Federico Collado.- Lo que iba a ser una declaración de independencia de un nuevo país terminó siendo (gracias a Dios, todo hay que decirlo) en una metáfora onanista (recuerden que incluso Más reconoció que se miraron en el espejo y se gustaron) de un nacionalismo que se encuentra sin salida. La fuga de empresas; la dificultad actual de más pactos privilegiantes con el gobierno de España y la posibilidad de un eje de infraestructuras por Aragón que desactivara el papel catalán como sometedora en cierta forma del resto de España desde hace varios siglos, dan lugar a un nacionalismo al que se le puede acabar el camino.

Permítanles decirles que más de uno de los que defendemos la unidad de España no nos reconoceríamos si hubiéramos nacido en un ambiente nacionalista-separatista. Lo que quiero decir es que todo tiene o puede tener una buena función si se encuentra el acuerdo preciso. El nacionalismo separatista existe, igual que el cargo público de Más e igual que Cataluña, el catalán, etc.

España no sería lo que es sin la costa de la antigua Corona de Aragón y su imperio en el Mediterráneo o sus logros conjuntos con la Corona de Castilla. Hay que ver entonces que aspectos de la realidad catalana son los positivos o los negativos para el conjunto: la dependencia económica y/o política del país con respecto a Cataluña ya ha demostrado ser perniciosa en la actualidad y además está relacionado estrechamente con intereses invasivos seculares por parte de Francia, miren sino el accionariado de Agbar, como ejemplo de empresa que controla un sector muy importante en España a través de otras empresas de distribución de agua.

No niego que el estado deba actuar con la fuerza si esto fuera preciso, aunque nunca es bueno. Y esto no depende exclusivamente de la parte en rebelión que ahora, por cierto, se saben en las últimas.

Es necesario que se reconozcan los pasos ya dados anteriormente. Los que han empeorado la situación, como privilegios en infraestructuras, presupuestos, prebendas empresariales y políticas deben ser rechazados terminantemente (incluyendo la cocapitalidad) ya que esto ha comprometido seriamente el desarrollo en el resto de España y ha generado, junto al País Vasco una situación continua de disputa, derroche e impunidad en el resto de autonomías.

No se puede culpar a los catalanes. Hay explicaciones a esta estructura económica que viene con los tiempos, pero básicamente ha tenido que ser así, hasta ahora….y no debe seguir siéndolo.

Los pasos que se deban dar para llegar a una paz social deben recoger los sentimientos afectados y tenerlos en cuenta de alguna forma. Ahí es donde entra en juego la creatividad y la salida a un problema que, como otros muchos, no se puede resolver: ni cediendo de forma literal a una petición injusta; ni colocando un parapeto que impida realizarse a un pueblo entero de alguna manera. Las posiciones polarizadas generalmente forman un mismo equipo para el desastre.

Espero que no tenga que ser así y estemos todos atentos, a ser posible despiertos, para que esta y otras cuestiones sean tomadas de forma constructiva.