Reflexión sobre las autonomías
Con la Segunda Restauración, vinieron la partitocracia y las autonomías. En los años 70 y 80 del siglo pasado se cometió uno de los mayores errores, o tal vez era esto lo planeado por la casta que lleva en el poder desde 1978.
A saber, la supresión del fomento de la conciencia nacional, a favor de la dinámica centrífuga de las reivindicaciones autonómicas, a lo que hay que añadir la ambigüedad del Título VIII de la Constitución, en referencia a la articulación territorial.
Luego vinieron las transferencias de competencias, entre ellas las educativas, fomentando el odio a lo español y el lavado de cerebro que fabricaría futuros independentistas. Todo ello, escudándose en una serie de reivindicaciones históricas y falsamente identitarias.
Sin embargo, la realidad ha sido excesivamente tozuda y ha demostrado que lo que nos querían vender como la definitiva articulación territorial de España en distintas autonomías, se ha traducido –aparte del vigente proceso de “desnacionalización” de España- en burocracias para la colocación de enchufados varios, despilfarro de dinero público a mansalva y robo a manos llenas.
La recreación de miniestados dentro del Estado, evidenciaban el trasfondo de estas reivindicaciones: el que los distintos líderes autonómicos y nacionalistas-separatistas, tuvieran su parcela de poder, era el de seguir siendo imperantes. Eso sí, imperantes a costa de la España que “les roba”.
Es en este contexto, donde hay que entender el desarrollo de las distintas corruptelas que se han descubierto, aparte de las ya conocidas, en el nuevo escándalo donde se ha visto envuelto el ex Presidente de la Generalitat de Cataluña, Jordi Pujol.
El desgaste, el fracaso y la inviabilidad de las autonomías es algo evidente, pero no se trata de defender una España centralista, sino reformar la articulación territorial y llevar a cabo una descentralización racional en el seno de un estado unitario, para una España en la que se respete y defienda su unidad e identidad nacional, así como las identidades de las comunidades que la conforman, cuyo nexo común es su intrínseca españolidad, como el equilibrio deseado para lograr erradicar la lacra del separatismo.
Cierto. Hay que reformar urgentemente la Constitución para que desaparezcan las autonomías. Con las Diputaciones Provinciales basta y sobra.
Aquellos que diseñaron, consintieron y firmaron este despropósito autonómico canceroso, deberían ser juzgados y sentenciados a la pena capital y sus restos esparcidos en estercoleros para mayor disfrute de roedores y otras alimañas.
Nunca antes tan pocos hicieron tanto daño.