Enrique de Diego.

Enrique de Diego.- Es inmoral, altamente inmoral, que la Conferencia Episcopal sea la propietaria de una televisión cuya finalidad no es evangelizar, sino apoyar al PP y moverse en pautas comerciales con el respaldo del dinero de los católicos que ponen la crucecita en su declaración de la renta. Es altamente inmoral que el dinero de los católicos se dedique a pagar el contrato de Antonio Jiménez o de Ramoncín o de Nieves Herrero.

Rouco, cuyo reino sí es de este mundo, y tiene su capital en Génova 13, sí paga traidores como Antonio Jiménez. La obsesión de Rouco es hundir Intereconomía para que aflore esa parodia de Intereconomía que es 13TV, donde se miente con histeria a favor de la casta, de sus privilegios y de la mafia pepera; donde no se combate la corrupción sino que se le da respaldo. Y favorecido por esa obsesión de Rouco, una auténtica plaga de irenismo centrista y amoralidad pepera que le ha caído encima al cristianismo en España, Antonio Jiménez ha encontrado acomodo a su traición. Porque lo suyo se llama traición.

Jiménez es un perfecto inútil y es más vago que la chaqueta de un guardia, tan vago incluso como su señorito Mariano Rajoy. Es una nulidad profesional que ha tenido para su lucimiento el prime time de Intereconomía durante seis años y el trabajo de todo el Grupo a su servicio. Julio Ariza, cornudo y apaleado, le hizo incluso la producción durante mucho tiempo, aunque Jiménez fue derivando hacia un formato plano según su tendencia al mínimo esfuerzo.

Jiménez no sólo es lacayo sino que presume de ello. Cada día recibe en su móvil el argumentario del PP, como un politicastro más, y lo sigue a pies juntillas y con frecuencia lo enseña. Ha sido el mejor amigo de los corruptos, defendiendo a capa y espada a toda la trama Gürtel, con una pasión que sólo puede darse en quien ha perdido cualquier referencia deontológica y sólo se mueve por estrictos intereses crematísticos. Ni Julio Ariza se merecía una traición con tan poco estilo, tan torticera, porque Jiménez no sólo se ha ido de un barco que se hunde sino que ha dado el salto directo al barco que lo está bombardeando. Triste paradoja la de Ariza que siempre quiso que, en su calidad de católico oficial, la Conferencia Episcopal le entregara la COPE y que ahora se encuentra que la Conferencia Episcopal le ha puesto la proa, que ha contratado a los tertulianos de menor nivel con la cláusula de que no pueden ir a Intereconomía y que ahora ve como en quien ha personalizado la cadena se marcha dando un portazo y clavándole la daga en la espalda. Todos lo vimos venir desde el principio menos Ariza.

Auguro que Antonio Jiménez será un desastre completo para 13TV y para COPE porque es muy mal profesional, porque aburre a las ovejas, porque hace tiempo se ha convertido en un muñequito del PP, porque carece de ideas y de interés, y porque ya ha puesto a Rouco, y al ‘kiko’ Barriocanal, en evidencia. Pura casta, sucia casta, nauseabunda casta.

No se debe poner la crucecita por imperativo ético, por amor a la Cruz de Cristo, a la auténtica, a la que lleva a la defensa de los indefensos frente a los lobos, porque no tiene sentido alguno pagarle la nómina a Antonio Jiménez en nombre del cristianismo.

Esta Iglesia de Rouco no es Madre y Maestra, es una sierva del PP que se arrastra sobre sus vómitos a cambio de financiación; tiene los seminarios vacíos, las iglesias cerradas y una radio y una televisión que lo mismo podrían tildarse de católicas que de francmasonas y que no son otra cosa que voceros del PP, que defensores a ultranza, hasta la histeria, de los privilegios de la casta y que cuando alguien se manifiesta contra la corrupción y el latrocinio piden que la Policía les pegue más fuerte.

Poner la crucecita es favorecer a quienes están hundiendo a los españoles. Poner la crucecita es apostar por la desaparición del cristianismo de España que es lo mismo que apostar por la desaparición de España. Por ética y por estética, por vergüenza torera, por dignidad, no hay que poner la crucecita y extender esa consigna salvadora. Que Rouco hunda a la Iglesia con su dinero, no con el de los católicos, no con el de los contribuyentes. Vade retro, Rouco.