Che Guevara, el canalla
Hernán Vera.- El año pasado publicó La Historia de un fracaso, ensayo sobre la Revolución cubana. En su visita a la isla tuvo algunos problemas. ¿Qué pasó exactamente?
Mi visita fue a finales del 2006, estuve una semana. En todo momento me presionaban y atosigaban “simples transeúntes” que me seguían por la calle preguntándome todo tipo de cosas y lanzándome advertencias tales como “vaya tranquilo amigo, acá en Cuba somos 12 millones de cubanos de los cuales 6 millones son policías”.
Una forma de decirme “todo lo que vos haces está vigilado”. Como me apasionaba Cuba, en cuanto fenómeno sociológico, me dediqué esa semana a recorrer lugares ajenos al “turismo convencional” (playa, casinos, museos, pubs) y conversé mucho con la gente. Entonces la policía de extranjería me detuvo un día entero alegando que yo, en vez de ir a la playa, mantenía contactos con “la resistencia contrarrevolucionaria”. Supongo que eso me lo dijeron porque visité a las Damas de Blanco y a la médica Hilda Molina, quien por entonces vivía en la Habana.
Ahí ves lo que es el totalitarismo, que no es lo mismo que el autoritarismo, éste controla la vida pública de los individuos, pero aquel controla también la vida privada o doméstica.
-En Cuba habló con Laura Poyán Toledo, presidente de Las Damas de Blanco.
Sí, fue un encuentro muy grato. Ella tenía toda la necesidad de expresarse (algo que noté en el grueso de los cubanos) aunque también la sentí un poco tensa, dado que Laura Poyán vive ciertamente ansiosa porque en su casa encontró micrófonos colocados dentro de los enchufes de electricidad. Ella quitó esos artefactos pero siempre está con la idea de que la están espiando, sentimiento habitual en los cubanos. Pero la noté una persona muy cálida, sin odios, fundamentalmente me pareció una persona de fé.
-En su libro sobre Chávez señala que no es precisamente el hombre que sale en televisión haciendo el rídiculo…
Lo que yo señalo es que Chávez en TV obra como un showman extravagante, pero eso no quiere decir que sea un bufón. El usa todo su histrionismo para mantener cautivo a un electorado determinado que gusta de sus discursos y piruetas. Chávez sabe muy bien a quien dirige toda su actuación, busca atrapar las emociones de un sector determinado de Venezuela y Latinoamérica y logra el objetivo. Chávez es un personaje sumamente inteligente, no es un simple entretenedor, todo su despliegue está bien calculado y pensado, suponerlo un payaso, por su desempeño en la televisión, implica subestimar a un cacique muy peligroso que resucitó los sueños de una izquierda violenta e intolerante que muchos suponían sepultada.
-¿Cómo explica que Chávez, de una formación militar, elogie a Karl Marx?
Chávez tuvo formación marxista desde antes de ingresar en el Colegio Militar. El profesor Ruiz Guevara le brindaba clases de marxismo cuando éste era un adolescente, asimismo, el hermano mayor de Hugo, Adán Chávez, fue desde siempre un izquierdista radical vinculado a bandas extremistas y fue éste quien influyó mucho también en Hugo Chávez. Luego, en su vida como militar fue influido por consignas patrioteras típicas del folclore político de América Latina, por eso su discurso es bastante amorfo y entremezcla la Patria con el internacionalismo marxista y a Marx con Bolívar, su oratoria se nutre de muchos fetiches y símbolos contradictorios, pero útiles a la hora de captar simpatía en varios sectores de la sociedad venezolana.
-Otra contradicción: El 72 por ciento del petróleo que produce Venezuela se vende a Estados Unidos.
La necesidad tiene cara de hereje, dice el viejo adagio. Más allá de las antinomias, a EEUU le sirve comprar petróleo a Venezuela y a Venezuela le sirve vendérselo. Ello implica que por ahora, ambas potencias son adversarias pero no son enemigas.
-Sus libros suelen producir polémicas. ¿Es consciente de ello?
Considero que es muy auspiciosa la polémica. Cuando hay dos personas que piensan exactamente lo mismo de todo, es porque hay una que no piensa. Creo que es sumamente positivo que se generen tormentas de ideas y que se pongan encima de la mesa argumentos, contra-argumentos, afirmaciones, refutaciones, etc. Todas esas manifestaciones enriquecen y estimulan el pensamiento. Pero ocurre que, a diferencia de lo que pasa en los países democráticos y civilizados, tanto en la Argentina como en el grueso de los países de la órbita del socialismo del Siglo XXI, cuestionar dogmas estatales y desatar polémicas es riesgoso e incómodo. En lo que a mi respecta, considero que resulta más incómodo aún ser obediente a la propaganda oficial que cuestionarla e indagarla.•
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