ORIGEN Y DESARROLLO DE LA FAMILIA
Gustave Le Bon.- Cuando dejamos atrás las edades del salvajismo o de la barbarie, las ideas, los sentimientos, las instituciones, las creencias se complican considerablemente. (…)
En todos los pueblos civilizados las instituciones están sometidas, al igual que las razas que las han fundado, a la ley de la evolución. Sin detenernos en el carácter sagrado, casi inmutable, que hemos terminado por darle a algunas de ellas, el filósofo debe tratar de remontar a las causas que las han hecho nacer y seguir paso a paso su lento desarrollo a través de las edades. En el momento en que comienza la historia, esas instituciones han alcanzado ya un cierto grado de elevación, y funcionan con regularidad. Pero están aún muy marcadas con el sello de la barbarie primitiva en el seno de la cual se han elaborado. Esas huellas de usos más antiguos, y el estudio de los pueblos inferiores, nos van a permitir indicar a grandes rasgos, la génesis de las principales instituciones y creencias. (…)
Comenzamos en primer lugar por el estudio de la más fundamental de esas instituciones, sobre la cual se apoyan todas las demás: la familia.
Al comenzar los tiempos históricos, la familia ya ha tomado una gran importancia y se muestra casi en todas partes como la unidad social. Es un pequeño estado dentro del Estado; el padre es generalmente el jefe absoluto. El patriarca antiguo, de aspecto suave y venerable, rodeado de sus hijos, de sus esclavos, de sus rebaños, (se nos representa) nos aparece siempre en la aurora de los tiempos conocidos más antiguos. Pero no siempre fue así. La familia humana no ha comenzado por el patriarcado; ha pasado primeramente por unas formas inferiores que algunas especies animales han logrado superar. En efecto, la promiscuidad primitiva, la comunidad de las mujeres en las primeras tribus, son hechos comprobados. (Por comunidad de las mujeres se entiende aquí la posesión en común de las mujeres del grupo por todos los hombres del mismo). (…)
El ejemplo de los animales nos muestra cuales fueron las primeras costumbres de la humanidad. Podemos representarnos nuestros primeros padres, vagando a través de las selvas y los páramos, como los grandes simios, en pequeños grupos, compuestos de un sólo hombre y sin duda varias mujeres, que se había apropiado por la superioridad de su fuerza sobre competidores más débiles, y que defendía de sus rivales. Fueron las primeras necesidades sociales tales como la necesidad de unirse y defenderse contra unos enemigos temibles lo que, reemplazando esos pequeños grupos aislados por la tribu, trajeron la comunidad de las mujeres, tan contraria al instinto animal de los celos sexuales, práctica que se da sin embargo en muchos pueblos salvajes, e incluso, por las huellas que han dejado, hasta en los tiempos históricos y en el seno de las civilizaciones muy desarrolladas.
En el oscuro periodo en que todo era peligro para el hombre, ignorante, sin armas, rodeado de fieras, forzado a luchar contra sus semejantes para obtener una miserable alimentación, el aislamiento estaba lleno de peligros, y la tribu se convirtió en la unidad en la cual se perdió el individuo, que no hubiera podido subsistir fuera de esta. La tribu, al poseer todas las cosas en común, poseyó igualmente en común a las mujeres y los niños.
La promiscuidad, al imposibilitar a un niño el conocimiento de su padre, hizo que su único pariente fuera primeramente su madre. Los pueblos primitivos apenas conocen de manera clara el lazo paterno. La promiscuidad primitiva sigue practicándose en muchos pueblos salvajes de la India, de América y de África. (…)
Pero lo que prueba mejor que nada la universalidad de esta institución en los tiempos preshistóricos, son las huellas numerosas que ha dejado en el seno de las primeras civilizaciones. Los más antiguos historiadores la mencionan. Heródoto, Plinio, Estrabón, Diodoro de Sicilia, la describen como existente en la época en que escribían, entre los galactófagos de Escitia y los habitantes de las Islas Británicas, por ejemplo. La prostitución prescrita por la ley religiosa que se observa en todo el antiguo Oriente, la consideración que rodeaba a las cortesanas, incluso entre los griegos, la costumbre de prestar a su mujer a su huésped, tan frecuente entre algunos pueblos, los sacrificios sensuales, practicados en los altares de Venus, son otros tantos restos de las promiscuidad primitiva. (…)
El prescribir la ley religiosa, guardiana fiel en todos los pueblos de las más antiguas costumbres, a la mujer entregarse a un extranjero antes de la boda, aquella no hacía más que mantener el reconocimiento de los antiguos derechos de la comunidad.
Además de esos usos característicos, la filiación por las mujeres y el matriarcado, tan fáciles de encontrar en los comienzos de la Historia, testimonian todavía de la universalidad del comunismo antiguo, en lo concerniente a la mujer.
