Messi liquida a un Hércules en inferioridad con dos goles en los cinco últimos minutos
Resistió el Hércules, hasta y como pudo, ante un líder de récord. Resistió pero acabó cediendo al empuje del mejor Barça de la historia. Messi finiquitó a la bestia con dos goles en los últimos cinco minutos. ¿Qué hacer contra tanta soberbia futbolística? Poco más. Sólo la expulsión de Farinós ensombreció la digna actuación de los blanquiazules. Ya en inferioridad numérica, el equipo del Boquerón cayó abatido por los balazos del Balón de Oro.
Aguantó 42 minutos en pie y con la cabeza muy alta hasta que Pedrito encontró el gol entre Calatayud y el primer palo. Le costó al Barça abrirse hueco entre la retaguardia blanquiazul. Hasta entonces el Rico Pérez contuvo la respiración, observó cómo el líder trazaba líneas de arte y cómo los suyos mantenían la tensión. Brilló el Hércules en el trabajo colectivo. Solidario en las ayudas defensivas y entregado a una sola causa: frenar el ataque azulgrana.
Como en el Camp Nou, la táctica de Esteban Vigo pasó otra vez por juntar líneas para obligar a su rival a buscar las bandas. Y salió bien durante mucho tiempo. Sarr y Rodríguez formaron una sociedad solvente, respaldada en todo momento por el derroche de contención de Fritzler y Aguilar. También colaboraron en la misión Tote y Kiko Femenía, ambos condenados a esforzarse más de lo habitual en la difícil labor de frenar al líder.
Casi veinte minutos necesitó el conjunto alicantino para deshacerse de la presión azulgrana. Tocó y tocó el Barça pero no encontró la vía. Los blanquiazules acertaron a desbaratar las combinaciones de Messi y Villa. Calatayud se lució por imperativo. Ni a balón parado logró el líder su objetivo. Con una paciencia espectacular, el Hércules aguardó su ocasión para sorprender al contragolpe. Cortés buscó la carrera por la banda. Su centro no lo alcanzó nadie y Kiko frustró el rechace con un disparo demasiado flojo y desviado. Entonces el equipo del Boquerón se percató de que era posible avanzar en el campo de batalla. Le puso descaro al asunto, todo el que el Barcelona le permitió tener con el arreón de su afición.
Tote y Cortés se asociaron bien cuando pudieron y le buscaron la cara a Maxwell y compañía. Abidal tuvo que acelerar para impedir que el lateral blanquiazul no se plantara solo ante Valdés. Quizás el único lunar negro de la digna imagen que ofreció ayer el conjunto alicantino fueron las acciones a balón parado. Dos saques de esquina en cortó; dos pifias.
La mejor opción llegó en un balón que Valdez le picó a Trezeguet ya dentro del área. Pero Piqué estorbó al campeón del mundo francés, que no atinó bien a dar un punterazo certero. Rugió el Rico Pérez. Recordó aquel gol del ex de la Juventus al Real Madrid y creyó en otro milagro.
Pero el Barça no se dejó impresionar. Mantuvo la tranquilidad e incidió sobre el asunto una y otra vez, como siempre, consciente de que era cuestión de tiempo. Y no se equivocó. Esta vez se impuso la lógica, y al final Xavi encontró al hombre que la hizo posible. Apareció Pedrito solo en el pico izquierdo del área. El cerebro culé lo tuvo fácil y el canario no falló. Entre Calatayud y el primer palo coló el esférico para celebrarlo con rabia porque ya estaba costando más de lo previsto. Al menos el conjunto alicantino supo mantener el tipo y la dignidad ante un coloso que habitualmente fulmina a sus adversarios en un abrir y cerrar de ojos. Esta vez, tuvo que sudar un poco más.
La frustración de Messi aumentó por momentos. No hubo manera. Lo intentó el Balón de Oro casi de todas las maneras, pero se quedó en blanco. O se encontró con un Calatayud enorme. Ni él ni Xavi ni Pedrito ni Villa. El festejo azulgrana quedó para el final.
El Hércules no bajó el pistón y trató de avanzar sus líneas para evitar la asfixia total. Lo consiguió, aunque no sin sufrimiento. El ‘león guaraní’ mostró sus garras de nuevo. Esta vez, sin embargo, no mordió. Dejó escapar a la víctima. No despertó la bestia. Lo impidió primero Valdés y después, Piqué.
Para aliviar el peso de la responsabilidad, el Boquerón sentó a Kiko y dio la alternativa a Cristian. Quedó claro el mensaje para Drenthe, como ya insinuó el Boquerón en la previa. El premio fue para el trabajo y la constancia del canterano blanquiazul. Ni en este equipo ni en ningún otro es posible jugar a la carta. Hay que ganárselo. Como lo ha hecho Farinós. Por fin quedó atrás el calvario, el día a día en el ostracismo del entrenamiento solitario y el sufrimiento individual.
Pero no fue el regreso soñado. Le arruinó su día Fernández Borbalán. Le sacó una primera amarilla muy rigurosa y después no le perdonó la segunda por una entrada innecesaria a Busquets. El Rico Pérez le despidió con aplausos 17 minutos después mientras la impotencia le mataba.
Con un jugador menos, se acabó la historia para el Hércules. Messi alcanzó por fin su propósito. Y lo hizo por partida doble. Dos goles en cinco minutos. Así es el elegido, el dios del balompié. Y así concluyó el espectáculo del día más esperado por Alicante.