El multiculturalismo de derecho divino
BD.- “Un régimen nuevo siempre se muestra impaciente de fortalecer su autoridad destruyendo los fundamentos del régimen antiguo”. Raymond Aron.
La increíble virulencia de una franja significativa de los partidarios del multiculturalismo y a menudo su fanatismo ideológico dicen mucho de la singularidad de la doctrina a la que adhieren. Los ideólogos del multiculuralismo tienen el insulto fácil y diabolizan sin escrúpulos a los que no comparten su visión del progreso. Convencidos de ser los portadores de una causa absolutamente justa no dudan en jugar al juego del “quien no está con nosotros está contra nosotros” y a transformar la política en cruzada que debe llevar a la derrota completa de sus adversarios. Su fanatismo es tanto más peligroso que éste pretende avanzar bajo el estandarte de la virtud.
Evidentemente, la política enciende las pasiones y todas las doctrinas se les suben a la cabeza a los que no tienen suficiente espíritu crítico para evitar absolutizarlas. Hay excitados en todos los partidos y cualquier filosofía puede radicalizarse de manera exagerada. ¿Pero es sólo de eso de lo que estamos hablando? ¿O hay una parte más oscura en la ideología multiculturalista que explica su tendencia al fanatismo? El multiculturalismo, en sus distintas apelaciones, ¿acaso no debe ser inscrito en la singular historia de las religiones políticas que han recorrido la modernidad y que sabotean siempre los fundamentos de la democracia liberal?
De hecho, el multiculturalismo reposa sobre una revelación, o si se prefiere, sobre una verdad revelada: la hora habría llegado, en las sociedades occidentales, de la “apertura al otro” acompañada del reconocimiento del “derecho a la diferencia”. Curioso eslogan que ha llegado a dominar la política contemporánea y que no tolera la discusión o el examen ya que se presenta como la más evidente de todas las evidencias. Esta revelación debería cambiar los seres que son iluminados por ella (deberían “acoger la diferencia”) y las sociedades que deberían transformarse profundamente adentrándose cada vez más en el camino de la “valorización de la diversidad” (deberían reconstruirse según las exigencias del multiculturalismo de Estado). La revelación multicultural abre el camino hacia una transformación desigual de las sociedades occidentales.
Apertura al “otro”. ¿Pero qué “otro”?
¿Qué significa esta “apertura al otro”? ¿Qué se esconde detrás de este eslogan, que basta con repetir a menudo para darse la impresión de instalarse en el campo del bien? Esta revelación aparece en la segunda mitad de la década de los 60, cuando la civilización occidental empieza a desarrollar una profunda crisis de confianza. En esa época se hablaba de una “crisis de civilización” y ésta golpeaba los más profundos mecanismos de la transmisión cultural, como atestigua de ello la emergencia de la bien nombrada contracultura. Esta revelación divide profundamente la historia entre un “antes” y un “después”. Antes de ella, las civilizaciones occidentales habrían estado caracterizadas por la discriminación, la xenofobia, el racismo y en general por la intolerancia. La revelación del multiculturalismo permite tomar consciencia de esta historia culpable, señala el camino de un indispensable arrepentimiento, engendra la famosa vergüenza de si mismo en las sociedades occidentales y una transformación social sin precedentes en nombre del “derecho a la diferencia” a partir del cual tendríamos que reinterpretar los derechos humanos. Esta visión de la Historia es indispensable al multiculturalismo en la medida en que éste abre un espacio de transformación social conforme a la tentación demiúrgica. Cuanto más rechazadas son las instituciones del pasado, más considerable será la ingeniería social por venir.