El niño, que no conocía más que su madre, tomó de ella su nombre cuando los nombres existieron, y heredó de ella cuando las propiedades se transmitieron individualmente. En la Antigüedad hasta los Griegos, y aún en ciertos pueblos primitivos de Asia, África y entre algunos pueblos oscuros del sur de la India, la filiación por las mujeres, es decir el matriarcado, se ha prolongado hasta hoy. En el matriarcado sólidamente constituido, los tíos maternos (los hermanos de la madre) son necesariamente los parientes masculinos más cercanos de los niños, ya que este no puede saber quién es su padre. Los tíos lo tratan como un hijo y lo hacen su heredero. (…)
El estado que siguió a continuación a la comunidad de las mujeres fue una comunidad restringida llamada poliandría. Ya no fueron todos los hombres de la tribu que poseyeron a cada una de las mujeres, pero solamente algunos de ellos. Generalmente, los diferentes maridos de una sola mujer eran hermanos entre ellos. (…)
En la poliandría, al igual que en la promiscuidad, la filiación paterna es absolutamente imposible de establecer. En algunos pueblos que practican la poliandría fraterna (todos los hermanos poseen la misma mujer), los hijos son repartidos de la siguiente manera: el primero pertenece al mayor de los hermanos/esposos, el segundo al siguiente de los hermanos/esposos, y así sucesivamente. Es un primer intento, bastante torpe sin duda, pero un primer intento a fin de cuentas, de filiación paterna. La verdadera filiación paterna no aparece sino mucho más adelante, y la encontramos apenas establecida en los comienzos de los tiempos históricos.
Con el desarrollo del sentimiento de la propiedad y de los hábitos de conquista, la semicomunidad de la que venimos de hablar (la poliandría) llegó a restringirse más y más. En los tiempos en que la tribu era la única unidad, se tuvo que raptar mujeres de una tribu a otra, y eso es lo que hace que las uniones han permanecido, por regla general, exogámicas entre los pueblos salvajes. El primer jefe bastante poderoso para hacerse atribuir personalmente una cierta parte del botín arrebatado al enemigo trató sin duda de atribuirse la posesión exclusiva de algunas de las mujeres conquistadas. Estas se convirtieron en un objeto de lujo que se reservaban para ellos, mientras las poliandría seguía practicándose aún por la mayoría de los miembros de la tribu. Se tuvo mujeres como se tuvo rebaños o esclavos; los hijos de esas mujeres fueron igualmente la propiedad del amo, y considerados únicamente como esclavos de los cuales sacar provecho. (…)
Los términos de padre y marido fueron durante mucho tiempo el equivalente de propietario. El código indio de Manú, que sin duda ha registrado unos usos muy anteriores a la época en que fue redactado, no hace siempre una distinción muy clara entre los términos de propietario y de padre. Para él, quien desposa una mujer embarazada se convierte simplemente en el propietario de los hijos de esa mujer.
Así, fue en primer lugar por el derecho de conquista violenta que se estableció la propiedad exclusiva de un individuo sobre una mujer. Esta conquista no podía obviamente tener lugar más que sobre mujeres extranjeras a la tribu, y ahí sin duda nació la costumbre que encontramos aún hoy en la mayoría de los pueblos no civilizados de no casarse más que con mujeres extranjeras a la tribu. La costumbre de las uniones exogámicas ha sobrevivido así a la causa que la había producido. En muchos países, la violencia hecha a la joven novia es simulada en una ceremonia más o menos inocente (el rapto). (…)
Vemos, a través de todo lo que precede que la familia humana no fue en su origen esa institución al mismo tiempo religiosa y civil, principalmente fundada sobre sentimientos afectivos, que se ha querido ver en la base de todas las sociedades humanas. Ha pasado por muy lentas evoluciones, y las crueles necesidades de la barbarie primitiva la han hecho descender incluso por debajo de lo que es entre los animales. Es apenas si se ha desprendido de sus formas más toscas cuando se llega a los tiempos históricos. Pero pronto debía hacerlo, pues en las primeras civilizaciones, la promiscuidad antigua no aparece más que en forma de vestigio entre la mayoría de los pueblos.
Desde la más alta antigüedad clásica, la filiación paterna queda establecida, y la familia tiene como sólido fundamento la autoridad incontrolada del padre y el culto de los ancestros. En algunos pueblos, los primitivos Arios, por ejemplo, esta nueva forma de evolución había sido realizada incluso desde los tiempos prehistóricos. Apoyándonos como siempre, sobre la lengua de ese pueblo desaparecido, vemos que en él todas los lazos familiares estaban distintamente establecidos, y los grados de parentesco, padre, madre, hijo, hermano, tío, tía, sobrino, indicados como lo están entre nosotros.
