Escribo al filo del cierre de la campaña electoral andaluza, cuando las encuestas, públicas y privadas, dan mayoría absoluta a la candidatura popular de Javier Arenas. Hace quince días, en otro medio, anotaba que, dadas las circunstancias, lo que aconteciera a lo largo de estos quince días de propaganda política, de promesas más o menos demagógicas y de demostraciones palpables del arte de aparentar decir algo sin llegar a decir nada sería decisivo. Parece lógico pensar que, finalmente, la sucesión de noticias sobre la corrupción andaluza, sobre el patio de monipodio en el que se había convertido el gobierno tras décadas de gobierno socialista, han acabado hundiendo la tímida recuperación que había experimentado, al viento de las primeras reformas gubernativas, la candidatura de José Antonio Griñán.

Dejémoslo claro. Las elecciones van a tener más que un vencedor, Javier Arenas, un perdedor, José Antonio Griñán. Es el PSOE el que pierde las elecciones y no el PP quien las gana. El hastío, el cansancio, el abuso del clientelismo, la corrupción, la pérdida de peso de la alienación que, a través de la propaganda institucional, ha sojuzgado a los andaluces junto con el desastre sin paliativos que ha sido el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero serán los responsables de que el socialismo pierda las elecciones en su principal granero de votos, transformándose en la primera derrota del nuevo secretario general del partido, Pérez Rubalcaba.

El Partido Popular será, como ya se preveía extrapolando los resultados de las recientes generales, el partido más votado. Lo habrá conseguido con una táctica consistente en no decir más que obviedades, palabras y frases tópicas sobre un futuro maravilloso. En Andalucía, Javier Arenas ha seguido fielmente la afamada doctrina Arriola: no comprometerse a nada, no atacar al contrario, no dar más que buenas sensaciones esperando que el desgaste del contrario permita el triunfo. A ello ha colaborado, entusiásticamente Mariano Rajoy y su gobierno. Para nadie es un secreto que el gobierno ha retrasado conscientemente, hasta donde le ha sido posible, el anuncio de las medidas de ajuste que aflorarán después del 25-M, al igual que ha atrasado la publicación, pese a la presión de la Unión Europea, de lo que serán los Presupuestos para el presente año.

Prefiriendo, de este modo, asumir el riesgo de tener que pagar un sobrecoste económico antes que permitir que la izquierda pudiera, mediante una pinza, mantenerse en el poder en Andalucía.

Para el Partido Popular era fundamental evitar que territorialmente quedara una Comunidad importante, como Andalucía, en manos de la izquierda. Mariano Rajoy necesitaba, de cara a los ajustes que tendrá que imponer y a lo que constituirá el eje de su proyecto político, que la izquierda no tuviera un reducto de poder que presentar como laboratorio alternativo. De ahí la importancia que tenía ganar en Andalucía. No siendo tan fundamental como pudiera parecer la necesidad de salvar políticamente a Javier Arenas.

Queda por ver si en Andalucía se produce la continuidad de la quiebra del modelo bipartidista por la izquierda, confirmando la tendencia que ya se puso de manifiesto en las recientes elecciones generales. Mucho más complejo es que esa ruptura se produzca entre el electorado no socialista, pero el apoyo que se brinda a estos grupos es lo que los fundamenta en estos momentos como grupos políticos de presión capaces de ofrecer alternativas distintas, capaces de pronunciarse por temas tan prohibidos como la decisión anunciada por Alternativa Española de poner fin al Estado de las Autonomías en estas elecciones.

*Portavoz de Alternativa Española (AES) y catedrático.