1 . ¿Es Cataluña una Nación? «La grandeza de una nación no se mide por lo intenso de su población ni por lo extenso de su territorio, sino por la grandeza y la permanencia de su acción en la historia.»

Encontré esta frase, hace ya muchos años, en la página 29 de un libro titulado «Thunupa», escrito por el autor y político boliviano Fernando Díez de Medina, editado por Gisbert y Cía en La Paz (Bolivia) el año 1947.

2. Sobre el mensaje de don Juan Carlos

a) ¿Alguien me puede explicar por qué unos llaman mensaje y otros discurso a lo que dijo don Juan Carlos a los españoles la pasada Nochebuena a través de las cámaras y micrófonos de RTVE, y que fue retransmitido por todas las emisoras españolas de radio y televisión, con la significativa excepción de las vascas y catalanas dependientes de sus respectivas comunas que prefirieron mostrar así su falta de educación y del debido respeto a su Jefe del Estado?

b) No creo que nadie en su sano juicio pueda decir que todo marcha sobre ruedas en España, y no digamos en el mundo. La verdad es precisamente todo lo contrario: vivimos un confuso panorama político que, de no afectar tan vitalmente como lo hace a las personas y a los pueblos, bien podría constituir el núcleo central de una novela humorística o de una cómica pieza teatral.

Aquí y ahora, muy especialmente en España, se da como fenómeno natural y valioso que hagan todo lo posible por ser vistos como «progres» o de izquierdas quienes a lo largo de su vida siempre han sido -en persona o a través de sus padres y familias- de derechas. Para acreditar su progresismo, y como suelen carecer de ideas válidas, aceptarán -e incluso llegarán a propugnar y patrocinar- cualquier clase de sugerencias e iniciativas coloreadas de rojo; permitirán todo tipo de críticas contra el franquismo, aunque sean claramente infundadas, agrias, injustas o equívocas; incluso aceptarán sin rechistar que ofenda a la Iglesia, el Ejército o la Historia… Incluso los más avanzados de todos ellos protagonizarán o querrán asumir la dirección de algunas de esas empresas culturales o políticas, para limpiarse a sí mismos o limpiar a sus parientes de cualquier clase de impuras huellas, o para presentarse en público como más progresistas, independientes o centristas que nadie.

Quienes no tienen necesidad de justificarse, por haber mantenido siempre una inequívoca postura política o por haberla heredado de sus mayores o próximos, se aprovechan de tan cobarde actitud derechona para aumentar cada vez más su intransigencia, su soberbia e intolerante actitud de poseedores de la verdad social y política; la izquierda por antonomasia no está dispuesta a conceder la calidad y los derechos de beligerancia a ningún residuo del franquismo, a ninguna posible resurrección del inmediato ayer o a cualquier intento de construcción ideológica o práctica diferente de la suya.

Mereced a su intransigente postura han conseguido que la débil y cobarde derecha española haya destruido el mayor número posible de huellas de su pasado y que reniegue del mismo. Cobardía e intransigencia coinciden por ello en haber edificado y seguir construyendo la España de hoy sobre toda clase de ruinas; se diferencian tan sólo en que los cobardes estiman haber destruido ya lo realmente necesario, en tanto que los intransigentes manifiestan que todavía no se ha derribado lo suficiente. Y es que la izquierda, aunque ahora lo disimule por razones de eficacia, sigue siendo predominantemente marxista. Así lo demuestra, por ejemplo, su permanente adscripción a la lucha de clases. Y, a pesar de que el marxismo se encuentre pasado de moda, dos de sus principales características -el no conceder a quienes no sean sus conmilitones la más mínima posibilidad de tener algo de razón, o de hacer algo; el estar siempre dispuestos (tanto antes de alcanzar la victoria, pero sobre todo cuando pueden ejercer algún tipo de mando) a eliminar cualquier clase de disidentes o enemigos- siguen rigiendo sus pensamientos y sus pasos.