Zapatero se desentiende de una eventual debacle electoral del PSC
El PSOE ha decidido ponerse a cubierto ante la más que probable derrota electoral del PSC. Lo que le suceda al ‘partido hermano’, dicen ahora los socialistas, será consecuencia de su gestión al frente de la Generalitat y de la decisión de José Montilla de reeditar su alianza de gobierno con los independentistas de ERC y los ecologistas de ICV. Poco más. Esta vez, no están dispuestos a cargar con el peso de unas decisiones con las que, en muchas ocasiones, ni siquiera han comulgado, por más que los socialistas catalanes achaquen buena parte de la apatía que acogota a sus electores a la crisis económica y, sobre todo, a la respuesta dada por José Luis Rodríguez Zapatero.
Lo dejó caer el propio Montilla cuando dijo que «todos», también el presidente del Gobierno, tendrán que «tomar nota» de lo que ocurra el próximo domingo. Zapatero, que analizó en la reunión de ayer con la dirección de su partido la marcha de la campaña electoral, no quiso responder de manera pública al dardo lanzado en una entrevista a ‘El País’ pero el portavoz de los socialistas, Marcelino Iglesias, lo hizo por él. Nada de repartir la derrota: «la repercusión, la responsabilidad y el efecto» de las elecciones, dijo, se quedarán en Cataluña.
«Todo el mundo va a sacar conclusiones -admitió después- pero estoy convencido de que los catalanes van a votar sabiendo que lo que eligen es un gobierno para Cataluña porque el electorado es cada vez más preciso, más consciente de lo que se decide en cada tipo de convocatoria».
Tanta prevención no es casual. Los datos internos que manejan los socialistas apuntan a una bajísima participación electoral, quizá por debajo del 50%, y eso redunda en un pobre resultado para el PSC. Tampoco es que los socialistas estén en trance de un suicidio colectivo. Admiten que antes de comenzar la campaña sus encuestas vaticinaban para Montilla un exiguo 18% de los sufragios (en 2006 obtuvo el 26,81%), pero ahora confían en una caída más moderada, similar a la que hace algo más de una semana apuntaba el sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y cercana al 22%.
Impacto futuro
Es cierto, en todo caso, que el comportamiento de los votantes socialistas es muy variable en función de si lo que se dirimen son unas autonómicas, unas municipales o unas generales. De hecho, si hace cuatro años el PSC rozó los 800.000 votos, en las locales subió a algo más de 900.000 y, en las generales, aupado por el voto útil anti-PP llegó a los 1,6 millones. Pero de ahí no cabe colegir que un descalabro del PSC -partido autónomo que, como remarcan estos días los dirigentes del PSOE con cierto retintín, «decide por sí solo sus candidatos, sus campañas y hasta sus alianzas de gobierno»- pueda resultar indiferente a Ferraz.
En la dirección socialista admiten, a puerta cerrada, que lo que ocurra el 28-N tendrá su impacto en los comicios del próximo mayo y ahí la lectura nacional sí que será rotunda. Perder el ayuntamiento de Barcelona, algo nada descartable, sería un duro golpe. Y con un PSC desestabilizado por los ajustes de cuentas internos entre los guardianes de las esencias catalanistas -liderados por los consejeros Antoni Castells, Montserrat Tura y Ernest Maragall- y los, hasta hace unos años, hombres grises de ‘aparato’ -identificados con Montilla-, las cosas pueden ponerse muy cuesta arriba.
La implicación de los pesos pesados del PSOE en la contienda catalana está siendo, de hecho, total. Es cierto que Zapatero estuvo a punto de suspender su participación en el mitin de ecuador de campaña celebrado en Lérida y que solo el grito de alerta lanzado por el PSC logró frenar su ausencia, pero tanto el número dos del partido y ministro de Fomento, José Blanco, como el vicepresidente, Alfredo Rubalcaba, el ministro de Presidencia, Ramón Jáuregui, y el secretario de Organización, Marcelino Iglesias, se han prodigado estos días en los actos del PSC.
Ahora en el PSOE se vanaglorian de que ha sido Zapatero quien ha logrado que el líder de CiU, Artur Mas, celebre un debate televisado a dos con José Montilla. El dirigente nacionalista, que se resistía al cara a cara, cedió, dicen, por los ácidos comentarios del presidente del Gobierno en el acto del domingo. Una «buena noticia» para la ejecutiva federal socialista. «Hemos conseguido uno de los objetivos que se buscaban -señaló Iglesias durante su rueda de prensa en Ferraz- porque uno de los problemas que teníamos es que aún hay un porcentaje alto de personas que no han decidido si ir a votar y, en este tipo de casos, los estímulos son importantes».