Esta revelación distingue a los que han sido iluminados por ella de aquellos que todavía están en las tinieblas. A estos habrá que convertirlos (de ahí la importancia de la “educación para la diversidad”) o combatirlos (se trata entonces de estigmatizarlos socialmente). Es así que la gran alternativa política e ideológica que propone el multiculturalismo tiene un alcance religioso: estamos llamados a pasar del cierre y del aislamiento sobre nosotros mismos a la apertura al “otro”. Deberíamos pasar de una visión del ser humano a otra distinta, y el multiculturalismo no es extraño a esta mística del Hombre Nuevo, que denominaremos el hombre sin prejuicios, liberado de toda pertenencia histórica y cultural particular y dispuesto a abrirse a todas las diferencias, del tipo que sean. Se trata entonces de liberarse del mal que llamaremos a partir de ahora la “intolerancia”, término vago e impreciso que cubre un territorio cada vez más vasto, como atestigua la multiplicación de las “fobias”, pero que sirve generalmente a señalar el motivo real de toda oposición significativa al multiculturalismo y a las propuestas que lleva a cabo.
El multiculturalismo actuará a la manera de una utopía expiatoria. Es porque históricamente Occidente ha pecado mucho que debe arrepentirse y reescribir su historia invirtiendo los términos. Una sociedad culpable debe mortificarse y verse en el retrato más severo que de ella se hace, para desear metamorfosearse y renacer a partir de una nueva idea de si misma. Occidente no debe reconocerse más en su historia, con sus grandezas y sus miserias, sino salir de ella para empezar de nuevo haciendo tabla rasa del pasado, rompiendo poco a poco todas las amarras con aquél.
Es a partir del multiculturalismo y en su nombre que será por fin posible construir una sociedad justa y abierta a la pluralidad de las identidades e identificándose filosóficamente con un paradójico universalismo diversitario. La justicia social, hoy, sería por definición abierta al multiculturalismo y trabajaría de muchas maneras a su promoción activa.
¿Pero quién es el “otro” de la “apertura al otro”? ¿De qué “otro” se trata? Esta pregunta está mal formulada y quien la formularía así se encontraría rápidamente en un callejón sin salida. La pregunta se sitúa en un registro empírico, sociológico e histórico. Deja entender que se trata de una categoría concreta y que sería posible distinguir un “otro” de otro “otro”, cuando en realidad el “otro” del que se trata en la ideología multicultural es una categoría casi “religiosa”. El “otro” es el redentor, el excluido que llega del “exterior” del concepto tradicional de la civilización occidental (un concepto que está al servicio de la “mayoría”), que la obliga a transformarse y que permite condenar nuestro supuesto rechazo a la diferencia. El “otro” es aquél que no ha tenido su lugar en la historia occidental y que hoy lo reclamaría. El “otro” es el que permite percibir desde el exterior una sociedad cerrada y que revelaría por efecto de contraste las grandes taras que la caracterizarían. Se trata, si preferimos este término, del “excluido”. De alguna manera, el excluido toma el sitio que ocupaba la clase obrera en la teología marxista. Éste revela, por la reivindicación de su derecho a la diferencia, nuestra propia intolerancia. En la medida en que el “otro” nos obliga a abrirnos y a desprendernos de una lógica discriminatoria, su presencia es bendita en sí.
Esto es lo que explica que haya a menudo una distancia entre el “otro” imaginado y el “otro” real, en la medida en que ocurre a menudo que los “otros” se contradigan entre si (por la simple y sencilla razón que las culturas son diferentes las unas de las otras y que el multiculturalismo reagrupa en una misma categoría grupos muy distintos), como también ocurre que se le preste al “otro” deseos que no tiene en absoluto, o que se permite a los representantes más fanáticos de una religión convertirse en los representantes “mediáticamente consagrados” en el espacio público. Pues es justamente en la medida en que no quieren hacer compromisos que son admirados y sacralizados, ya que encarnan entonces plenamente la “diversidad” históricamente reprimida que saldría a la luz. Desde este punto de vista, los ideólogos del multiculturalismo no quieren al “otro” más que si éste juega el papel que se espera de él políticamente y filosóficamente.
