Un libro de reciente aparición rinde homenaje a los héroes que defendieron el santuario de la Virgen de la Cabeza
General Oliete Navarro/Remitido.- Me alegra el que haya sido un buen escritor y buen periodista, y en pasados tiempos, alférez provisional de nuestra Infantería, el que se haya puesto a escribiresta obra que es, sin duda alguna, la más importante, completa y objetiva, que narra esa gran epopeya que escribieron en el Santuario de la Cabeza Cortés y sus héroes. Él, que sabía muy poco de la gesta cuando se juntó con los hombres que llegarona San Miguel de los Reyes apenas caído el Santuario —en cuyo penal se encontraba también en calidad de prisionero—, en el trato diario con todos ellos se dejó atraerpor su alta calidad moral, por la grandiosidad de la defensa realizada en aquel enclavede Sierra Morena y a la sombra de la Virgen de la Cabeza, y por esa callada y abnegada Guardia Civil de la que aquellos prisioneros eran tan dignos representantes.
Desde entonces, ganado para siempre por la gesta, concibió escribir esta obra, ElCerro de los héroes, y, desde entonces también, comenzó a reunir los datos quehabía de ir acumulando pacientemente a lo largo de veintiocho años, hablando con unos y con otros, buscando fotografías, consultando datos y documentos, pisando, en fin, el Cerro del Santuario y Lugar Nuevo con respeto y admiración. Por eso, nadie como él para escribir esta historia con pleno conocimiento de causa —despuésde sedimentar perfectamente las figuras, los hechos y las circunstancias en que tuvieronlugar— y para redactarla en forma veraz y precisa, lo que, junto con la granamenidad con que está escrita la hace leerse con la avidez propia de la más interesantede las novelas.
El escritor, con pleno acierto, pero demasiado humildemente, la considera como una “historia humana” de la defensa, quizás, para advertirnos que ha preferido llevarnosal conocimiento íntimo de los personajes y de sus problemas, en lugar deadentrarse en los aspectos técnico y militar de la resistencia, que, por otra parte, enningún momento deja de considerar en forma detallada y convincente.
Pero es también humana esta historia, porque, no en vano, el setenta y cinco porciento de los que estaban asediados eran precisamente familias (ancianos, mujeres yniños) y eso había de acentuar la destacada labor humanitaria que siempre fue la facetamás querida y sentida por los guardias civiles, lo que se tradujo en este caso enla forma entrañable con que Cortés supo gobernar aquella gran familia en sus tribulaciones,en su detallada administración, en los suministros y en sus desvelos por el más mínimo de sus problemas.
Esta historia es también humana porcuanto refleja igual sus momentos de exaltación que sus propios desfallecimientos ysus debilidades que el autor sabe comprender y justificar con visión clara y profunda. A través de este libro, todos podrán llegar a conocer perfectamente a quienes participaronen la gesta: a esa recia figura del capitán Cortés, siempre entero, siempre fiel cumplidor hasta de la más mínima de sus obligaciones reglamentarias, lo que tenía que hacer con menoscabo de sus ya cortas horas de sueño y descanso; a sus oficiales,directamente responsables de cada una de las secciones y del Destacamento de Lugar Nuevo; a ese excelente plantel de suboficiales y clases, totalmente imprescindible cuando eran tantas las misiones en las que había que actuar con cierta independenciay resolver con plena iniciativa; a esos maravillosos guardias civiles, sincuyo temple, disciplina, abnegación y certera puntería, nada hubiese sido posiblehacer; a los seis sacerdotes en el sagrado ejercicio de su ministerio; a esa gigantescafigura de Liébana, que, sin saber si había terminado la carrera de medicina, se ve obligado a actuar, no sólo con una intuición y conocimientos profesionales admirablesante su falta de práctica, sino también con una perfecta compenetración con las obligaciones castrenses de un médico militar, que no lo era, pero que merecía serlo; a ese corto número de carabineros mandado por el teniente Porto, que anticiparon lo que iba a ser años más tarde la fusión entre los dos Cuerpos; a esos guardias de asalto que no vacilan en abandonar a los sitiadores y ponerse a las órdenes de Cortés, tomando el camino más duro, más difícil, pero también el más digno; a ese reducidoplantel de falangistas, siempre animosos y decididos; a esas familias que apoyaban espiritualmente a los que estaban en los parapetos y, sobre todo, a esas magníficasmujeres españolas, a cuya decisión en apoyo de las certeras decisiones de Cortésy en apoyo de sus esposos e hijos, hay que cargar una gran parte del éxito de la defensa; y tantos y tantos otros.
La aviación española, que llevó a cabo la primera muestra seria de lo que pueden ser los abastecimientos desde el aire, hasta entonces en estado embrionario, y que por encima de las dificultades que en el orden técnico y de las necesidades en otrasacciones bélicas, hizo cuestión de honor el abastecimiento al Cerro y Lugar Nuevo, en el que intervinieron nuestros mejores aviadores, entre los que hay que destacar, por su tenacidad y por la pasión que puso en todas las cosas del Santuario, al heroico capitán Carlos de Haya; y a ese animoso grupo capitaneado por el “doctor Astra”, que con ellos había de cooperar desde tierra en la preparación de los envíos de víveres,ropas y medicinas. Y, por último, a todos los que a lo largo y a lo ancho de la zona nacional, tanto en el campo militar como en el civil, sintieron y vivieron la gesta del Santuario.
En realidad, lo que Cortés y sus hombres hicieron durante cerca de nueve meses supone una cadena de grandes sacrificios: el de haberse quedado allí precisamentepara proteger a las familias de sus compañeros pasados a las filas nacionales […] finalmente, el sacrificio de su defensa a toda costa, con una escasez de medios y una desproporción en relación con los atacantes, que verdaderamente asombra.
Ahora bien, ese sacrificio no fue inútil, ya que gracias a él pudieron salvar las vidas muchos defensores y supervivientes que, de haberse rendido en las primeras jornadas o meses, sin que su caso hubiese trascendido al campo internacional y sin la intervención de la Cruz Roja, es muy probable que hubiesen corrido muy distinta suerte.