El atentado de la calle Correo
José Alfredo García Fernández del Viso/Fundación Franco.- El 13 de septiembre de 1974 estalla una bomba dentro de la cafetería madrileña denominada Rolando, en la céntrica calle del Correo, concretamente en su número cuatro, por tanto, a escasos metros de la entonces Dirección General de Seguridad.
El resultado fue de 13 muertos y varias decenas de heridos muy graves, de ellos dos cadáveres integraban el Cuerpo Nacional de Policía. Fue uno de los más graves atentados ocurridos a lo largo de nuestra historia, con el agravante de indiscriminado, y es que podemos afirmar tras 38 años del luctuoso suceso, su marchamo de indistinto obviando cualquier tipo de víctima. Constituyó un modus operandial que, por desgracia, se fue acostumbrando la sociedad española al asistir impasible a masacres por el estilo no haciendo absolutamente nada por impedirlo, sólo tristes manifestaciones con manos pintadas que de poco sirven,
sólo para que los terroristas se mofen y brinden desde las cárceles con cava.
Al poco tiempo de realizarse semejante fechoría se producen las primeras detenciones, no olvidemos que estamos en el año 1974, donde aún las fuerzas de orden público eran precisamente eso, fuerzas, serias y con un compromiso sin igual en pos de la Patria, difícilmente a aquellas fuerzas se les habría escapado el asesino de Marta del Castillo o de los hermanos quemados en Córdoba.
El atentado no fue reivindicado como se esperaba por alguna banda terrorista de entonces, bien ETA, GRAPO oFRAP. Era un golpe con demasiados muertos dónde había niños y niñas de por el medio, y nadie quería hacer frente a la masacre perpetrada.
Sin embargo son detenidas cerca de una veintena de personas donde, para sorpresa de la opinión pública, no son sólo vascos los implicados sino que destacan, entre los mismos, personajes del partido comunista de entonces, como la escritora Genoveva Forest, esposa del también escritor Alfonso Sastre o el Director de Teatro Vicente Sainz de la Peña, entre otros.
Por fin el terrorismo en España mostraba su verdadera faz, la izquierda, unida y en comparsa, esa izquierda fundada sobre principios antipatriotas actuaba de un modo indiscriminado con un único objetivo; romper y destruir la nación española.
No podemos olvidar como los miembros del mal llamado “movimiento de liberación vasco” se declaran como izquierdistas separatistas, por lo que su actuación con otros entramados de la izquierda fue siempre algo habitual y común en ellos.
Ese partido comunista, él mismo que causó tanta desazón y terror en nuestra Patria durante otros años pasados, volvía a emerger mostrando su verdadera cara y, por tanto, quitándose esa careta absurda de cara a la opinión pública. Sus miembros, como los de la organización terrorista ETA, fueron encausados judicialmente a duros años de cárcel. Lo hicieron tribunales del anterior sistema, ese que era implacable con los delincuentes y asesinos, a la vez que protector con las víctimas, no olvidándose de ellas nunca. Sin embargo, su final se hallaba cerca debido a la muerte del jefe del Estado, seguida de una traición de todos los entes del sistema; político, económico, judicial y eclesial.
De pronto se instaura un “buenismo” alarmante, donde el todo vale y las víctimas se convierten en verdugos, mientras los verdugos son las víctimas, es decir, el mundo al revés.
Fruto de ello, será la ley de Amnistía del año 1978, promulgada por el gobierno presidido entonces por el ex falangista Adolfo Suárez y como no sancionada por el actual Jefe del Estado, Don Juan Carlos.
Debido a tan magnífica Ley, terroristas confesos, asesinos palmarios, enemigos de España, son liberados en masa para regocijo de sus fechorías.
Y como no, los comunistas, izquierdistas y vascos terroristas causantes de la matanza de la calle Correo en Madrid, son liberados y recibidos en sus casas como auténticos héroes. Después de cuatro años, con condenas en firme, el nuevo sistema democrático instaurado por medio de la más alta felonía que se pueda recordar, saca a la calle a los verdugos encapuchados, mientras las victimas se pudren en los cementerios.
Las cortes españolas aplauden con todos sus miembros puestos en pie semejante disparate, es decir, los cuerpos destrozados y mutilados, las viudas y huérfanos tienen que aguantar a sus asesinos campeando a sus anchas por las calles por obra y amor de la naciente, según ellos “democracia”.
Ni un solo recordatorio, ni una placa, ni un homenaje. Hoy pocos se acuerdan de aquella masacre en el corazón de la capital de España. No interesa recordar, es mejor olvidar a las víctimas de entonces para que las generaciones venideras se olviden de lo sucedido. Los gobiernos de distinto color se han sucedido, pero la tónica a los muertos de la cafetería Rolando, como a la de tantos otros, me viene a la memoria otra cafetería, California, ha sido y es siempre la misma, olvido y más olvido.
Tras 38 años continuamos prácticamente igual, las victimas se han seguido produciendo, y sus asesinos poco a poco han conseguido sus propósitos, bien saliendo de las cárceles o bien ocupando cargos políticos renumerados por medio del erario público.
Hoy no se ha hecho una nueva ley de amnistía, pero los mecanismos para conseguirla se producen bajo el manto protector de este sistema demoliberal totalmente pernicioso para España. Sin ir más lejos, bajo un gobierno también como el del 78 de centro derecha, bajo “otro” Suárez denominado Rajoy, y con el mismo Jefe del Estado que entonces, un asesino palmario con varias muertes y secuestros calamitosos a sus espaldas será liberado por razones humanitarias debido a una enfermedad terminal. ¿Y los terminales enterrados por culpa de este espécimen? ¿ Y sus familias?
Al igual que en el 78 el Estado vuelve a hacer de las suyas y bajo pretexto de una enfermedad pondrán de nuevo en la calle a un asesino y a un enemigo de España, el cual será recibido como un héroe. No es nada nuevo, estamos acostumbrados a semejantes felonías, los entierros por la puerta de atrás, los féretros olvidados, y las victimas vilipendiadas es algo común a este sistema demoliberal.
La cuestión es ¿hasta cuándo?