Fernando Mogaburo.- Como militar no concibo una Cataluña independiente de España, pero como historiador no veo impedimento en analizar de forma fría y científica los motivos esgrimidos reiteradamente por sus partidarios:

1. Cataluña no está separada geográficamente de España, al contrario que Irlanda.

2. Cataluña no tiene una historia diferente de la española, al contrario que Portugal.

3. Cataluña nunca ha sido un Estado independiente, al contrario que Escocia.

4. España nunca se anexionó Cataluña, como hicieron los otomanos con las naciones balcánicas.

5. No hay diferencias genéticas entre catalanes y andaluces, pero sí entre los tuaregs de Arzawad y los subsaharianos del resto de Malí.

6. La sociedad catalana no se concibe sin el aporte de millones de inmigrantes de otras regiones españolas, al contrario que Kosovo, donde los invasores albaneses apenas se mezclaron con los nativos serbios.

7. Los catalanes profesan la misma religión (o falta de ella) que el resto de españoles, al contrario que palestinos y judíos.

8. La lengua catalana no sólo no está perseguida, sino que es cooficial junto al español, algo que no ocurre en Francia con el bretón o el occitano.

9. La cultura catalana presenta rasgos diferentes a las de otras regiones, pero también las diferentes provincias catalanas tienen manifestaciones culturales diferentes entre sí.

10. La riqueza económica de Cataluña no muestra un robo continuado del Estado español, más bien una política proteccionista y fuertes inversiones públicas en perjuicio de otras regiones, algo que no hizo el Imperio Austriaco en Hungría.

11. Los catalanes no son propietarios del territorio que habitan, lo han recibido en herencia compartida junto al resto de españoles, generación tras generación, durante quinientos años.

La lógica advierte que cuando un argumento parte de premisas falsas, sólo puede conducir a una falacia. Y eso puede considerarse el exigir la independencia basándose en argumentos que no sean racionales, sino sentimentales. En un Estado democrático, no puede obligarse a ningún ciudadano a seguir siéndolo en contra de sus propios sentimientos, pero sólo hay tres posibles soluciones:

1. La emigración: Iberoamérica ha recibido históricamente a millones de españoles que no estaban conformes con la política, la sociedad o la economía metropolitana.

2. La violencia: un recurso que le falló al IRA y a ETA, y que nadie espera de una sociedad tan pacífica como la catalana.

3. Las urnas: algo factible siempre que se haga de acuerdo a la ley, es decir, previa autorización del Parlamento y consultando al conjunto del pueblo español, en quien recae la soberanía sobre todo el territorio nacional, lo habite quien lo habite el día del referéndum.

Así pues, el principal punto de fricción entre los independentistas y el resto de españoles, no es tanto el “sí o el no” al referéndum, sino su amenaza de convocarlo “sí o sí”, lo que les situaría, por tanto, al margen de la ley y les reportaría gravísimas consecuencias:

1. Penales para quien lo promoviese, especialmente si fuese un funcionario público.

2. Políticas: la expulsión de la Unión Europea, quizás para siempre debido al inevitable veto a la solicitud de ingreso por parte, tanto de España, como de otros países celosos de su propia integridad.

3. Económicas: la suspensión del Tratado Schengen de libre circulación de personas y capitales, la salida del euro, el establecimiento de aranceles fronterizos, el encarecimiento del coste de la vida y una probable quiebra fiscal ante la incapacidad de asumir la parte proporcional de la deuda española, y hacer frente simultáneamente al coste de las nuevas instituciones estatales.

Un futuro nada halagüeño que debería explicarse concienzudamente a la población catalana para que sea consciente de lo que realmente exige. No obstante, como parte que es de nuestra nación, debieran adoptarse todas las reformas necesarias para que dejara de sentirse agraviada económica, política o culturalmente por el resto de España. Ello pasaría por:

1. Buscar un mejor concierto económico y fiscal que permitiese un aumento de las inversiones en Cataluña proporcional a sus aportaciones, sin perjudicar al fondo de solidaridad interregional.

2. Desarrollar el autogobierno hasta los límites contemplados en la Constitución, y que no se diferencian más que semánticamente de un Estado federal. A cambio, exigir a la Generalidad que garantizase el respeto por los símbolos e instituciones del Estado en todo el territorio catalán.

3. Favorecer la lengua y la cultura catalana como patrimonio de la nación, pero sin que ello suponga merma alguna en los derechos de los hispanohablantes en Cataluña y de otras comunidades con lengua vernácula.

Por último, creo que el gobierno central debería ejercer un mayor control de la educación para impedir que la población española pueda ser fácilmente manipulada, especialmente aprovechando tiempos de crisis económica, por desconocer su propia historia, un patrimonio común que debiera ser motivo de orgullo para todos y no una vía para separarnos.

*Militar y licenciado en Historia