Por José L. Román.- El país de la OTAN y del Parlamento Europeo ha sido el escenario donde hemos podido ver con claridad meridiana, que las cumbres de la Unión Europea sobre seguridad e intercambio de datos de inteligencia, no son otra cosa que un paripé sobre una farsa puesta en escena a la que se denomina Unión Europea.

Que Bélgica sea hoy un nido de yihadistas no es atribuible a políticas ajenas a las de sus propias autoridades, es fruto de la irresponsabilidad de sus distintos gobiernos. No olvidemos que fue Bélgica, al igual que Francia, la bestia negra de nuestro pueblo cuando el terrorismo de ETA nos golpeaba sin piedad. Sus autoridades políticas se negaban a extraditar a los terroristas que se refugiaban en su territorio, considerándolos héroes que luchaban por la liberad y por la democracia. Poco les importaban a aquellos políticos belgas, las víctimas inocentes españolas que eran asesinadas por los criminales etarras en cualquier punto de nuestra Patria, ni el clamor de nuestro pueblo pidiendo justicia.

Tampoco pareció importar mucho a aquellas autoridades el brutal atentado de Atocha, cuando varios trenes de cercanías españoles abarrotados de trabajadores y de jóvenes estudiantes, reventaban un 11 de marzo de 2004 a primera hora de la mañana al explosionar los artefactos colocados por los islamistas. Doscientos muertos y mil quinientos heridos no inquietaron mucho a las autoridades belgas, sabedoras de que en sus entrañas se ubicaba el mayor nido de yihadistas de Europa.

Ese falso buenismo ejercido por Bélgica para con los terroristas vascos de la ETA, y el desprecio tan repugnante que tuvieron sus mandatarios en su día para con España, tarde o temprano tenía que pasarles factura. En primer lugar, al quedar al descubierto cual ha sido el verdadero papel de ese país en Europa, amamantando al monstruo que hoy nos acecha, y en segundo término, porque ese monstruo delicadamente criado, vitaminado e instalado en su territorio, se ha revuelto también contra ellos.

Cuando el terrorismo yihadista golpea en sus ciudades y sus habitantes tiemblan de miedo y de terror; y cuando la tragedia y el dolor se ceba también con ellos, el país que todos creíamos en la élite de los más estrictos controles de seguridad, por razones que todos conocemos, resulta que se ha convertido en apenas unos días en el hazmerreír del mundo, después de ver la ineptitud e inoperancia de su Ejército y su Policía.

Ante las cámaras de todas las televisiones del Planeta, y la mirada de millones de espectadores de cualquier latitud, las autoridades belgas han puesto de manifiesto, no solo la falta de coordinación entre sus diferentes Policías y la inoperancia más absoluta de sus Servicios de Información, sino una muy llamativa incapacidad en seguridad, que deja a sus ciudadanos en su propia Patria, a merced de los terroristas más sanguinarios.

Paralizan la capital de la nación durante varios días, con lo que eso supone, por la falta de un Plan serio rápido e inmediato de lucha antiterrirista, y todo ello, a pesar de tener en sus entrañas y desde años, un nido de yihadistas desde donde –que se sepa-, se han planeado los últimos atentados en Europa.

Mucho han dejado engordar al monstruo que hoy nos acecha y amenaza. Años y años permitiendo que tomaran posiciones en su territorio, y mientras, las distintas Policías belgas, que por lo visto no se pasan novedades ni entre las de cada Distrito, solo se han dedicado a vigilar las sedes de la OTAN y del Parlamento Europeo, como si el tema de los islamistas no fuese con ellos.

Bélgica, país al que todos creíamos el más pertrechado y seguro de Europa, ha resultado ser, y lo ha visto el mundo entero, un desastre sin paliativos en todos los órdenes.

Pero, cabría preguntarse, ¿cómo quieren localizar al “enemigo sin rostro” en un continente donde en su mayor parte no existen las fronteras, y donde además ha sido suprimido el aparato que proporcionaría el control de personas por su territorio?

Lo de Bélgica no surge por reacción espontánea, es el resultado de años y años de buenismo y de mirar para otro lado, mientras el islam extendía sus tentáculos de norte a sur y de este a oeste, imponiendo su credo por encima de nuestra civilización cristiana y occidental.

Por citar algo, en Gantes, y esto es una realidad, hay piscinas que los sábados por la tarde a partir de las 14,00 horas, están reservadas únicamente para mujeres musulmanas. Nadie más puede entrar. Hasta las taquilleras son musulmanas. Muchas de estas mujeres se meten en la piscina vestidas sin que nadie les haga cumplir la norma que se aplica a las mujeres no musulmanas. Y sin embargo, según cuenta un español afincado allí, cualquier niño no musulmán es llamado al orden de forma rigurosa y estricta, si antes de tomar el baño no pasa primero por la ducha. El alcalde es el que autoriza todo esto. Pero la situación es la misma en las piscinas públicas de Amberes, donde cubren los cristales de las instalaciones con un auto-adhesivo opaco, a fin de que nadie pueda mirar a las musulmanas cuando toman el baño.

Por lo tanto, hay que decir alto y claro que en España, del mismo modo que sucede ahora en Bélgica, se ha venido autorizando y permitiendo la entrada masiva de ilegales y la formación de guetos por razones políticas como ocurre en Cataluña, con el fin, entre otras cuestiones, de disponer de mano de obra barata en detrimento de los trabajadores españoles. Entonces, no hay lugar a equivocarnos si afirmamos, que son responsables por colaboradores necesarios los gobiernos de estos países, del capítulo doloroso al que hoy nos enfrentamos.

Esta es la realidad y no otra. El 11-M puede volver a repetirse en España en cualquier momento. No es necesaria otra vergonzosa foto del trio de las Azores, sino la clara voluntad de los islamistas para ver correr sangre inocente.

La defensa contra éstos criminales debe estar muy por encima de los partidos políticos. Los partidos políticos son instrumentos para hacer política, pero no para defender a la nación en una guerra declarada. La defensa nacional no es de izquierdas ni de derechas ni de centro, incumbe a nuestro Ejército por orden constitucional, y debe ser secundada por todos los hijos de la Patria.

Se trata de defender a nuestro pueblo de la barbarie islamista en un terreno abonado para que de cualquier rincón surja un suicida cargado de explosivos o empuñando un Kalashnicov (AK-47). Los gobiernos deben actuar con sentido común y con una firmeza inquebrantable, si no queremos que los criminales se salgan con la suya como se salió la banda terrorista ETA, cuyos miembros, después de asesinar a cerca de un millar de españoles y dejar cientos de heridos y mutilados, están hoy en las instituciones a cargo del presupuesto, ciscándose en la sangre de los inocentes y carcajeándose de la Justicia, del sistema y de los ciudadanos españoles.

Sólo el sentido común debe imperar en estos casos. La ciudadanía debe ser concienciada e informada de lo que sucede sin ningún tipo titubeo o de discurso ambiguo. O se conciencia a la juventud de que cuando la Patria está en juego se está con la Patria, o estos que se enfrentan a la Policía convocados por los que quieren acabar con lo que significa España, saldrán corriendo al primer disparo antes de ser asesinados por la espalda.