Es un claro síntoma del nivel de corrosión moral que sufre la población española y de la utilización de los piltrafillas de la enseñanza pública para intentar mantener a los socialistas en el poder. Miles de docentes se manifiestan estos días en numerosos puntos de la geografía española con un objetivo unitario, según explicaron sus portavoces: responder a “las agresiones a la educación pública y, por tanto, a los ataques al futuro de este país”.

La declaración supone el súmmum de la hipocresía y del bandidaje de los sindicatos que alientan las protestas de ese puñado de piltrafillas docentes. Se preocupan ahora por el futuro del país los que han sido cómplices del sistema en la demolición desde las aulas de algunos de los pilares fundamentales que contribuyen al fortalecimiento de una sociedad. Execra tener que responder a estos detritus de la docencia que han sido la herramiento empleada por el sistema para desposeer a la Enseñanza española de cualquier sustrato humanista, inculcando a los alumnos las directrices orientadas a convertirlos en entes manipulables, en sujetos amorfos y amorales sin capacidad de respuestas éticas a los desafíos actuales. Que nos hable de futuro esa banda de sicarios pedagógicos que durante años ha sido pieza decisiva para la demonización social de valores como el esfuerzo, la competitividad, el compromiso ético y la rebeldía intelectual de nuestros jóvenes, lo que hace sobre todo es aclararnos la estolidez de sus planteamientos actuales.

Una de las cosas más perversas del sistema partitocrático fue valerse del influyente papel de los profesores para inculcar a nuestros jóvenes valores antagónicos a los de la tradición española. El resultado ha sido la mayor tasa de fracaso escolar de Europa, un país cada vez menos competitivo, una sociedad familiarmente desestructurada y una juventud condenada a una marginalidad sin futuro. Y es que el objetivo no era tanto la educación sino el adoctrinamiento en un relativismo ético que colisiona con los valores que son necesarios para que una nación sobreviva y se mantenga moralmente fuerte y culturalmente cohesionada. 

La desvergüenza del profesorado alcanza incluso cotas superiotes cuando hablan del “empeoramiento de las condiciones laborales” y no mencionan siquiera una sóla de las agresiones que sufren por parte de los alumnos o las restricciones que les han sido impuestas para que el principio de autoridad desaparezca radicalmente de nuestro sistema educativo. Estos pedagogos de pitiminí, mierdecillas en estado genuino, prefieren poner la otra mejilla al sistema y entonar como autómatas las mismas letanías sindicales de siempre. Repugna que estén tan satisfechos de servir electoralmente a quienes les han dejado en la más completa e inhumana indefensión dentro y fuera de las aulas.

Agresiones

No hablan por ejemplo de que uno de cada cinco docentes sufre el síndrome del “profesor quemado” y el 39% de ellos muestra indicadores clínicos de estrés grave, según un estudio realizado por el sindicato de enseñanza ANPE-Madrid.

 El informe Cisneros IX concluye que casi la mitad de los docentes están expuestos a algún riesgo psicosocial, sobre todo estrés, al síndrome del “profesor quemado” y mobbing, basándose en entrevistas con 2.200 profesores de Educación Infantil, Primaria y Secundaria de 237 centros de enseñanza pública de la Comunidad de Madrid.

Estrés, mobbing, ansiedad y depresión

Los casos de agresión física representan un 11% de los casos registrados. El resto de las incidencias fueron verbales y psicológicas, lo que haprovocado que cientos de profesores españoles sufran riesgos psicosociales como el estrés, el mobbing, ansiedad y depresión, entre otros.

La incidencia de los riesgos psicosociales hace que uno de cada 10 profesores crea que debería abandonar la profesión y que uno de cada veinte piense que debería estar de baja laboral, según la misma fuente.

Por otra parte, el Defensor del Profesor recibió 1.400 llamadas de docentes, la mayoría por su miedo a afrontar sus clases
Según el informe, los riesgos laborales de tipo psicosocial afectan más a las mujeres que a los hombres (un 49,1 frente a un 44,8%) y son más frecuentes en los docentes de ESO y Bachillerato, donde sufren estos riesgos el 53,2 y el 55,6% de los docentes, respectivamente.

Por su parte, la responsable del Defensor del Profesor de ANPE-Madrid, Inmaculada Suárez, explicó que el 60% de las 1.400 llamadas recibidas por este dispositivo durante su primer año de existencia se referían al “miedo de los profesores a afrontar sus clases”, mientras que otros se quejaron de insultos (20%), amenazas (11%) y agresiones físicas (9%). 

A la vista del sectarismo que acreditan estos días en las calles españolas, muchos nos preguntamos si todos estos riesgos laborales no serán consecuencia directa de lo que ellos mismos han sembrado.