Dice Carmen Lomana que es preferible votar a un candidato que ya tiene dinero “cash” porque así no robará cuando tenga el poder. Yo añado que siempre y cuando ese dinero no lo haya obtenido de manera ilícita o irregular, claro. Si a las convulsas maniobras de unos y otros antes de las elecciones introducimos absurdas payasadas pijas de personas que no saben ni siquiera el significado de la palabra esfuerzo, apaga y vámonos.

Esta aspirante a Carmen Díez de Rivera (la noche y el día, claro), que ahora simpatiza con la izquierda radical, capaz de decir que Monedero es una persona grosera y desagradable para luego cambiar el discurso y declarar que es muy inteligente y divertido, es la clara escenificación del rumbo que ha tomado más de uno ante el auge de Podemos en las encuestas y su ahora más que evidente zozobra en el baremo de la credibilidad, toda vez que los tejemanejes económicos de Monedero y Errejón les han vuelto mudos, como a Pablo Iglesias, al que no se le oyen más que balbuceos cuando se le pregunta por este tema.

Escribo sobre este anecdótico pasaje de la presumida e ignorante de Carmen Lomana, que ha desfilado por las televisiones de la derecha en un burdo intento de promocionar lo imposible (y a cambio se ha llevado un par de revolcones que cualquiera los hubiese encajado con mala gana), justo en el momento en el que a Monedero le ha salido en el asfalto un morlaco de quinientos kilos que le ha espantado las moscas; lo que no significa que nos olvidemos de su declaración complementaria y de la poca vergüenza que hay que tener para presentarla y, minutos más tarde, plantarle un órdago al ministro con el consabido “no te tengo miedo”. El morlaco en cuestión es Tomás Gómez, defenestrado de golpe y porrazo por Pedro Sánchez, decisión que ha convulsionado las filas del PSOE en un intento por demostrarle a los socialistas (especialmente a Susana Díaz) quién manda en el partido.

De momento, Sánchez se ha cargado a un dirigente señalado por el asunto del tren de Parla, mientras la embarazada presidenta no electa de Andalucía ha puesto de candidato por Bollullos del Condado a un procesado. Casi nada. Uno a cero para Sánchez. Es un personaje ilustre, sin duda, porque ha hecho caso a los vientos que le decían, desde fuera, que era preciso quitarse de en medio a Tomás Gómez (y con él a otra veintena de “disidentes”) y colocar en la carrera electoral a Angel Gabilondo.

Precisamente este hecho ha sido el que ha provocado que el ahora despedido (y sin posibilidad de acceder a su despacho porque le han cambiado las cerraduras) se le ocurra declarar en “Espejo Público” y corroborarlo en Onda Cero que toda esta maniobra está promovida por el diario El País. Inaudito, ¿verdad? Ciertamente es difícil de encajar esta teoría de la conspiración, pero al mismo tiempo es complicado entender cómo es posible que a Tomás Gómez se lo carguen a las once de la mañana y el rotativo lance una encuesta en su diario a las once de la noche. La virgen, qué rapidez.

Encuestas y conspiraciones al margen, el patio está movido, y más que lo va a estar. A este paso, Rajoy repite mandato y con mayoría. Fíjense: Podemos es incapaz de controlar el pasado oscuro de los suyos y el PSOE es incapaz, al mismo tiempo, de transmitir serenidad, progreso y buenas maneras. Es posible que el puñetazo en la mesa de Pedro Sánchez sea bueno a la larga, pero ahora mismo la palabra que más se asocia a los socialistas, y en especial a los madrileños, es la de “descontrol”, más incluso que la de crisis. Esa la superaron con creces hace meses. Por otra parte, y mientras el PP no desvela a sus candidatos, las cifras de crecimiento económico avalan una gestión hasta hace unos meses sufrida y criticada en los cuatro puntos cardinales. Dicho crecimiento es lento, lentísimo, pero constante. Se le hace caso a la directriz europea, España se ha convertido en un alumno aplicado, los mercados confían cada vez más en nuestro país y la prima de riesgo es un mal chiste de tiempos pretéritos.

Esto nos demuestra una vez más, que en tiempos de indefinición y zozobra, lo que pasa un lunes no se repite el martes, y el miércoles surge una historia nueva, se fagocita el jueves y el viernes renacen las ascuas de antiguas batallas. Hay nervios en todas partes, están a flor de piel y los tres apellidos ilustres son buen ejemplo de ello.

Una, por querer ser protagonista de la manera más surrealista posible. Otro, por facturar un pastizal y arreglarse con el fisco de prisa y corriendo cuando parecía claro que en su partido nadie había metido la mano en el cajón del pan. Y el tercero por tener que reafirmar su autoridad a base de cañonazos. Entretenidos vamos a estar, eso es evidente, pero me pregunto a qué precio. Esa es la cuestión.