Esto no va sin efectos políticos paradójicos. Se deja así a menudo que los radicales tomen como rehenes a la comunidad de la cual forman parte, pero este detalle no parece molestar demasiado a los ideólogos del multiculturalismo. De la misma manera, se atiza a menudo las tensiones, dejando a las franjas más radicales de algunas comunidades tomar un lugar mayor en el debate público, tal como se ha visto en el debate acerca de la criminalización de la blasfemia, que permitiría a los radicales de cada religión definir los límites de lo que se puede pensar y decir en el espacio público, cuando en realidad una sociedad está más bien fundada sobre el ideal del libre examen de todos los puntos de vista, sea cual sea la carga crítica de este examen. El multiculturalismo conduce a una sociedad segmentada que percibe cada vez menos lo que tiene en común, a una “cultura de los derechos” que se reduce finalmente al culto de la diversidad por si misma y a la sacralización de las diferencias que permitiría la libre expresión en el espacio público.
De todas maneras, y contrariamente a lo que sostiene generalmente, los ideólogos del multiculturalismo no atacan la lógica del “nosotros” y del “ellos” que creen haber encontrado en la historia, y que pretenden oficialmente deconstruir asegurando una identificación completa entre el principio de ciudadanía y el principio de humanidad, y así una comunidad política no podría aparentemente diferenciar entre sus miembros y aquellos que no lo son. Los ideólogos del multiculturalismo sostienen más bien esta alternativa pero invirtiendo los términos; “nosotros” somos siempre culpables. “Nosotros” no somos nunca lo suficientemente culpables. “Nosotros” causamos vergüenza a los que no soportan vivir en una sociedad que no se abre suficientemente al “otro”.
Pero el “nosotros” y el “ellos” así reformulados no corresponden ya a una distinción entre una comunidad política y otra, igualmente legítimas en sus aspiraciones históricas, sino entre una sociedad occidental siempre culpable y un excluido siempre con derechos. Llegados a este punto, ya hemos comprendido que el multiculturalismo no tiene nada que ver con sociedades reales y complejas en las que la relaciones sociales no se reducen a relaciones de dominación, sino que aplica sobre estas una fantasía ideológica que pretende suplantarlas y que desarrolla una cultura política victimaria.
Por otra parte, al igual que todas las religiones políticas, el multiculturalismo cree posible traer políticamente el paraíso terrenal. Ese paraíso es la comunión universal de las diferencias aceptándose las unas a las otras en un gran enriquecimiento de la humanidad. Se trata de la etapa final y consumada de la humanidad que culminará en la abolición de las fronteras culturales y políticas. La simple idea de que las culturas no sean únicamente amasijos de costumbres folclóricas que sólo contribuyen a la formación de la identidad personal de cada cual y que puedan ser fundadoras de diferencias políticas significativas es anulada. Y en la medida en que lo político está aquí para regular las diferencias sustanciales entre los grupos humanos y para permitir a ciertas comunidades históricamente constituidas actuar colectivamente, podría fácilmente disolverse en el derecho. Cuando hay una tensión entre dos grupos humanos, el multiculturalismo hace creer que bastaría que esos grupos se comprendan para desmontar sus diferendos. No se les pasa por la cabeza a los multiculturalistas que justamente es posible que los dos grupos, cuanto más se conozcan menos querrán convivir, ya que harían el descubrimiento de un desacuerdo profundo, lo que no quiere decir, obviamente, que esta diferencia asumida deba desembocar en hostilidad. Pero el hecho es este: el realismo pierde sus derechos en la utopía de la gran reconciliación universal.
La excomunión multiculturalista
La sociedad perfecta no tolera a sus contradictorios, y aquellos que se creen en posesión de la verdad en lo tocante a la definición del progreso no soportan la idea de que se pueda expresar públicamente cualquier desacuerdo con ellos. No creen que el bien común se pueda definir a partir de una pluralidad de puntos de vista, a pesar de que los grandes puntos de vista han de ser perpetuamente discutidos para evitar su absolutización. ¿Pues, cómo se puede uno oponer seriamente al ideal revelado de una sociedad que reconcilia perfectamente la humanidad en su diversidad y su unidad? Si el multiculturalismo representa un progreso auténtico e incontestable en la historia humana, ¿cómo podemos oponernos a ella sin evidenciar unos sombríos pensamientos o unas siniestras inclinaciones? La oposición al multiculturalismo se explicaría entonces por un desarreglo siquiátrico (por ejemplo, cuando se habla del “miedo a la diferencia”) o por un desarreglo sociológico (por ejemplo, una sociedad en crisis que buscaría en el “otro” un chivo expiatorio ideal para perseguirlo y contra el cual podría reconstruir su unidad). No hay que olvidar tampoco aquellos que serían simplemente malos humanos y que estarían animados, como se dice a menudo, por el “odio del otro”. En todos los casos, la contradicción profunda del multiculturalismo no es de recibo.
