Ser mujer y conducir es delito, ser ateo también, las condenas por brujería están a la orden del día y cualquier tipo de oposición al rey conlleva inmediatamente la detención y probablemente la tortura. Evidentemente tampoco está permitida la homosexualidad. No hablamos ni de Corea del Norte,ni de cualquier otro lugar en el que el Estado Islámico o Al Qaeda se han asentado y controlan parte del territorio, sino que en esta ocasión se trata de Arabia Saudí, probablemente el régimen más tiránico del mundo y uno de los más represores, pero que también es fiel aliado de los Estados Unidos y del mundo occidental en general.

Es una teocracia en la que el reino se fundamenta en una interpretación muy rigurosa de la sharia (el código islámico de conducta) y donde los derechos y las libertades están absolutamente subyugados. Sin embargo, los países occidentales callan ante las continuas violaciones contra los derechos humanos que se cometen en el país saudí y claman a menudo contra las tropelías de otros regímenes que en esencia no se diferencian en nada.

Los datos no mienten, desde que empezó el 2015 Arabia Saudí ya lleva 10 decapitaciones por crímenes tan variados como brujería, por pedir la democracia o por cuestionar el Islam en Twitter, tal y como cuenta David Keyes en The Daily Beast. En 2014 fueron casi 90 los ejecutados. A pesar de su defensa encendida del turismo, lo cierto es que siendo cristiano no podrás ni llevar una cruz, ni una Biblia si no quieres ser detenido. Hablan “del país de las oportunidades”, pero son unas oportunidades que solo tendrás si no te sales ni un milímetro de la línea marcada por el régimen.

Un sistema que coarta absolutamente la libertad de expresión y que sin embargo no duda en manifestarse en París, tras el ataque a la sede de la revista Charlie Hebdo, a favor de ella, con el embajador saudí apoyando la marcha junto a otros líderes políticos que no han dudado en reprimir a cualquiera que se oponga a sus sistemas.

Una de las últimas noticias que llegan de Arabia Saudí es la detención de un hombre que grabó en secreto la ejecución de una mujer, según revela el New York Times. Tres agentes uniformados la sujetaron y el ejecutor, armado con una espada, acabó con su vida. Estaba acusada de asesinato, pero ella había proclamado su inocencia. Salvarse era una quimera en un país en el que los juicios libres y justos no suelen ser moneda común. Ahora la persona que lo grabó está encarcelada, acusada de crímenes de delito cibernético.

También se tiene constancia de que una de las principales formas de financiación de grupos como Estado Islámico viene de países como Arabia Saudí, Qatar o Kuwait. Las acaudaladas fortunas de estos lugares hacen cuantiosas donaciones que van a parar a sus arcas y así pueden mantener la lucha adelante.

Entonces, ¿cómo es posible que pese a todas estas circunstancias los occidentales sigan apoyando al país saudí? Una de las razones es que supone un freno importante a Irán, aunque hay ciertos momentos, como por ejemplo el actual, en el que las relaciones con los iranís son fluidas y que llevan a pensar en si realmente merece la pena este apoyo sin fisuras. También las riquezas, en forma de petróleo, suponen un buen motivo para hacer oídos sordos a la barbarie aplicada en territorio saudí.

Lo que es difícil de explicar a la población es cómo se pueden defender la libertad de expresión, los derechos fundamentales y las libertades asociadas a todo individuo en algunos lugares, mientras que en otros se ignoran deliberadamente.

Las decapitaciones del Estado Islámico son muy graves, pero también las de Arabia Saudí o las que se produzcan en cualquier parte del mundo. Pero mientras que la comunidad internacional siga atendiendo a sus propios intereses, en lugar de preocuparse por las poblaciones, seguirá ocurriendo lo mismo. Bien lo saben en Siria con una guerra que ya casi dura 4 años y que sigue devastando el país dramáticamente.