Federica N. Móstoles.- Era una tarde lluviosa cuando Esperanza Aguirre se disponía a salir de cine después de haber visto la película sobre Margaret Thatcher, magníficamente interpretada por Meryl Strepp, ‘esa soy yo, se dijo a sí misma; una mujer madura y crítica en mi propio partido, con ideas liberales y con esa gracia castiza que llega al pueblo, alternada con mi rancio abolengo y sofisticado acento inglés. No hay duda, yo soy esa’.

Tal idea la fue barruntando y perfeccionando día tras día. Echaba mano de teléfonos, de emails a horas intepestivas, intentando organizar su propia sublevación. En esta corte de milagros que era su comunidad autónoma se daban cita dramaturgos, poetas, locos, trincones, meninas y algún enano bocachanclas y rasputín de cuarta, al que ella profesaba un ardiente y sincero fervor por el mantenido con cargo al contribuyente.

‘Estoy de acuerdo, tú eres la esperanza, la única esperanza que le queda a España’, tal frase la repetía el enano con devoción coránica. ‘Tú eres la elegida, tú y sólo tú’.

Tenía, y ella sabía bien, duras competidoras, la bella Cospedal o la marisabidilla Saénz de Santamaría. Pero tal concurrencia, a sus ojos, era vista con desprecio, no pasaban de ser unas niñatas sin experiencia y aún con poco fuste. En el caso de María Dolores de Cospedal estaba en lo cierto, porque el vendaval de la explicación del finiquito de Bárcenas se la llevó por delante, poniendo de manifiesto su incompetencia. Algunos llegaron a dudar de que esas oposiciones, abogada del Estado, las hubiera ganado por méritos propios o con tongo, haciendo valer sus encantos ante el tribunal, como decían malas lenguas.

Es evidente que a estas tres féminas les unía un amor incondicional al poder; una ambición desmedida, pero que entre ellas había sustanciales diferencias, en la comparativa, Esperanza salía ganando, así aseveró el enano mantenido, el rasputín de cuarta. ‘De ahora en adelante tú serás mi señora y yo tú rasputín paladín y pronto estaremos juntos en la cima del poder, nosotros, los liberales, cobrando sustanciosas subvenciones, pero sin que el pueblo se entere.

Eres igual que la Thatcher, las dos tenéis estilo, la clase de la élite, las dos sois rubias, bien peinadas y vestís bonitos trajes de chaqueta de marca, las dos os adornáis con preciadas joyas y perlas’. Esperanza, en una permanente huida del sentido de la realidad, le preguntaba continuamente a su valido enano: ‘¿Contamos con algún apoyo más?’ ‘Bueno, ya sabes que El Mundo caerá rendido a tus pies para ver qué saca y La Gaceta y el Grupo Intereconomía, que no tienen un duro, será Intereconotuya. En la estrategia iré yo primero, esperancita, mona, y me introduciré en lo que queda del Grupo Intereconomía: un programa a las cuatro puede ser suficiente para calentar motores, pero antes tendremos que descabalgar a algunos enemigos, porque seamos liberales, no debemos dejar de ser sectarios, algo que aprendí cuando era maoísta’. A lo que repuso Esperanza: ‘tengo puesta toda mi confianza en ti y sé que lo harás bien’.

Esto sucedía allá por el año 2012, que en estos tiempos de pesadilla económica, más bien pareciera un lustro atrás. Sin embargo, a día de hoy, apenas transcurrido un año, no parece que su consejero áulico haya dado frutos en su estrategia propagandística de la susodicha. Esperanza es una política desubicada, que no cuenta con la aceptación popular y que los propios de su partido, en esa continua alucinación a la que el enano rasputín la ha sometido, ha perdido el poder de la Comunidad de Madrid y ni siquiera en unas elecciones internas, compitiendo con los barones, al no tener el escaño de diputada, podría hacerse con el poder que tanto anhela.

Se le pasó el arroz a la liberal que ha creado más hospitales estatales en España, que ha incrementado el gasto público y el funcionariado a dedo dentro de su gobierno o que ha subido impuestos y tasas. No digamos aquella mentira de un Gobierno que se presentaba idílico con un irreal superávit, pero rasputín, que era muy perseverante, continuaba fiel a su zarina. ‘No cejes, sin ti no soy nada, Esperanza. Mariano, te puedo vaticinar, acabará peor que los Romanov, destronado, sin prestigio y como un tonto que se ha llevado por delante las siglas PP’.