Un periodista independiente e incansable trabajador como Armando Robles, que ha llevado su línea editorial a los cinco continentes nadando contra corriente; que ha logrado también hacer realidad un programa de televisión por internet como “La Ratonera”; que intenta completar la información cada día sobre lo que acontece en España a través de las opiniones de un gran elenco de primeros espadas; y que nunca se esconde ni se escuda en la masa o en el anonimato para decir en la cara lo que opina de alguien, no es precisamente “la carabina de Ambrosio” con la que se puede jugar; no es alguien como para que cualquier niñato adoctrinado de medio pelo, intente acojonarlo mediante un anónimo difamatorio.

Por lo visto, el ya bautizado como “difamador estelado” no hizo bien su seguimiento; no estudió con meticulosidad la trayectoria de Armando Robles, de lo contrario, se lo habría pensado dos veces antes de jugar a rufián sin haber paseado antes el barreño de agua caliente por las habitaciones del tugurio.

El trabajo desarrollado por el director de AD y su equipo de colaboradores, cuyo esfuerzo está enfocado en dar a conocer lo que el poder putrefacto y corrupto oculta de manera sistemática, no cae nada bien a las mafias que controlan el poder mediático, pues ven que un proyecto que nació de la nada y sin apenas medios económicos, condenado al ostracismo y criminalizado hasta el hartazgo, está actualmente alcanzando cotas de audiencia fuera de todo pronóstico. El pueblo llano y trabajador engañado por los artífices del sistema, tiene a su alcance todo lo que los amos del “difamador estelado” silencian u omiten.

La buena marcha del proyecto AD ha hecho que aumenten de manera considerable los lectores y también los detractores. Los comentarios que se dejan en el foro de opinión son muchas veces hirientes y cargados de odio, pero, nunca la cosa había llegado tan lejos. El “difamador estelado” aprendiz de “macarrilla”, ha sido la gota que colmó el vaso. Nuestro director le lanzó el guante para que después de lo que había escupido amparándose en el anonimato, saliese a la calle a defenderlo como lo hacen los hombres, cara a cara. Pero nada, ha tenido que ser denunciado ante la Guardia Civil, para que saliese del agujero como una lagartija sin cola.

Armando Robles, curtido en cien mil batallas, no lograba entender los ladridos del cobarde que no asomaba el hocico. Pero el director de AD, que en esto del periodismo tiene más tablas que un almacén de IKEA, no se amilanó ni un instante; en primer lugar cumplió como ciudadano poniendo en conocimiento de la justicia lo sucedido, pero dejó un claro mensaje a través de “La Ratonera”: “Si la justicia no me atiende como víctima de un delito, y no me protege como honrado contribuyente cuando mi honor, el de mi familia y el de mis colaboradores se vea mancillado, tendré que buscar como legítima defensa, otras vías a mi alcance para que se haga justicia”.

El calumniador anónimo salió de su madriguera incluso, antes de que el “hurón” lo acosase. Y ha resultado ser un sujeto que, jugando a Robin Hood, quiso marcar territorio como macho dominante cuando solo era un adoctrinado cobarde de medio pelo, que iba dejando la cagada de lagarto en aquellos medios que no están en línea con la “hoja de ruta” marcada por sus amos.

Pero, al margen de todo esto, cabría preguntarse algo que me parece fundamental, ¿quién está detrás de este tipo de gente? ¿Quién paga o promete un futuro esperanzador a estos difamadores? Es evidente que quienes encienden la mecha de estos “muñecos explosivos” nunca dan la cara; alardean del combate como nadie, pero una vez iniciada la trapatiesta jamás se les ve por ninguna parte; son comadrejas que se esconden mientras sus acólitos salen a delinquir previo señalamiento desde la sombra, quien o quienes deben ser los objetivos. Y, ¿quiénes son objetivo de esta gentuza? Pues, para no tener que extenderme mucho, son objetivo todos aquellos que defienden la unidad de España, nuestras raíces cristianas, y se sienten orgullosamente españoles como Armando Robles, el Padre Calvo, o tal vez cualquiera de nosotros. Simple y llanamente.

Ya lo dijo Bono refiriéndose indirectamente a cualquier proyecto político que tuviese la osadía de poner en marcha los grandes reactivos nacionales: “Hay que poner la lupa en los fachas”, y si a estas declaraciones incendiarias, solapamos la reciente reunión celebrada en su casa con Zapatero y el líder de Podemos, y la valoración tan positiva que éste último hace del “bobo solemne” como lo llamó Rajoy, creo que no hace falta ser un lince para darse cuenta de por dónde han ido siempre los tiros.

Espero que después de la bravata del “difamador estelado”, sepan con quien se juegan los cuartos los que se prestan para delinquir por una falsa promesa. Libertad de expresión ¡Sí! Pero tonterías las justas.