Cristina Kirchner.

Ester Sisack/Colaboradora de AD.- … las denuncias por corrupción en alta escala del Vicepresidente Boudou, favorecido por contratos millonarios, en un empresa a nombre de testaferros, el descaro presidencial de incrementar su patrimonio con un piso en la zona más cara de la Ciudad de Buenos Aires, Puerto Madero, con todos los lujos, en u$s 2 millones, el ProyectoX que criminaliza la protesta social y espía “oficialmente” a los ciudadanos, las pérdidas diarias de la “impecable gestión” (según palabra presidencial) del joven Recalde al frente de la aerolínea de bandera, la represión a ciudadanos que defienden el medio ambiente, protestando contra la minería a cielo abierto, la represión contra los pueblos originarios que reclaman por sus tierras, la de sus ancestros, un poco para poder sobrevivir… y no, represión y muerte.

Muerte, la palabra resonó 51 veces en un miércoles en que los televisores nos agredían con imágenes de personas atrapadas entre los hierros de los vagones encimados, pugnando por salir y, muchas veces, perdiendo la vida en el intento, a pesar de la impecable labor de los equipos de rescate y médicos de emergencia, sanatorios, hospitales públicos y privados al servicio de una tragedia que pudo haberse evitado simplemente, con un poco más de decencia, de honestidad y si los organismos de control y contralor hubieran funcionado, cuando trabajadores presentaban innumerables denuncias de las anomalías de las formaciones pero quizás Ricardo Jaime (entonces Secretario de Transporte) estaba viajando en su avión o yate bien acompañado o el actual Schiavi que no atina sino a decir sandeces frente a las cámaras casi culpando a los pasajeros por estar en el tren equivocado, en el vagón equivocado, a la hora equivocada.

Hubo, como siempre, un silencio sepulcral en la Jefa del Ejecutivo Nacional, Cristina Fernández de Kirchner, a quien parece que sólo su luto (por su marido muerto hace más de un año) es el que amerita palabras casi reñidas con el buen gusto, parece o cree que sólo ella sufre por la muerte de un ser querido (algo de lo cual tengo mis dudas) y el inevitable negro “para hacer de cuenta que…” Pero los que viajaban en el tren, 705 heridos y 51 muertos, también tenían familia, hijos, padres, hermanos, amigos, y no viajan en helicóptero -seguro-, ni en charter, ni en combis, ni en auto (será porque no pueden, porque no quieren) van en tren y pagan su pasaje, y tienen derecho (y el Estado obligación de garantizarlo) a llegar sanos y salvos después de viajar no precisamente como personas, pero llegar al fin.

Cristina Fernández de Kirchner es responsable, por acción y omisión, por la muerte de 51 personas, por los daños psicológicos en muchísimas más. En cualquier país del mundo, el que debe renunciar, de inmediato, es el Secretario de Transporte pero aquí, el anterior, Roberto Jaime, al que corrieron del cargo por enormes denuncias por corrupción y enriquecimiento ilícito fue reemplazado por Schiavi, algo así como un muñeco incapaz de enhebrar palabras coherentes, sino que, por el contrario, cada palabra que dijo fue una ofensa más, un dolor más, una chicana más.

Y para sacar de la “tapa de los noticieros con la tragedia” la hicieron aparecer por televisión el viernes a la Ministra de In-Seguridad a balbucear acerca del espionaje oficial, enredándose en tantos números mal relacionados que no se entendió nada. Por ahí, también, anduvo respaldando al extraviado Schiavi el Ministro de Planificación, De Vido, al que le hubiera venido bien el consejo: no aclares que oscureces… Pero, en un acto de mancomunación con el pueblo: el Estado se quiere constituir en querellante (es la mejor y más rápida forma de NO ASUMIR la responsabilidad por el desastre ferroviario) y ahí andan desesperados los dueños de la concesión a ver cómo le cuelgan los muertos y heridos al pobre motorman, un trabajador víctima de esta perversidad.

Realmente, estamos INDIGNADOS… hace una semana por la megaminería y las “proezas” del Vice Presidente… Hoy porque estamos salpicados por sangre inocente y si no nos INDIGNAMOS, al menos, sepamos que somos cómplices.