Cristóbal Montoro

Irene Calais.- Después de escribir el artículo anterior, me puse en contacto con mi buen amigo Enrique de Diego, colaborador habitual de Alerta Digital, para que me facilitara el número de teléfono de la persona a la que se refieren todas esas sucias maniobras fiscales de Raquel Calvo de la Fuente, la tortuosa servidora de la castuza.

La llamé y al otro lado el panorama era aterrador: una pobre mujer, hija única, que había cuidado con esmero a su madre durante doce años y que durante todo ese tiempo pudo haber arreglado papeles, favorables, pero que confiaba en el Partido Popular, al que tantas veces había votado, porque consideraba que no le traería la ruina: el impuesto de sucesiones se cifraba sólo en el 1% y estaba bonificado en el resto del 99%, con lo que no tenía sentido exigir donaciones en vida, llevando y trayendo a su madre enferma, cuando el testamento sería suficiente para prácticamente por una mínima cantidad hacerse con la herencia. Pero el PP, en el cual todos sus cargos no sufren crisis económica alguna, pues son esa casta incapaz de valorar el dolor humano que imponen pasando del 1 al 25%, puesto que sus bolsillos están a reventar de cuantiosos latrocinios que han perpetrado durante su desgobierno, la traicionó.

La situación de mi amiga, porque es así como de ahora en adelante voy a considerarla, era dantesca. Ustedes no pueden hacerse una idea, que unos bienes por los que, si hubiera pagado en plazo voluntario, hubiera tenido que pagar 10.000 euros, por arte de birlibirloque y merced a la varita mágica, no precisamente a la de la hada madrina Salacatula…conocida canción de Cenicienta, sino más bien por el maleficio de la, metafóricamente, bruja madrastra Raquel Calvo de la Fuente, se habían convertido en la friolera de 250.000 euros, a los que añadiría una sanción de más de 60.000. La mujer x a la que me refiero, entre sollozos por la vejación, me comentaba. ‘¿de dónde voy a sacar ese dinero, una pobre mujer, divorciada?’. Su exmarido, en paro, no le pasa dinero  y tiene a su cargo un hijo enfermo, sin ningún tipo de ayuda social, porque teóricamente ha heredado unos bienes, y no es una sufrida inmigrante, que tenga lo que tenga en su país, aquí recibe generosas prestaciones sociales.

Me contó que la citó tres veces exigiéndole todo tipo de papeles, como si los bienes pertenecieran a la tal Raquel, servidora de la castuza, y no a ella, su propietaria; como, en el segundo encuentro le comentó que calculaba que no sería mucho; y en el tercero, sacó toda su artillería, con una afectada sonrisa, en la que se vislumbraba la podredumbre y la corrupción moral del funcionario al servicio de la casta y contra el ciudadano, que ha generado la España borbónica. ‘Tengo malas noticias para ti’, le dijo con voz meliflua y atimplada, mientras la miraba por debajo de las gafas, ‘los datos no son buenos. Tú tienes aquí una herencia que supera los 800.000 euros”. ‘¿Cómo?, repuso la víctima en su estupor, porque es una falacia y una grosera mentira, pues se trata de unas casas viejas cuyo inflado valor catastral supera de hecho el de mercado, pues de hecho no hay mercado. Si a la Administración pública, a la hora de ejercer el derecho de tanteo, se le obligara a comprar por lo que ha valorado se acabarían estas prácticas abusivas e inclementes hacia el ciudadano, pero no es así, me consta que estos bienes, que yo misma he visitado, tienen un valor muy relativo y muy a la baja, en términos reales de mercado y en la situación que atraviesa este país.

Raquel Calvo de la Fuente: ‘Por tanto, tienes que pagar, según el baremo, tanto multiplicado por 4. No tienes derecho a ninguna bonificación, con lo cual tendrás que pagar el 100% de la cuota, a lo que se añadirán intereses de demora, y una gran multa (por haber defraudado al sacrosanto Estado de malestar)’. Ella rompió en sollozos, acordándose de su hijo, muy enfermo desde la más tierna infancia, y cuyo afán sólo era poder hacerse con un pequeño capital que asegurara el poder propiciarle cuidados dignos, porque en aras de la sostenibilidad de un mal llamado Welfare State o si lo prefieren Estado de bienestar se esconde la avaricia sin fin de las podridas raqueles de vientres gordos, repletos de ostras y percebes, que han pagado con las primas cobradas como premio en las inspecciones a los sufridos contribuyentes (nunca a los políticos), a los que han metido en una jaula de por vida, confinándolos en la deuda vitalicia, como es el caso de mi amiga. Esta pobre desvalida mujer, huérfana de padre toda su vida, que nunca quiso endeudarse y a la que se le pasó un plazo, mientras estaba en un hospital con un hijo gravemente enfermo, el sistema le ha urdido una trampa mortal.

