Las dos caras del nuevo líder de Al Qaeda
Steve Emerson*.- Tras la muerte de Osama bin Laden, su probable sucesor es su veterano representante en funciones y colaborador, el yihadista egipcio Aymán al Zawahiri. El Gobierno estadounidense ofrece una recompensa de 25 millones de dólares (17,5 millones de euros) por Al Zawahiri, al que las autoridades consideran responsable de la planificación del 11-S, los atentados contra las embajadas de EE UU en Kenia y Tanzania en 1998 y el atentado contra el navío de guerra «USS Cole» en octubre de 2000 en Yemen.
Está por ver que Al Zawahiri sea capaz de reclutar e inspirar a una generación nueva de yihadistas igual que lo hizo Bin Laden. Los expertos en Al Qaeda afirman que Bin Laden era una figura carismática diestra en el manejo de la imagen en los medios y un buen oyente. Al Zawahiri, por el contrario, tiene fama de «alienar a sus colegas, llegando a generar resistencias por cuestiones dogmáticas en el mismo seno del movimiento islamista», según el ex editor de «The Washington Post» ganador de un «Pulitzer» Steve Coll. «Y como comunicador es menos eficaz. Sus libros son muy densos y dogmáticos», añade. Durante un reciente intercambio en la red con colegas yihadistas, Al Zawahiri parecía «agresivo y aglutinador. Como líder parecía poco atractivo».
Poco después del 11-S, Al Zawahiri y Bin Laden aparecían juntos en un vídeo debatiendo el recurso a atentados suicidas. «No se trata únicamente de un logro humano. Es un acto sagrado», decía Al Zawahiri. «Los 19 valientes que dieron su vida por la causa de Alá van a ser bien atendidos. Alá les dio la fortaleza para hacer lo que hicieron. No hay comparación entre la fuerza de estos 19 caballeros y la fuerza de América, como no la hay entre la destrucción causada por estos 19 caballeros y la destrucción provocada por América».
En 1998, Al Zawahiri afirmaba en la publicación de tintes yihadistas «Al Mujahidoun» que «América está ya controlada por los judíos, totalmente». Añadía que EE UU «se vale de Israel para atacar a sus vecinos y masacrar a los que viven pacíficamente en la zona». Según Al Zawahiri, «si somos una nación de mártires, como decimos, todo lo que nos falta es la valentía y la voluntad de los asesinos, y la fe por la que decimos amar la muerte por la causa de Alá».
Nacido en Egipto el 19 de junio de 1951, Al Zawahiri proviene de una familia de académicos y eruditos religiosos. Su padre era profesor de Farmacia en la Universidad de El Cairo y su abuelo era el gran imán de la Universidad Al Azhar, el centro ideológico del islamismo desde hace mucho tiempo.
Al Zawahiri se unió a la Hermandad Musulmana siendo adolescente y fue detenido por el Gobierno egipcio en 1969 por constituir una célula. Ese mismo año, el Gobierno egipcio, encabezado por Gamal Abdel Nasser, ejecutaba al teórico de la Hermandad, Sayyid Qutb.
«El régimen nasserista creyó que el movimiento islámico recibiría un golpe mortal con la ejecución de Sayyid Qutb y sus camaradas», escribiría más tarde Al Zawahiri. «Pero la aparente tranquilidad oculta la inmediata interacción entre las ideas de Sayyid Qutb y la formación de los fundamentos del movimiento islámico moderno en Egipto».
Nasser falleció en 1970, y su sucesor, el presidente Anuar el Sadat, trató de neutralizar a la Hermandad sacando de prisión a muchos de sus miembros. Se les permitió predicar mientras no recurrieran a la violencia. Ellos se valieron de su recién adquirida libertad para empezar a poner los cimientos de la caída del ejecutivo de Sadat.
Al Zawahiri se licenció en la Universidad de El Cairo en 1974 y entró en el Ejército egipcio, donde trabajó tres años como cirujano. Tras abandonar la milicia, se unió a una coalición de células islamistas llamada la Yihad Islámica Egipcia.
