Por C. Dermul/Remitido.- Uno pasea por los digitales –hace tiempo dejamos de creer en el “papel” o las TVs y apenas hay frescura en las ondas radiofónicas-, en busca de noticias. Ávidos ojos que recuerdan columnistas, periodistas, comunicadores valientes porque anunciar buenas nuevas se consiguen en agencias, pero esos viejos maestros de ofrecernos lo que realmente importa, o han muerto o se han convertido al lacayo vil metal para alimentar a sus hijos. Hijos que verán segado un derecho: a informarse, y otro: a formarse en valores como la verdad. Pero hoy es distinto, buceo en unas aguas donde la rara perla habita y así con la sorpresa del encuentro entro en Alerta Digital. Alerta me pongo y el suculento almuerzo que se me regala me hace acordarme del personaje objeto del elogio: Enrique de Diego.

No siempre le he seguido, mi trabajo –aunque vayamos engrosando las filas del desánimo o del IMEN-, me tiene siempre con el pie en el estribo de las idas. Enrique de Diego el hombre que muestra su enojo en las ondas con esa pasión de los antañones hombres que trascienden épocas. Defiende siempre a lo que el denomina –hace muchos, muchos años- clases medias, de esa “casta parasitaria” –aserto indiscutible-.

Años, digo, en que le he visto subirse a púlpitos de plazas, llenar la pantalla frente a compañeros de tertulia que asombrados parecían no querer oír, ver o decir, lo que el espectador, seguro, recibía como un regalo: la verdad. Ha llenado las ondas de conminación a la rendición de los traidores a España: “Zapatero o Mariano ¡ríndete! Te tenemos rodeado”… Le he seguido, a distancia, en no pocas concentraciones, y sé que allí en Alicante se midió ya contra los poderosos. Sé de las hazañas que han jalonado su trayectoria, y confieso que no siempre entendí.

Pero como digo, hoy es distinto, Armando Robles me ha hecho reflexionar y asintiendo a cada párrafo que me he tomado como el bocado de manjar que se me ofrece, sí, me sumo a ese elogio porque de todos los llamados periodistas que uno ha seguido, ni uno ha salido a la calle a luchar por nada. Qué cómodo era terminar un programa o columna y salir a la calle a tomarse la cerveza y ser saludado como si fuera alguien precisamente por quienes sufren el sistema al que solo se ha criticado. D. Enrique no, siempre anda organizando alguna marcha, acción, contra esa casta.

Saldré con vosotros, iré con vosotros y aquí os dejo esta nota en gratitud. Me habéis devuelto la esperanza y recordado de qué pasta estamos hechos los españoles. De coraje, de inamovible sentido de lo que es moral, de poner al poderoso de rodillas cuando ha tratado de ningunear al pueblo. ¡Que bella estampa la de los Comuneros!. Que hermosa Agustina de Aragón. Los miles de caballeros villanos, primero luchando y cayendo y luego viendo a los reyes – de esos que morían por uno-, cabalgando en Las Navas. Nuestro Lepanto… y nuestra post guerra civil intentando cerrar toda herida en ambas aceras de este pueblo antiguo y orgulloso.

Ya nadie, y yo voy rolando en ese barlovento favorable, discute que la transición, culminando en esa Constitución de 1978, fue una mentira y gorda. Tienen un reto. Tienen ustedes dos una profesión que les da el arma más hermosa: la palabra. ¿recuerdan al pregonero, al aguacil? “Se hace saber…”, que se haga saber que los héroes han nacido del propio pueblo, como el Cid que cita usted D. Armando. Tenemos una España cuyos hijos no ven del todo hecha añicos, aunque caminen sobre los cristales rotos de un escaparate tras el que nada queda.

Queda Enrique de Diego, jamás vendido, jamás comprado. Queda o surge alertadigital.com, y otro valiente Armando Robles. También yo juré bandera, y no serviré a otro señor más que a mi Patria, ni a otro dueño más que al pueblo, ni a otra gloria más que a la de Dios.

Con infinita gratitud, un viejo hombre que da el paso al frente.