad, pues al tiempo, con supina mendacidad, se permite dar lecciones de pulcritud en el ejercicio de la actividad comunicadora, independientemente de sus contenidos. Que quien disfruta de los oropeles y ventajas del poder en Málaga establezca los límites de la corrección política o periodística, no deja de ser tan patético como si un trilero denunciara al gerente de una sala de bingo por supuesta competencia desleal.
Así funcionan los llamados “periodistas independientes” en esta España de aromas sicilianos. Mediante el favor político. A través de la publicidad institucional o de la concesión administrativa, que es puramente discrecional. No se informa de nada que a la pagaduría política no convenga. Y la prensa subvencionada es factor añadido de corrupción moral, pues las administraciones se han convertido en cliente fundamental y sólo se dirige a los amigos y a los sumisos.
La mentira domina la actividad de los llamados “periodistas independientes” al frente de sus empresas periodísticas. Se ha hecho moneda de uso común. Se miente a todas horas, con descaro, al ocultársele al pueblo las corruptelas de la casta, como la degeneración de una lógica perversa del periodismo en propaganda y la identificación del grupo no con principios, sino con intereses, no con corrientes de pensamiento, sino con partidos que paguen. Estos periodistas tan pulcros y aseados son el vocero de los argumentarios de la casta. No se deben a los lectores, sino a su cuenta de clientes institucionales.
¿Puede dar lecciones de virtuosismo el anfitrión de una escenificación tan obscena? ¿Puede entrarse en un terreno de juego cuyas normas estan trucadas sin corromperse moralmente? ¿Pueden conseguirse contratos sin francachelas ni servicios lacayunos?
La prensa al servicio de la casta ha sufrido un proceso de corrupción moral progresivo. El periodismo sólo es capaz de subsistir en un ambiente de libertad y sólo pervive con la búsqueda humilde de la verdad. Pero la verdad exige compromiso y no da poder, porque la verdad es servicio y respeto; es la mentira la que da dominio, por eso el poder tiende habitualmente a la mentira. Es posible que el político profesional que nunca han dejado de ser “periodistas independientes” como Almenara siempre hayan incubado en su interior los gérmenes de su proceso progresivo de sumisión al poder. Es una táctica corriente de los periodistas subvencionados, que les lleva a hacer causa común y a defender a cualquier mindundi si tiene Presupuesto que repartir.
Mientras para nosotros la casta ha sido la causante de la degradación económica, política, social y moral que padece el pueblo al que nos debemos, Vicente Almenara distingue al poder político con los elogios a que se hace merecedor el repartidor de prebendas, de donosa publicidad y graciosas concesiones.
Esta serie de apuestas empresariales sustentadas por el poder llevan a execrables concubinato con la casta y se distancian cada vez más del discurso público de libertad e independencia para caer en la sumisión y en la mermelada, hundiéndose, cada vez más, en aquello que supuestamente debe combatir un medio de comunicación: el relativismo y la hipocresía.
En ese esquema lacayuno, el político llevará razón siempre y cuando tenga a su disposición el Presupuesto público. Esto no se aleja lo más mínimo de la máxima de Maquiavelo de que el fin justifica los medios.
En el mundillo del periodismo no es un caso aislado. Son muchos los miembros de este colectivo que tienen diversas caras. Depende de quien les concede la subvención o qué afinidad política tengan, la pluma se moverá de una manera o otra. Lo más grave de todo eso es cuando el periodista se olvida de su propia hemeroteca y escriben sin tener en cuenta lo que escribieron ayer. Además también está el que usa su medio para apoyar a ciertos personajes políticos y al día siguiente esa misma herramienta es usada para hundirles y humillarles. De las miserias de la prensa española poco podría contarles que ustedes no sepan. Me parece bien que para ganarse la vida, algunos chapoteen en el río revuelto del arribismo. Pero que no mencionen mi nombre para tamaña empresa. Advertido queda, Vicente Almenara.
Vicente Almenara es el verdulero de Malaga, un quiero y no puedo que vaguea entre nubes de mediocridad y se vende al mejor postor. Lo dice alguien que le conoce bien
Este es un sinvergüenza si escrúpulo que sobrevive con las sobras políticas para engañar a los ciudadanos. Por cada político procesado por corrupción se deberían procesar a diez mierdas y escoria de periodistas como Vicente Almenara por ser elementos necesario para delinquir.