Vuelve la Inquisición
Fernando Seco.- Es impresionante hasta dónde puede llegar la necedad de un ministro, como es el caso de Leire Pajín —lo siento una vez más, querida—, y de un Gobierno que ha secundado semejante proyecto de Ley. Hablo, evidentemente, del referido a la Ley de Igualdad de Trato y no Discriminación. Les animo vivamente a que se lean el documento porque pensaran que soy un exagerado. Se ha escrito que este proyecto de ley —¡que el Gobierno quería aprobar por vía de urgencia!— pretendía, básicamente, cargarse la educación básica diferenciada por sexos. Pero esto no es nada en comparación con los perjuicios que puede causar a todo hijo de vecino. Les adelanto que esta norma entra en conflicto directo con otros derechos y libertades de los ciudadanos como son la libertad de información y de expresión, la libertad de conciencia, libertad de empresa, el derecho de asociación, el derecho a la intimidad y la libertad de enseñanza, entre otros.
Los motivos de discriminación que contempla son seis que aparecen en la normativa comunitaria (sexo, origen racial o étnico, discapacidad, edad, religión o creencias y orientación sexual) más tres nuevos que añade esta ley: enfermedad, identidad sexual y lengua. Se ve que el tema del sexo debe tener inquietos o inquietas a mucho jerifalte. Bien, pues estos motivos de discriminación afectarán a todos los ámbitos de la vida. A todos. Y nadie podrá ser discriminado —en el entender de esta ley— por nada en absoluto. Así es que agárrese los machos. Por ejemplo, se acabó el derecho de admisión en su establecimiento. O, por ejemplo, usted no podrá rehusar la oferta de compra o alquiler de vivienda a nadie. Ni se atreva a rechazar ofertas de trabajo de alguien que pueda sentirse discriminado por su porte externo o que considere que reúne las cualidades requeridas. Le podrá denunciar.
Pero fíjense lo que dice el artículo 28 de la ley: «Cuando la parte actora o interesada alegue discriminación y aporte un principio de prueba sobre su existencia, corresponderá a la parte demandada la aportación de una justificación objetiva y razonable, suficientemente acreditada…». Es decir, desaparece la presunción de inocencia. ¿Qué no se lo creen? Tal cual se lo cuento. Por esta guisa, los juzgados pueden colapsarse de denuncias por discriminación. Y es que todo es muy subjetivo. Tanto que habrá un órgano de la Administración que vele por su cumplimiento. Es la nueva Inquisición. Ya lo decía Montesquieu: la democracia debe guardarse de dos excesos: el espíritu de desigualdad, que conduce a la aristocracia, y el espíritu de igualdad extrema, que conduce al despotismo.