Anders Behring Breivik, perturbado o no, asesinó a docenas de vidas inocentes, y en pagó de su atroz acto, la perturbada -sin paliativos- sociedad, dispone para tal vil asesino una plácida vida que ya quisieran para sí millones de personas.

Es verdad que su libertad física le será restringida, sin embargo, su libertad psíquica no se verá mermada.

Libertad, obscena palabra que las electas castas privilegiadas disponen suprimir a los asesinos de vidas ajenas, mediante la aplicación de un funesto sistema democrático del cual viven como auténticos dioses.

La libertad es génesis de vida y vida. Privar de la libertad a quien posee vida, es una sinrazón cósmica, puesto que la libertad es un concepto privado de ser en cuestión. Hay quien se siente libre en un pequeño pedazo de tierra y hay quien no se siente libre con toda tierra a su disposición.

Por otro lado, existen dos clases de libertades: la física y la psíquica; libertades estas que precisan imperiosamente de la Vida. Sin vida no es posible libertad alguna. Luego la libertad no es otra cosa que Vida.

El caso de Anders es un nuevo dislate social del elitista liberalismo que genera verdugos y procura muertes.

Este asesino, demente o no, recibirá- como mal mayor- de la sociedad viva, los muertos, sus víctimas ya no cuentan, treinta años- si se confirma la acusación de crímenes contra la humanidad-. Treinta años viviendo a cuerpo de rey en una prisión que ya quisieran millones de seres que malviven en pocilgas.

La residencia que le espera a este criminal es similar a un hotel de tres estrellas. Habitación con televisión y aseo incorporado, servicios varios de ocio, menú de primera y unas vigilantes de buen culo y tetamen. Ni que decir tiene que de los supuestos treinta años se le perdonarán unos cuantos- ya se sabe la sociedad es muy dadivosa, eso sí, siempre que la sangre derramada le sea ajena- bien sea por trabajo, arrepentimiento u otras dadivas gubernamentales. Si ha esto le unimos que posiblemente ante tamaña gesta homicida, alguna editorial esté interesada en sacarle partido al asunto, libro incluido, este mal nacido saldrá del “hotel prisión” con media vida por delante y rico.

Hablando estos días con varios parados- algunos no disponen ni tan siquiera una casa donde reposar al menos su libertad corpórea- me decían totalmente convencidos: “quién fuera Anders”. Sin duda alguna, muchos de estos se cambiarían por Anders, pero es más, sin necesidad de asesinar a nadie. ¡Mira qué bien! eso se lo perdonan a la sociedad.

La democracia es el sistema más infame en cuanto a la defensa de la Vida se refiere. Me explico: hay que tomar conciencia pues cierto es; que el ser humano en su conjunto es la imperfección absoluta mientras que individualmente representa la mayor lacra terrenal.

Mediante la democracia, el conjunto, pueblo, estipula al individuo, poder, que ha de regir el cumplimiento de la misma. He aquí el mayor error de sistema. El individuo, poder, hace gala de una democracia de la cual únicamente “padece” lo positivo, mientras que el pueblo mantiene y padece todo que es mucho, lo negativo. El individuo, los poderosos, los gobernantes, los que han de velar por el sistema democrático mundial, cobran y viven de lo mismo, mientras el conjunto de la sociedad paga y muere.

Los miembros de un gobierno demócrata tienen al menos “tres vidas” mientras que el pueblo una sola y a veces miserable. Estos sujetos, al igual que los de todas las instituciones mundiales, sean de la índole que sean, poseen mediante la amortización del pueblo coches blindados, varios escoltas y seguridad las 24 horas del día, lo que hace que su vida esté al menos tres veces mas resguardada de los millones de asesinos que pululan por el mundo. Así es muy fácil defender los derechos humanos de los asesinos, incluso de los más crueles.Así es muy fácil defender la falta de libertad mantenida, las medidas de gracias, la convalidación de penas por el mero hecho de trabajar, como si los demás, incluidas las víctimas, viviéramos de cuento.

