BD.- Érase una vez una niña japonesa de ojos curiosos y piel de porcelana un tanto ingenua. Su amigo el Viajero le traía historias de sus andanzas a través del mundo. Ella escuchaba absorta las increibles historias que le contaba acerca de paísajes exóticos y costumbres extrañas.

El Viajero compañaba sus relatos con la exposición de objetos maravillosos que la muchachita nunca había visto ni nimaginado, traídos de países lejanos y misteriosos.

La rapaza no sabía que en los confines de la Tierra, más allá de los oceanos y las cordilleras vive una especie cuasi humana un tanto extraña, una tribu intermedia como nunca se había visto cosa igual el país de los Hombres Normales. Ese continente se llama Musul, y sus peculiares habitantes, mamíferos verticales de pulgar oponible, no se parecen en nada a los Humanos conocidos hasta ahora por nuestra inquieta y curiosa chiquilla.

Enterada de la existencia de esta extraña semi-humanidad decide ir a conocerla de cerca llevada por las fascinación de sus características de vida, a medio camino de la pesadilla y lo burlesco. Burlesco, porque desde las películas de Buster Keaton no se había reído tanto, y de pesadilla porque los habitantes de Musul, o sea los musules, se han fijado como meta hacer que todo el mundo sea como ellos.

Nuestra alegre infante parte a la aventura para descubrir un nuevo mundo, acompañado del Viajero, dispuesto a no dejar sola a su inquieta amiguita en medio de los musules y sus singulares costumbres.

Apenas llegado al país de los musules, el Viajero le dice que se debe poner una especie de bolsa de basura ambulante encima, al igual que hacen las hembras de esta curiosos sujetos, las musulas, conocidas como “las que no tienen cara ni cabeza”. La simpática y traviesa nipona se hace enseguida esta pregunta: ¿Cómo hacen los musules para reproducirse? El Viajero se queda en blanco: él también se hace la pregunta y no encuentra respuesta. El hecho es que los musules se reproducen, y mucho, a pesar de la escasa presencia visible de musulas en las calles. Incluso su ritmo de reproducción es anormal de acuerdo con los parámetros de los Humanos. En el País del Sol Naciente apenas los conejos se multiplican a ese ritmo. Lo que no ignora el Viajero es que los musules aficionan por sobre todo reproducirse, al punto que tratan de hacer participar a las hembras de 9 años en ese frenesí reproductor. Al parecer es su tradición y están muy apegados a ella.

En su deambular por el país de los musules, nuestra pequeña heroína acaba por ver a lo lejos lo que le parece ser una nube de cuervos. Al acercarse se percata de su error ya que se trata de un grupo de musulas.

El color de la especie de bolsa de basura que usan para cubrirse ha causado el equívoco. Esa inaudita prenda tiene una explicación, que el Viajero ha aprendido en visitas anteriores a estas comarcas: las musulas se esconden completamente debajo de esas especies de bolsas de basura porque han aprendido desde muy pequeñas que su belleza interior es mucho más importante que su hermosura física.

Como en realidad no tienen ni lo uno ni lo otro (el Viajero ha hecho la experiencia en persona, llevado por un interés puramente científico) las musulas se enfundan en esa bolsa de basura negra para convencer a los musules machos de su encanto y lozanía, ya que creen que si mostraran la delicadeza de sus rostros y la perfección de sus cuerpos todos lo hombres y hasta los camellos acudirían en tropel para fecundarlas de manera violenta y masiva, es decir que serían amadas a la manera musul. Para los machos de esta singular cabila la hembra musul es sólo un orificio que llenar y una bolsa de entrenamiento para ejercitar las artes marciales.

Así que toma sus precauciones y no sale a la calle más que embutida en un saco negro que la tapa de la cabeza a los pies. La fémina musula sabe que si una muchedumbre en celo llegara a sucumbir a la visión enfebrecida de sus curvas y sus morbideces, sería ella la que iría a la cárcel. Así es como ocurren las cosas en el país de los musules.

El Viajero le explica a la encantadora japonesita que las hembras musules tienen más o menos los mismos derechos que los burros y las cabras que tanto abundan en las comarcas de Musulandia. Sin embargo, las musulas no carecen totalmente de derechos. Tienen el derecho de respirar sin el permiso previo de su amo y señor y hasta el de comer, obviamente después de los musules del sexo contrario, y siempre aparte. Hay que entender, según ha averiguado el Viajero ante los propios musules sabios y letrados (llamados ulemanas. Todo musul con un QI de 36, muy superior a la media musul, es un ulemana), que todo esto es así para proteger a las musulas. Para protegerlas de qué o de
?quienes (salvo de las turbas de machos en celo), las limitadascapacidades de los ulemanas son incapaces de aclararlo.

Y eso que los ulemanas son la “crême de la crême”, la élite de esta especie. Su ciencia les da lecciones al resto del planeta. Estos repiten desde hace siglos que la Tierra es plana, que el sol se acuesta en un pantano, que el año lunar tiene 12 meses de 28 días, que la ORINA de camello es la PANACEA para todo tipo de males y demás adelantos científicos que provocan la perplejidad de nuestra pequeña protagonista. En efecto, en Japón no se enseña en las escuelas nada parecido. Y es que los japoneses están muy atrasados. ¡Todavía no han entrado en la modernidad!

La ingenua japonesita no saba apreciar la hermosa música local y el melodioso canto musul que se oye 5 veces al día, sin duda el “sonido más agradable sobre la Tierra”, al decir de los ulemanas y otros musules de bien.

El viajero le cuenta a nuestra aventurera que los habitantes del continente musul tienen un libro, un único libro llamado Qor-Ano. Para esta gente, este libro contiene todo el universo y todos los conocimientos universales en él. ¿De dónde proviene el título de ese libro? Su origen está en su mismo nombre, pero El Viajero duda en hacerle una lección de etimología de la palabra debido a la tierna edad de su inocente amiguita.

Cuando ambos son testigos de la insólita práctica musul de beber orina directamente del camello proveedor, deciden poner fin a esta excursión y volver al País de los Hombres Normales. En el camino de vuelta, después de rodear un amontonamiento de musules haciendo práticas de tiro con pedruscos a una bolsa de basura medio enterrada en un agujero, alcanzan a ver a una marea de musules medio desnudos dando vueltas a una enorme piedra negra. ¡Qué curiosas costumbres, que extraños comportamientos los del mundo musul!