Ofensiva del PP para que Rubalcaba explique su vínculo con el «Gobierno del señor X»
“El tiempo, dice Ovidio que con su paso todo lo amansa y todo lo hace estéril. En una reciente entrevista, Felipe González confiesa cosas que cualquier ex gobernante europeo juzgaría demasiado horripilantes para ni siquiera pensarlas, no digo ya para pronunciarlas en voz alta. Y no me irrita siquiera. Pobre diablo, que no es más que un muerto en vida. No muy distinto de cualquiera de los de nuestra edad. ‘Todo lo puede mitigar el tiempo que escapa con paso silencioso’.
Felipe González corrompió el alma de este país. No conozco nada igual en el siglo que fue el mío. Pero eso sucedió cuando aún no era este viejo penoso, al cual leo enunciar necedades como puños, pero que es ya inofensivo. Me da pena. Tal vez solo porque tampoco tengo yo muchos menos años que él, y porque puede ser que dentro de muy poco mis neuronas anden tan reblandecidas como las suyas”, escribe Gabriel Albiac.
Que Rubalcaba no se vaya de rositas
El PP quiere evitar que Alfredo Pérez Rubalcaba se vaya de rositas tras el impacto que ha supuesto la afirmación del ex presidente Felipe González sobre que dudó si “volar” a la cúpula de ETA reunida en Francia. La dirección nacional de los populares ha distribuido un argumentario entre todos sus dirigentes arengándoles a que, cada vez que intervengan en algún medio de comunicación, reten al actual vicepresidente primero a que explique “su papel en el Gobierno del ‘señor X'” del que fue ministro y portavoz.
Los populares abundan en la tesis defendida por algunos de sus dirigentes, como Esteban González Pons o Antonio Basagoiti, sobre que si “Felipe González era la ‘X’ de los GAL” la ‘Y’ “podría ser” otro miembro del actual Ejecutivo. En el mencionado argumentario, el PP pide a los suyos que recuerden que Rubalcaba, en su condición de portavoz del Gobierno de Felipe González, “negó” en repetidas ocasiones que los socialistas estuvieran implicados “en el terrorismo de Estado con los GAL”. Ahora, y según los populares, esta afirmación queda en entredicho “al colocarse el propio González en la X de los GAL”.
La ofensiva ordenada por Mariano Rajoy huye de las medias tintas. El PP exige a los suyos que insistan en que “González admite que recibía información sobre operaciones ilegales” y que, además, el Ejecutivo socialista “contemplaba como posibilidad el asesinato”. Los mandos populares deberán hurgar, asimismo, en que el ex presidente socialista calificó al secuestrado Segundo Marey “de detenido”.
La proa en el vicepresidente
Eso sí, la proa firme en Rubalcaba. En otro apartado del guión popular se insiste en que el número dos de José Luis Rodríguez Zapatero debe dejar claro “si comparte la rebeldía” de González contra las sentencias condenatorias, ratificadas por el Tribunal Supremo, contra el ex ministro del Interior, José Antonio Barrionuevo, y el ex general de la Guardia Civil, Enrique Rodríguez Galindo, condenados por la “guerra sucia” contra la banda terrorista.
Otro de los aprietos en los que quiere meter el PP al vicepresidente primero y ministro del Interior es en el de los fondos reservados. “González afirma que su Gabinete, del que formó parte Rubalcaba, aceptaba el manejo ilegal de fondos reservados”.
La pauta en las recomendaciones de Génova a sus dirigentes sobre este asunto la marcan dos declaraciones de María Dolores de Cospedal. La primera hace referencia al ex presidente. “González ha reconocido que existió guerra sucia contra el terrorismo, que se llevaba desde el Gobierno y que su presidente era el máximo responsable”. La segunda fija la posición del PP en la lucha contra el terrorismo: “Contra ETA no caben atajos: ni guerras sucias ni ilegalidades”.
Cuando corrompió el país, debía de andar por la segunda mitad de la treintena. Nada había tenido que ver con la resistencia clandestina contra el franquismo, que fue cosa que hicimos cuatro gatos comunistas condenados a estrellarnos contra todos los muros: yo me acuerdo, sin embargo, de aquellas gentes con invulnerable cariño. Los del PSOE, reinventado por la banda de González, vinieron a embolsarse cuanto los servicios de inteligencia americanos y alemanes les iban colocando amablemente en el bolsillo a cambio de evitar una segunda revolución portuguesa en la Península. Les salió bien. Enhorabuena. No estaban obligados a haber secuestrado, asesinado, ni robado luego. No era necesario que se enfangaran en el GAL ni en Filesa. Si le hicieron, sería porque les gustaba. Así es la condición de los hombres.
Ayer, el provecto Presidente se despachó de un modo asombroso. La edad, bien es cierto, nos hace desbarrar a todos. Pero, contar delitos de tal envergadura, que un ex presidente los cuente con tal cinismo, al calor solo de la certeza de que han prescrito, es algo que hiela el alma. Si es que algo de alma nos queda todavía, que lo dudo.
Porque es delito eso que cuenta con deleite vanidoso: haber desplegado en Francia un operativo de policía española con la misión de volar mediante bomba a la dirección de ETA, ya que Francia no la detenía. Se puede consumar eso, claro está. Si uno está dispuesto a declarar la guerra a Francia. No se hizo, lamenta hoy el anciano González. No parece, sin embargo, dar mayor atención al hecho de que el despliegue mismo, sin autorización francesa, del operativo fuese ya delictivo.
Porque llamar «detención de Segundo Marey» a lo que hizo el ministerio del Interior es mucho más que un insulto, cuando se habla de un hecho juzgado, condenado y con sentencia firme ratificada en Estrasburgo: el secuestro de un ciudadano por orden de un ministro de Interior del Gobierno socialista presidido por Don Felipe González.
Hablé demasiado de él en otro tiempo. Ahora preferiría soñar que ni él ni lo que él hizo de nosotros existió nunca. Este país había salido de la dictadura cargado de esperanzas. No fueron los involucionistas del franquismo quienes le quebraron el espinazo. Se lo quebraron aquellos de quienes se esperaba todo. Y que sólo supieron delinquir en beneficio propio.