El miedo es la mayor defensa que el ser humano posee. La protección de nuestras vidas conduce a la más absoluta egolatría mental, la cual es capaz de crear una falsa percepción de la realidad, de la cruel realidad social. Mantener blindados de las inclemencias sociales, además de vivir como dioses, a unos individuos -dueños de mundo- es la verdadera razón por la cual los siniestros seres que pululan por las calles asesinando con la mayor de las alevosías, abunden cada día más.

El infame carnicero de Oslo no asesinó a los que verdaderamente quería asesinar, sino a quienes mas fácil tenía para asesinar Si el día de la matanza en la isla de Utoya en vez de los indefensos jóvenes estuvieran acampados los hijos de presidentes, gobernadores, jueces, políticos, y reyes, el asesino no hubiera dispuesto de la más mínima oportunidad de cometer tan infame acto. Esto no quiere decir que no hubiera hecho lo mismo que hizo o más, pero sin duda lo hubiera hecho en el lugar menos vigilado. Los muertos serían los mimos, pero otros, que no es lo mismo.

¿Acaso los terroristas de ETA si hubieran podido hacer estallar en el congreso o en el edificio del consejo general del poder judicial, por poner un ejemplo, la bomba que detonó en la plaza de la República Dominicana no lo hubieran hecho…? Pues claro que sí, sin duda alguna. Lo mismo se puede decir de los fanáticos terroristas islamistas y sus ataques indiscriminados contra la población.

El asesino, los millones de asesinos que libres pululan entre la estepa social, precisan asesinar para calmar sus infames ansias endemoniadas y asesinan donde pueden y no donde quieren. Luego lógicamente la posibilidad de asesinar a los protegidos “dueños del democrático cotarro social” es prácticamente nula. Esta es la cuestión y no otra por la cual los que no padecen las insidias de los asesinos defienden las actuales e infames normas jurídicas con las cuales se les juzga

Es preciso que el ser humano entienda el desafuero mental que supone proporcionar un cobijo especial a determinadas castas gubernamentales, reyes, presidentes y demás jerifaltes mundiales que ostentan el poder de gobernar a la sociedad mundial. Avalar a estos privilegiados supone cavar nuestra propia tumba.

Supongamos que estas castas tuvieran idéntico peligro para sus vidas que los demás. No hace falta decir que el demagógico modo de hacer justicia dejaría de existir.Y es que por mucho que se sientan las agonías de los demás no es igual que padecerlas en carne propia.

Si en verdad se desea defender la Vida de los infames asesinos, el preciso que las castas sociales que dirigen el mundo tengan las mismas medidas de seguridad que todos los demás. Esta es la única manera de que conozcan verdaderamente como sabe la medicina sangrienta que los asesinos disponen generalmente a la desprotegida sociedad. Cuando toda la humanidad padezca por igual a los perros asesinos humanos, entonces, sólo entonces, se legalizará el sistema adecuado para acabar con los asesinos antes de que estos acaben con todos.

Qué sentido tiene o qué valor para la humanidad mantener de por vida a este infame asesino noruego. Nnguno, ninguno. En todo caso para lo único que sirve es para que otros sepan que asesinando a uno a o mil reciben como mayor castigo la manutención física y psíquica de por vida. Ni tan siquiera le quitarán su libertad, pues mientra hay vida existe libertad.

Sin embargo, la enferma sociedad continúa erre que erre manteniendo a las castas a resguardo de los asesinos mediante sus votos, a la vez que exponiendo toda su vida y hacienda para satisfacción de los asesinos.

Las castas privilegiadas no cesarán de disponer medidas demagogas, de eso viven, para neutralizas que no finiquitar -si no de qué van a vivir- a la más infame lacra social, la cual no padecen, mientras la sociedad no tome cartas en el asunto.

No lo entiendo. No lo entenderé jamás. Es por eso que personalmente yo no tengo duda alguna de que la que verdaderamente está perturbada es la sociedad y no los asesinos.