La gran evolución, ya cumplida en todos los pueblos que estudiamos en este volumen (civilización caldeo-asiria, civilización judía, los Persas, los Medos, los Fenicios) y que entraron los primeros en la Historia, es el paso del matriarcado al patriarcado. Ya no es la tribu, sino el padre de familia que se ha convertido en la unidad social. La familia es entonces constituída con una gran solidez, monógama o polígama, el marido es el jefe absoluto. En Roma, el poder del hombre sobre la mujer era soberano; ella no era más que una esclava de la que la ley ni siquiera se ocupaba y sobre la que el marido tenía un derecho completo de vida o muerte. Los legisladores griegos no trataban a la mujer con más suavidad, y no le reconocían más que deberes y ningún derecho…
En la mayoría de las civilizaciones que examinamos en el curso de esta obra, el padre de familia es el jefe absoluto de un grupo compuesto por sus mujeres, sus hijos, naturales y adoptados, sus esclavos y todos sus parientes más o menos alejados. El tipo perfecto de este grupo es la curia romana: es esa familia antigua cuya extensión forma el clan de la Edad Media, otro grado de la evolución social. (…)
La leyes generales que acabamos de exponer nos han llevado al umbral del antiguo hogar, y nos permitirán comprender sus formas diferentes, sus usos, sus supersticiones, sus extrañezas y su grandeza en el seno de las viejas civilizaciones; pero no hay que considerar las páginas que preceden más que como las síntesis muy somera de hechos numerosos. El marco de este trabajo no nos permitía indicar más que los más esenciales. Hemos tenido que limitarnos a trazar las leyes generales de la evolución del casamiento y la familia, pero las necesidades locales han hecho variar considerablemente de un pueblo a otro la rapidez y las formas secundarias de esa evolución. en todos ellos, sin embargo, encontramos primero la promiscuidad general, que engendra necesariamente el parentesco por las mujeres; después la poliandría, forma restringida de la promiscuidad; y por fin la poligamia o la monogamia, con las cuales se desarrollan el parentesco paterno y el patriarcado tal como aparece en la aurora de las primeras civilizaciones.
Si hubiésemos podido estudiar aquí el casamiento y la familia en todos los pueblos primitivos, habríamos visto cómo son de variadas las costumbres que dependen de las leyes generales que hemos expuesto. Las necesidades locales han engendrado en los diversos pueblos los usos más contrarios a todas nuestras ideas modernas, como el casamiento entre hermano y hermana, los casamientos temporarios, la fidelidad conyugal alternando con una licencia autorizada por las costumbres, la prostitución practicada hasta el día del casamiento, para permitir a la mujer juntar una dote… (…)
Pero sean cuales hayan sido las formas diversas que las leyes religiosas o civiles o la simple costumbre han impuesto a las uniones entre los sexos, un hecho general se encuentra en todas partes, tanto entre los salvajes más primitivos como en las sociedades civilizadas de Grecia y Roma. En todas partes la mujer no es considerada más que como un objeto de propiedad obtenido, como todas las propiedades, por vía de conquista, compra o cesión. Es la cosa de su amo de la misma manera que su caballo o sus armas, y puede ser alquilada, prestada y vendida.La emancipación es la obra de las sociedades modernas, y la posibilidad de esa emancipación no fue ni siquiera imaginada por el mundo antiguo. (…)
En las formas más diversas de la unión entre los sexos, poliandría, poligamia o monogamia, el contrato de casamiento nunca fue para ella otra cosa que un contrato de servidumbre. Los 5 o 6.000 años de esclavitud, sin hablar ya de los tiempos prehistóricos, que han pesado sobre la mujer, también han pesado sobre el desarrollo de sus sentimientos y su inteligencia. Hoy estamos tratando de instruirla y emanciparla. El porvenir dirá que podrá resultar de esa tentativa. Sólo podemos decir que no será la obra de un día. El abismo intelectual y moral creado entre el hombre civilizado moderno y la mujer, por unas acumulaciones hereditarias seculares, necesitarán sin duda muchos siglos para ser colmado.
Gustave Le Bon, “Les Premières Civilisations”, 1889.
La poligamia es propia se sociedades con éxito y en expansión y permite propalar mejores genes. Más nos valdría una poligamia institucional para repoblar el campo en Europa con europeos. La libertad de contrato entre los individuos tendría que permitir legalmente esta posibilidad. No se trata de poseer más mujeres sino de dar cabida en una familia más extensa a las mujeres que lo deseen, puedan aportar su fecundidad y, sobre todo, prefieran procrear con los machos de más valía. Una institución así permitiría ordenar también el caótico panorama familiar actual que, como en el de la Roma clásica, ha… Leer más »