Enrique Vázquez.- El fundador y líder de Al-Qaida, Osama Bin Laden, ha muerto esta mañana en una operación llevada a cabo por elementos militares y de inteligencia de los Estados Unidos en un complejo residencial donde vivía, en una pequeña ciudad paquistaní muy cerca de la capital, Islamabad.

El presidente Obama no ha dado precisiones, pero sus menciones a Pakistán en el discurso con que ha anunciado la muerte del jefe terrorista y ha subrayado que tenían su cadáver, permiten suponer que ha habido un fuerte papel paquistaní en el operativo. Ahora toma todo su sentido una frase un tanto enigmática del jefe de las fuerzas armadas del Pakistán, el general Ashfaq Parvez Kayani, hace ochos días en una ceremonia militar: “Hemos roto la espina dorsal de los terroristas y, si Dios quiere, muy pronto prevaleceremos”.

El completo éxito operacional debía liquidar la sorda pugna entre Washington e Islamabad sobre el doble juego que los potentes servicios paquistaníes de inteligencia (ISI) llevan a cabo bajo la dirección de su jefe, general Ahmad Shuja Pashá. No es nuevo y consiste en manejar el dossier antiterrorista según sus conveniencias y en ayudar a la CIA bajo criterios selectivos mientras mantienen contactos con elementos pro-talibán y, concretamente, con la poderosa red Haqqani.

El valor real del operativo

La pregunta del millón se la ha hecho ya todo el mundo: ¿qué importancia real en la lucha antiterrorista tiene la muerte en acción de Osama Bin Laden y en qué medida afecta a la existencia misma de Al-Qaida? Tres aportaciones pueden hacerse a la hora de responder:

1) No mucha, porque él no era el jefe operativo ni la red (Al-Qaida significa en árabe ‘la base’ en el sentido de un asiento, algo en que apoyarse) es una organización vertical dirigida por un jefe carismático e irremplazable. Es la antítesis de lo que habría sucedido si Napoleón hubiera muerto en acción hacia 1812.

2) Se da por hecho que entre los muertos no está el número dos de Al-Qaida, el médico egipcio Ayman al-Zawahiri, mucho más activo que Bin Laden como emisor de mensajes de audio y vídeo en los últimos años, persona mucho más culta que él y de quien ya se espera con impaciencia un comentario que tal vez se hará esperar por razones de seguridad. Lo que diga dará una pista.

3) Si es muy relevante la muerte del jefe terrorista en la tierra que le vio nacer, Arabia Saudí, aunque toda su familia es de directo origen yemení y en Yemen Al-Qaida tiene hoy una instalación importante y apoyo social en el remoto norte que las campañas secretas norteamericanas no han podido liquidar y que la inestable situación política en el país y el casi seguro cambio de régimen no ayudará a eliminar. Bin Laden, es sabido, era uno de los hijos de un multimillonario saudí y su acción política inicial fue solo un intento de acabar con la casa de los Saud, la monarquía saudí, tildada por el puritano Bin Laden como corrupta, anti-islámica y vendida y que le despojó de su nacionalidad. Los saudíes aceptaron y ganaron el desafío: han matado a más binladinistas que nadie, sufrido más ataques que nadie (exceptuado el 11-S) y librado un exitoso combate contra al-Qaeda, militarmente derrotada en suelo saudí.

El escenario afgano

Obama mencionó en su discurso la derrota del reino talibán entre las acciones tomadas por los Estados Unidos en el escenario de estupefacción y cólera tras el 11 de septiembre. El régimen que albergaba a Bin Laden (que era, con su fortuna y su fuerte escolta militar de entonces, más fuerte que el gobierno al que prestaba dinero) fue desbandado por la rápida intervención norteamericana de diciembre de 2001 con apoyo de algunos elementos locales en torno al comandante Mashud, asesinado por agentes de al-Qaeda solo dos días antes del 11-S.

Pero el nuevo orden sostenido por las bayonetas americanas primero y de medio mundo occidental después no ha podido derrotar a la insurrección afgana, los talibán parecen cerca de obtener lo que es su objetivo central, la evacuación occidental, que empieza en julio con las primeras retiradas de fuerzas norteamericanas. Y se da muy poco crédito al nuevo régimen encabezado por Hamid Karzai, más o menos elegido en un clima de violencia y corrupción al que se dan escasas posibilidades de afianzarse sin la cercanía del cuerpo expedicionario extranjero, que ronda los 150.000 soldados.

Se puede ser categórico en este escenario afgano: la muerte de Ossama nada significa operacional ni políticamente. Baste saber que en realidad la presencia del terrorista en suelo afgano era una grave complicación para el gobierno del mollah Omar (refugiado en algún lugar de Pakistán, tal vez no muy lejos de Quetta, en el sur del país donde, como sabe bien el ISI, está el liderazgo político talibán) que vio con alivio su marcha. En ese sentido, como reconocen todos los especialistas de buena fe, toda identificación Talibán-Al-Qaida es un error conceptual y político.

El escenario americano

Donde, en cambio, habrá fuertes consecuencias es en el escenario estadounidense, ya casi abiertamente pre-electoral. No es arriesgado sugerir que Barack Obama ha hecho más por su reelección ayer que en sus dos años y media de presidencia. Que deba más o menos a la Inteligencia paquistaní es otro cantar, de especialistas pero, incluso si así fuera, habría probado que acertaba haciendo oídos sordos a quienes le pedían poco menos que una ruptura con los “tibios” paquistaníes que practican un doble juego. Pakistán es el clásico amigo poco simpático pero indispensable.

Y eso vale también, o sobre todo, para Afganistán. No ha habido ni habrá un gobierno paquistaní capaz de aceptar que su vecino occidental no es cosa suya. El gran “país pashtún” está dividido absurdamente por una frontera colonial británica, la “Línea Durand” de finales del siglo XIX y nunca ha significado nada en términos culturales, sociales o militares. Nada será duradero en Afganistán sin la cooperación paquistaní. En este contexto es muy relevante lo sucedido que, antes que nada, es fruto de la colaboración entre Washington e Islamabad. Será delicioso saber, y se sabrá en su día, cómo el ISI puso a la CIA en el buen camino y cómo se distribuyeron los papeles del operativo a mayor honra y gloria de cada parte…

Así pues, ¿fin de partida? En absoluto. Pero un golpe severo a la red terrorista, ahora dispersa en el conocido sistema de franquicias locales y/o regionales que harán del muerto un mártir y seguirán con sus planes como si nada importante hubiera sucedido. Pero sí ha sucedido algo importante: un mito vivo ha muerto y la invisibilidad distante del líder silente e inalcanzable y su aura de imbatibilidad han concluido.