Egipto y Túnez: sombras ocultas tras el ansia de libertad
Ignoro si muchos de los que están opinando sobre lo que está sucediendo en Túnez y en Egipto, que puede extenderse hacia otros países de la zona y fracturar la paz, hace mucho que no viajan por aquellos lugares o si cuando lo hacen no penetran en el interior de dichos países. Existe en occidente, es fácil comprobarlo ojeando los folletos de las agencias turísticas, una visión un tanto hollywoodiense de los países musulmanes en las que se habla de los “olores del Islam”, los “encantos de Oriente” y demás tonterías al uso, pero que oculta la acentuada pendiente hacia el islamismo que se está desarrollando en países teóricamente más accidentalizados como Túnez o Egipto.
Son muchos los que se quedan con la imagen de los lujosos barrios y los hoteles para turistas e ignoran la expansión que en el interior de estos países está teniendo el radicalismo islámico. Un radicalismo que es por definición antioccidental, que se nutre también de la misma miseria y desesperación que según los comentaristas ha empujado a las masas urbanas a la revuelta.
La “revolución” en Túnez primero y en Egipto después ha sido comúnmente saludada como un viento de aire fresco porque va a llevar la democracia a esos países. Es fácil encontrar referencias a la “sublevación popular” que va a traer la democracia de la mano de internautas, amantes de la música occidental, raperos con turbante, tribus urbanas… y jóvenes, sobre todo jóvenes, hastiados del paro y ansiosos de libertad. Gritos de “¡Libertad o muerte!” que encandilan en occidente. A muchos, sin embargo, más nos parece una visión buenista de lo que está sucediendo y de lo que podría suceder.
El caso es que, mirando embobados la “revolución popular” a nadie parece preocupar lo que pueda deparar el incierto futuro. A nadie parece preocupar el hecho de que el establecimiento de un sistema democrático limpio en Egipto o en Túnez pueda conducir al triunfo del islamismo. En Irán también derrocaron al Sha para acabar imponiendo la tiranía de los ayatolas. Muchos parecen olvidar que Túnez no es ni su capital, ni las playas blindadas para turistas de Hammamet, ni Sidi Bou Said; que Túnez es un interior donde el islamismo ha ganado adeptos frente a los jóvenes disfrazados de marcas falsas que pululan por la gran urbe y las zonas turísticas. Igual sucede en Egipto: una parte del país guarda silencio, incluso una parte de El Cairo. Constituyen, tanto en Túnez como en Egipto, la mayoría islámica silenciosa.
Es probable que, dada la neutralidad de occidente y la abstención de las fuerzas armadas de estos países, la revuelta/revolución triunfe. La salida, tanto en Túnez como en Egipto, por fuerza será un régimen democrático y un régimen constituyente. Ahora falta saber qué sucederá al día siguiente, al mes siguiente o al año siguiente, cuando lo que hoy parece un Fuenteovejuna se diluya y el radicalismo islámico concurra a unas elecciones que podría ganar transformado la hipotética democracia liberal en una república islámica.
*Catedrático y portavoz de Alternativa Española (AES).