Debería darles vergüenza a los nacionalistas caer en la guerra de cifras de estas últimas horas para desacreditar una concentración que les ha hecho mucho daño. Primero, porque es la primera vez que en Cataluña miles de personas abarrotan un espacio acotado hasta ahora por los separatistas para proclamar. de la forma tan ejemplar que se hizo, que Cataluña no se entendería nunca sin España ni España sin Cataluña.

Pese a las amenazas recibidas en las horas previas a la concentración, pese al silencio mediático, pese a los rigores climatológicos y a pesar de todos los pesares, la plaza de Cataluña fue un hervidero de catalanes que reivindicaron, como nunca antes se había hecho, su españolísima condición. Particularmente lanzo un mensaje a los separatistas rabiosos que me retaron a visitar Cataluña con actitud mafiosa y desdén altanero. No sólo estuve en Cataluña, sino que decidí ser yo quien hiciera las entrevistas a una vasta representación de la multitud congregada. Sobre todo, me quedo con el testimonio honesto y espontáneo de la chavalería catalana, a la que induje a cantar el himno español en el punto más emblemático del catalanismo, llamamiento que fue secundado de forma entusiasta. Así que ya lo saben los conspicuos voceros del matonismo catalanista: el director de AD estuvo en Cataluña con parte de su equipo, se dejó ver por todos los que quisieron acercarse y logró que una multitud de jóvenes profanara el templo urbano del catalanismo con los acordes, ahí es nada, del himno español.

La comunión de AD con los catalanes presentes en la plaza de Cataluña fue total y absoluta. Y no sólo con ellos. De todo ello les ofreceré detalles en el programa televisivo del próximo jueves.

Hoy lo que toca es agradecer a los catalanes que reafirmaron su vocación española y su compromiso con España. La imagen de portada muestra claramente lo patéticos que están resultando los intentos de los nacionalistas por desacreditar una concentración que llenó de decencia, de esperanza, pero sobre todo, de futuro, las calles de Barcelona. El objetivo de los organizadores era llenar la plaza, y se llenó. Sobran las discusiones al contemplar dicha imagen.

Por otra parte, si tuviera que quedarme con el dato más relevante del acto de reafirmación españolista, además de la aplastante presencia de jóvenes y adolescentes, me quedaría sin duda con el hecho de que todos los asistentes, absolutamente todos sin excepción, eran catalanes y españoles de origen. ¡Qué diferente este dato de la marea de gentucismo que anegó la manifestación por la independencia del 11-S!

Si el separatismo no hubiese degenerado tanto las mentes como para terminar cayendo en la más pura demencia, a Artur Mas este dato debería inquietarle más que la cantidad de dígitos utilizada por unos y por otros para poner en alza o en declive la concentración. Cataluña sólo puede construirse sobre los pilares de toda esa gente de aquí que encarna unos valores espirituales, una homogeneidad cultural, una ética y unos principios tradicionales que, por ejemplo, hicieron posible la eclosión económica de Cataluña a finales del siglo XIX y mediados del pasado siglo. La apuesta por esa otra Cataluña a la que se aferra hoy el nacionalismo de pandereta nos llena en cambio de preocupación. ¿Qué cosa grande podría construirse sobre la base social de esas miles de personas desarrapadas, cultural y moralmente desestructuradas, que protagonizaron la manifestación babélica del 11 de septiembre? ¿Qué grado de degeneración y degradación ha hecho mella en los dirigentes de CiU para apostar por la Cataluña grotesca y amalgamada del 11-S antes que por la Cataluña guapa, aseada y juvenil del 12-O?

Ya que los dirigentes de CiU parecen haber perdido definitivamente la dignidad, el sentido común, el decoro y la vergüenza, apelo al menos a sus bases y a la sociedad tradicional catalana para que pongan freno a esta apuesta suicida, en infeliz consorcio con lo más chusmoso de la sociedad catalana, por el soberanismo. De la Cataluña cochambrosa y pringosa del 11-S a la del viernes dista un abismo. Del perroflauta asexuado del 11-S a la familia catalana unida del 12-O dista un abismo. De la bandera marroquí a la señera catalana dista un abismo. De la mezquita de Tarrasa al monasterio de Montserrat dista un abismo. La misma diferencia que habría entre una comida de fiambrera y un menú degustación de Ferrán Adrià.

En definitiva, que estos catalanes aún en fase de ser recuperados no dejen que el resultado de la elección dependa de quienes ya han perdido para siempre el sentido del gusto, del orden y de la estética. Que para paladares atrofiados, los kebabs que inundan Cataluña se bastan solos.