Y, señores, queridos lectores, más bien parece esto una defensa ante un Tribunal que un artículo, pero es que a mi condición de letrado no puedo disociar la de contadora de historias y en este caso ya les vengo a advertir que me ha llegado al alma y que me apetece salir con micrófono en la mano, como el Ejército de Salvación, para recaudar firmas que derriben la trama de esa ley antinatural de sucesiones de nuevo cuño, que desde la traición más vil y oscura han urdido los patrañeros peperos con fines únicamente recaudatorios, utilizando a sus electores, si me lo permiten, queridos lectores, como letrinas donde mear y cagar. Y ya el pozo ciego no tiene suficiente ventilación y hiede, sobre todo cuando los vientos soplan en contra, como está sucediendo ahora en España. El olor pestilente es tan hostigante que impide la respiración de las personas honradas.

Muchas son las llamadas que he recibido esta semana por si va en serio lo de la Plataforma de afectados por este malhadado impuesto de sucesiones, que dónde y cuándo tenían que firmar, que estaban a mi entera disposición. Gentes que sólo necesitan una voz activa, una cabeza clarividente que les guie, para despertar del letargo y es que las mentes de los ciudadanos de este país empiezan a estar tan adormecidas que presentan síntomas de demencia entre precoz y delirante, como si una mano esponjosa les apretara el cerebro. Esa mano esponjosa es el miedo a sentirse menos que nada, es el miedo al Estado confiscatorio, el miedo a ingresar en un hospital público para el que sobra y resobra dinero si no hubiera sido por las orgías de los políticos mal encarados que nos gobiernan y a que terminen con tu vida mediante una sedación, el miedo a llevar a tus hijos a un mal llamado centro de educación pública (o me da lo mismo ya, un centro privado, invadido por las doctrinas laicas, donde ya no se enseña a honrar a padre y madre, sino a odiarlos y a culpabilizarlos de todo, y se castiga la disidencia moral, hacia el que discrepe con los marisabidillos políticamente correctos). Pero esto será cuestión de otros artículos.

Ahora lo que nos compete es vertebrar una sólida Plataforma contra el terrorismo fiscal en la Comunidad Valenciana, contra el impuesto de sucesiones recuperado contraviniendo los pactos electorales –recuerden aquel principio de pacta sunt servanda, los pactos se cumplen y si no se deshace el contrato- nocturnidad y alevosía, bajo la forma abominable y abyecta de la confiscación de las herencias, que sobradamente en su caudal hereditario han pagado con creces el coste de dichos bienes, en forma de plusvalías, de Ibis, de impuesto sobre patrimonio, de ivas sobre locales comerciales y un largo etcétera de frenesí expoliador sobre la sacrosanta propiedad privada.

Mi amiga, la señora x, como así la voy a denominar en adelante, porque no quiere desvelar su identidad, por miedo a represalias, nunca en su vida se jactó ante los demás de comprar una propiedad, vivía en un pisito propiedad de su madre, porque nunca quiso endeudarse. Llevó una vida modesta. Nunca, ni ella ni su madre, quisieron deshacerse de su exiguo patrimonio por miedo a las incertidumbres del futuro y de repente se encuentra atrapada en una tromba fantasmagórica y falaz que la arrastra a las profundidades ante la mirada cruel e inmisericorde de Raquel Calvo de la Fuente, la servidora de la castuza corrupta.

Y no me voy a mantener ajena a su dolor, maniatada por el miedo, sino que saliendo en su defensa y en la de todas las señoras x que han tenido que renunciar, en un breve plazo de año y medio, a innumerables herencias por esta maldita ley, inmoral y traidora. Por tanto, propongo y propugno, mi consigna es que todos aquellos que estén de acuerdo conmigo tengan razón suficiente para no votar al PP valenciano en las próximas elecciones. No queremos políticos del PP en los ayuntamientos de Alicante, de Valencia ni de Castellón. No queremos políticos del PP en las diputaciones. Y mucho menos en la Generalitat. Ha llegado la hora de su muerte civil, de que se vayan a sus casas, que dejen de atormentar al ciudadano, y a estas raqueles, rapaces de vuelo corto, hacerles compañía en su ostracismo maldito para la eternidad. Partido Popular, nunca más.