Se dispara la venta de oro por la ruina económica del país
“No me gusta pero tengo que vender estas joyas porque necesito el dinero”. Es una de las frases más repetidas en los centenares de establecimientos que en toda España se dedican a la compraventa de oro. Corren tiempos de escasez, precisamente en los que el oro brilla más. Vender las joyas de oro permite obtener una liquidez inmediata para hacer frente a un bache económico.
El mercado demanda oro. No hay más que ver cómo proliferan los anuncios en televisión, en las páginas de los periódicos, incluso en el buzón. El valor seguro que representa el oro en épocas de crisis ha elevado su precio hasta cotas históricas. El gramo se paga a unos 10 euros (dos euros más según piezas), frente a los 6 euros de hace un año. Según algunos expertos, vivimos “la fiebre del oro”, en clara alusión al título de la mítica película protagonizada por Glenn Ford.
“La crisis se está notando muchísimo”, afirma tajante Gerardo Fischer, responsable de la joyería Reinas de Navarra. “Hay de todo. Gente con alto nivel de vida y con propiedades, pero que no dan de comer y que están pasando un bache económico. Y gente trabajadora, normal, que necesita el dinero”, añade Fischer.
La misma impresión tienen otros empresarios del sector. Destacan que el volumen del negocio ha aumentado “más de un 50%” en el último año y creen que la crisis ha cambiado radicalmente el perfil del cliente que entra en la tienda. “Antes, lo típico era una persona que traía piezas estropeadas. Se notaba que tenían algún vicio, porque ibas a tomar el café al bar y la veías en la máquina tragaperras. Ahora, no. Entran personas bien vestidas, que se nota que son de un escalón social más alto, y que traen cadenas o piezas en buen estado. La mayoría son personas de entre 35 y 50 años, que venden porque tienen que tapar algún agujero o quieren salir de algún apuro”, añade Sánchez Lainez.
Detrás de cada persona que recurre a vender sus joyas hay una historia. En algunos casos, auténticos dramas . Sánchez Lainez cierra cada día unas quince compras, pero hace un puñado de días le llegó un caso que llamó su atención. Por la puerta de su local entró un hombre bien vestido, de media edad. “Normalmente no preguntas porque en este negocio es muy importante la discreción. De hecho, trato a veces de no mirar a los ojos a las personas para facilitarles el trago. Luego, hay personas más extrovertidas que te cuentan por qué venden sus joyas. Este hombre me contó con amargura que tenía un negocio, que tenía que pagar el IVA por adelantado y que necesitaba el dinero”.
La mayoría, de 18 kilates
Según los establecimientos, la venta más frecuente se sitúa entre 30 y 40 gramos de oro por persona. Se trata de una cantidad que viene a suponer al cliente un reembolso de entre 350 y 500 euros.
Para hacerse una idea, una alianza de oro clásica viene a pesar entre dos y cuatro gramos y una pulsera sencilla, alrededor de diez o doce gramos. “No todas las piezas valen igual. No es lo mismo una cadena que lleva muchas soldaduras, y por tanto metales que no son oro, que una pieza entera, donde no hay merma. Incluso se ven piezas que aún conservan su valor como joyas. Las joyas, igual que los coches y la ropa, pasan de moda”, apunta el joyero Gerardo Fischer. Explica que, entre los clientes, también hay personas que cambian sus joyas de oro antiguas por joyas nuevas. “Es una forma de ahorrar, de quitarse de casa anillos que se han quedado pequeños o pulseras rotas o que ya no gustan”.
Recuperar las joyas
A las joyas que se venden en estos comercios se les denomina “oro chatarra”. En la mayoría de los casos (hay excepciones en las que el comercio limpia la pieza y la vuelve a poner a la venta) se envían a laboratorios para fundirlas, eliminar el resto de metales y, de ese modo, obtener oro puro. Y es que existen diferentes tipos de oro. El más puro es el de 24 kilates, aunque es muy escaso. El oro más extendido y habitual es el de 18 kilates (75% oro y 25% otro metal). “En los últimos años se están extendido las joyas de oro de 14 kilates”, dice Fischer.
Las joyas habitualmente tienen un valor sentimental. De ahí que, según cuentan en los establecimientos, es relativamente frecuente que algunas personas acudan en los días posteriores al establecimiento con el objetivo de volver a comprarlas. Sánchez Lainez es claro: “A veces se devuelven, pero cobramos también nuestra comisión y los impuestos. No somos ninguna ONG”.
Y el PSOe e IU siguen sin devolver a los españoles el oro de Moscú.