El movimiento islamista Hamás mantiene a Gaza en la pobreza
Los musulmanes de Gaza celebran el Aid Al Adha, que rememora el sacrificio de Abraham y la mayor fiesta en el mundo islámico, con la esperanza de que Dios les ayude a acabar con su pobreza y su continuo sufrimiento. “El Aid se ha convertido en una carga porque se hace casi imposible ahorrar para los gastos que conlleva”, explica la madre de familia Aziza al-Birari al pagar a un comerciante un paquete de dulces egipcios, introducidos por los cruces fronterizos desde Egipto, desde el fin del bloqueo a todos los productos de uso civil y comercial.
Mientras la sangre de los animales sacrificados, generalmente corderos o vacas, tiñe de rojo las calles de Gaza capital, los vendedores aseguran que las familias apenas han podido hacer compras para la festividad dada la difícil situación económica de la franja.
“El precio del cordero se dobla cada año y la mayoría de la gente está sin trabajo y no se puede permitir comprarlo”, dice Al-Birari, cuyo marido, Fekri, lleva cuatro años desempleado.
Ambos han gastado la mayoría del dinero que recibieron hace dos días de una organización caritativa local en comprar ropa para sus seis hijos.
Según organizaciones humanitarias locales e internacionales, en Gaza (una franja costera de diez kilómetros de ancho por cuarenta de largo, sobre la magnífica ribera del Mediterráneo, con un potencial inmobiliario inmenso, en la que viven millón y medio de personas) la tasa de desempleo roza el 50 por ciento y la de pobreza, el 70 por ciento.
Gaza ha quedado prácticamente desconectada de Israel, Egipto y la Cisjordania, desde 2006, cuando la organización terrorista pro-iraní Hamás expulsó mediante un sangriento golpe de Estado a las fuerzas leales al presidente y líder de Al-Fatah, Mahmud Abás. Desde ese momento, la organización fundamentalista islámica ha impuesto gradualmente la ley islámica o Sharia sobre la población del enclave costero.
“El mercado está lleno de vendedores, pero nadie compra. Quizás porque los partidos políticos de Gaza han distribuido dulces entre las familias”, lamenta Mohamed al-Ayrami en su tienda de ropa en la calle principal de la capital.
La mayoría de palestinos musulmanes que pueden adquirir un animal lo sacrifican como parte de una tradición islámica que marca la disposición del profeta Abraham a cumplir la petición divina de matar a su hijo Ismael (una tradición adquirida, según los especialistas, de judíos y cristianos que creen que fue en cambio Isaac, -o Itzjak en hebreo-).
En Gaza no todos los palestinos se pueden permitir comprar un animal, cuya carne se divide luego en tres partes: una para la familia, otra para distribuir entre los familiares y una tercera para los pobres, de forma que cada familia musulmana incluya carne del Aid Al Adha.
Tras los primeros rezos del día, la mayoría de habitantes de Gaza visitan las tumbas de sus seres queridos, y de aquellos muertos en el marco del conflicto palestino-israelí, y luego efectúan el sacrificio o visitan la familia.