En la imagen, el lugar donde residía la agresora

BD.- El 9 de diciembre de 2012, a las 3 de la madrugada, en la discoteca Le Kiss de la localidad francesa de Juan-les-Pins (cerca de Niza), Ndéyé Oumy Fall (conocida en el ambiente como Maya), senegalesa de 24 años, siente de pronto la necesidad de ir urgentemente al lavabo. Varias jóvenes esperan ante las puertas de los servicios. La senegalesa se cuela delante de todas. Ese comportamiento no es apreciado por Pauline, una joven francesa de unos 20 años, que la agarra por el brazo. En respuesta, Maya le muerde el pulgar hasta hacerle sangre. Pauline empieza a sangrar abundantemente. Ante los gritos el servicio de seguridad del local, sin pedir ni escuchar explicaciones de la agredida, la saca a la fuerza a la calle.

Durante una hora, Pauline, que cree que sólo ha perdido una uña con el mordisco, espera que su agresora salga de la discoteca. Al final, un portero se interesa por ella y le desinfecta la herida con vodka, y le aconseja acudir a un hospital.

En el hospital, la joven francesa se entera que la primera falange del pulgar de su mano izquierda no se aguanta más que por un tendón. Su agresora le ha literalmente arrancado el dedo, y hasta le ha triturado el hueso. Ante la gravedad de la herida los médicos amputan el dedo.

Cinco meses más tarde la senegalesa es identificada y detenida. Ante el juez reconoce los hechos imputados pero se justifica acusando a Pauline de haberla agredido primero. Después de una noche de discotecas y alcohol, ya no era dueña de sus actos, según ha expuesto en el juicio. “Posiblemente ha mordido, y ella (la víctima) ha retirado su dedo antes de que dejara de apretar los dientes. De ahí el pulgar arrancado”, ha explicado a modo de defensa el abogado de la africana.

El juez la ha condenado a una pena firme de 18 meses de prisión y otra de expulsión del territorio francés al término de su condena con prohibición de pisar Francia en 5 años. La senegalesa estaba en Francia de manera ilegal.