AP.- Nunca la palabra ‘telebasura’ tuvo un significado tan zafio y surrealista. Nunca fue tan dramática la idiotización de un país que asiste impertérrito a su ruina, llevado de la mano de una caterva de mediocridades y liliputienses intelectuales. Mientras la economía y la propia sociedad se desploman, la plebe asiste al anfiteatro del mal gusto encantada y se ufana de su propia vulgaridad.

El hedonismo más decadente se convierte en ley por decreto, y mientras se puede escarnecer al papa, o a los propios monarcas, se castiga severamente emplear adecuadamente el diccionario de la Real Academia para llamar maricón al que lo es, y se nos quiere hacer comulgar con ruedas de molino haciéndonos creer que la homosexualidad es tan natural y saludable como la heterosexualidad. Por lo visto el SIDA nunca existió. Al gremio ‘gay’ se le consiente todo. Incluso el cordón de seguridad para preservar la integridad del Sumo Pontífice ‘hizo un oportuno hueco’ a unos cuantos sodomitas arrendados para que se comiesen los morros en presencia del Santo Padre para escandalizarle. ¡Qué machos son estos maleducados ‘gayriconazos’ ejerciendo de gamberros!

Fútbol a granel y chismorreo enlatado para desayunar, para almorzar y para cenar. Ésa es la dieta intelectual de un pueblo que confunde el mariconeo con la libertad. La realidad ha acabado superando a la ficción en un país que ya sólo es una burda caricatura de sí mismo. España se ha convertido en una mala película de Almodóvar (como todas) interpretada por mariposones, arpías y yonquis. A esto se reduce el legado de ZP. Ruina y podredumbre por doquier. El empobrecimiento de España no es sólo económico.

En medio de tanta absurdidad, se castra a la opinión pública disidente imponiendo el catecismo de lo políticamente correcto. Es la tiranía de una minoría de progres bien pagados, que surgieron de las cloacas del mismo régimen del que ahora reniegan, pero en un cuyo regazo crecieron y se hicieron hombres-mujeres, con el ‘Cara al Sol’ como canción de cuna.

De tan paritarios que somos, ya nos hemos asexuado para convertirnos en hermafroditas, para llevar así hasta sus últimas consecuencias la ley del talión de la igual-da de género. Del género papanatesco, cabría añadir. Mamarrachadas regurgitadas por las gargantas profundas y hediondas de papagayos y papapollas. Esperpénticos saltimbanquis, bufones sin gracia que pretenden pasar por abanderados de una revolución cultural que caducó cuando aún eran embriones indultados en los vientres de sus madres. Bellacos, follones y gentes de mal vivir, que diría don Quijote. Pero ahí se equivocaría el insigne hidalgo; porque estos rufianes viven muy bien a costa de todos nosotros.