El egipcio figura entre las ingentes cantidades de militantes detenidos y juzgados por el asesinato de Sadat en octubre de 1981. En la jornada de inicio del proceso, Al Zawahiri afirmó que los acusados eran «el verdadero frente islámico y la verdadera oposición islámica al sionismo, el comunismo y el imperialismo». Afirmó que las autoridades les procesaban como parte de «la conspiración para despejar el terreno con vistas a la infiltración sionista». Al Zawahiri fue declarado culpable y condenado a tres años de cárcel por posesión ilegal de armas de fuego.
En 1985 abandonó Egipto y se marchó a Peshawar (Pakistán), donde curaba a los muyahidines que combatían a los soviéticos. Fue allí donde conoció a Osama bin Laden, y los dos se hicieron íntimos, unidos como «árabes afganos». En 1989, derrotados los soviéticos y con Afganistán precipitándose en el caos, Bin Laden y Al Zawahiri se trasladaron a Sudán.
El veterano «Pulitzer» del «New Yorker» Lawrence Wright escribe que, desde su base en Sudán, Al Zawahiri y su Yihad Islámica Egipcia iniciaron una campaña de atentados y asesinatos con el fin de desestabilizar Egipto. En 1990 asesinaron al presidente del Parlamento egipcio.
Los atentados posteriores se centraron en el ministro del Interior egipcio y otros funcionarios. Un atentado frustrado con coche bomba, en noviembre de 1993, contra el primer ministro causó 21 heridos y mató a una escolar de 12 años.
«La muerte imprevista de esta inocente nos duele como a todos, pero estamos indefensos y hemos de combatir a este Gobierno, que va contra la sharia de Alá y es apoyado por los enemigos de Alá», escribe Al Zawahiri en sus memorias.
El Gobierno egipcio inició una feroz represión después de que el grupo de Al Zawahiri intentara asesinar al presidente Hosni Mubarak durante una visita a Etiopía en 1995. Decenas de miles de islamistas reales o sospechosos fueron encarcelados. Como represalia, Al Zawahiri envió a los terroristas suicidas que volaron la Embajada egipcia en Islamabad, la capital de Pakistán. El atentado, perpetrado por dos terroristas, costó la vida a 16 personas e hirió de gravedad a sesenta.
Hacia 1996, la presión de Estados Unidos y Arabia Saudí obligaba a Sudán a expulsar a Al Qaeda. En 1996, Bin Laden, Al Zawahiri y Al Qaeda establecieron su base en Afganistán, donde los talibanes les ofrecieron asilo.
En 1997, el Departamento de Estado declaró a Al Zawahiri líder de un grupo llamado Vanguardia de la Conquista, una facción de la Yihad Islámica que se cree que está detrás de la masacre de 58 turistas aquel año en Luxor (Egipto). A Al Zawahiri también se le imputa en Estados Unidos la autoría intelectual de los atentados de las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania el 7 de agosto de 1998, en los que perdieron la vida 224 personas.
En 1998 se unió a Bin Laden en el Anuncio del Frente Islámico Mundial, instando a la yihad contra judíos y cruzados. Los caballeros difundieron una fatua en la que se anunciaba: «Nosotros, con la ayuda de Alá, llamamos a todos los musulmanes que crean en Alá y que quieran ser recompensados a obedecer las órdenes de Alá atacando a los estadounidenses y apoderándose de su dinero donde quiera que los encuentren».
En 1999, Al Zawahiri fue juzgado in absentia en Egipto y condenado a muerte.
Tawfiq Hamid, que trabajó con Al Zawahiri cuando los dos formaban parte de la Jamaa Islamiya, el grupo yihadista egipcio, previene contra subestimarle en su nuevo papel de sucesor de Bin Laden. La sobresaliente capacidad organizativa de Al Zawahiri y su dedicación a la violencia le hacen mucho más peligroso que Bin Laden, afirma.
«Como líder es mucho más contundente, mucho más organizado», asegura Hamid. «Cuando le escuchas, te das cuenta claramente de que tiene ambición y de que está consagrado al cien por cien a cumplir su misión».
*Miembro del Comité de Inteligencia del Congreso de Estados Unidos.