Sin embargo, hay contradictorios, y si nos tomamos el trabajo de escucharlos y de leerlos, veremos que no suelen corresponder con la caricatura que de ellos se hace. Por una parte están los que temen las derivas comunitaristas de una sociedad feodalizada en la cual el derecho a la diferencia esconde una fragmentación completa de la ciudadanía. Por otra parte están los que temen una humanidad aseptizada en la cual los países pierden su singularidad bajo la doble presión de un relativismo general y de un individualismo radicalizado. Y están también los que temen que la igualdad de derechos se vea comprometida en una sociedad en la cual las reglas válidas para todos son perpetuamente ajustadas bajo la presión de los comunitarismos que logran imponer sus exigencias en el espacio público. Podríamos añadir otras categorías, obviamente.
Pero a estos no se les escucha: más bien se invita al público a desconfiar de ellos, poniendo en evidencia los supuestos sentimientos de odio que los animan. No está permitido discutir la revelación multicultural y el dogma que la establece políticamente. Aquellos que lo hacen son considerados unos peligrosos personajes animados por sentimientos y emociones condenables y cuya simple presencia en la ciudad y el espacio público es la prueba de que “queda todavía mucho camino por recorrer” en la vía de la aceptación universal de las diferencias. Los ideólogos del multiculturalismo reconstituyen de esta manera un “nosotros” y un “ellos” infinitamente más peligroso que el que nace de las fronteras nacionales y culturales, que no discriminan la especie humana entre buenos y malos, sino más bien que reconoce la diversidad de maneras de pertenecer a ella colectivamente. El “nosotros” y el “ellos” de los multiculturalistas distingue aquellos que habrían sido iluminados por su revelación y los demás. Es el “nosotros” del partido de la inclusión, que pretende tener el monopolio de la apertura humana, y el “ellos” del partido de la intolerancia, lo que le da al primero el derecho de excluir del debate público al segundo y acusarlo de estar en contra de la humanidad
Se trata de excluir a los que dudan del espacio público mediante sofísticados y brutales, métodos de excomunión. Se buscará arrinconarlos en los márgenes del espacio público. Se los censurará implícita y explícitamente y sólo se hablará de ellos dándoles los peores nombres y poniéndoles las peores etiquetas, como si fuera necesario advertir regularmente a la población de la presencia del demonio de la intolerancia en la ciudad, para evitar que éste la contamine.
Cualquiera que constate empíricamente el fracaso del multiculturalismo en garantizar la paz social y la coherencia cultural de las sociedades donde es aplicado será acusado de haber basculado en la xenofobia. Todo aquél que critique el multiculturalismo será igualmente acusado de racismo y sus argumentos tratados de nauseabundos y fruto de las pasiones más bajas y más vergonzosas del género humano.
La ideología multiculturalista sospechará particularmente de aquellos que quieren fundamentar la identidad nacional sobre la Historia. Por otra parte se sospechará también de aquellos que cuestionan el gran cambio histórico propuesto por el multiculturalismo entre los “días oscuros de la intolerancia” y los” años radiantes del reconocimiento diversitario”. Se desconfiará de aquellos que ven en el pasado no sólo una materia de la que hay que separarse, sino un material indispensable para la definición de la identidad colectiva. La Historia es peligrosa porque al buscar tejer un lazo fructífero entre el pasado y el presente, se buscaría hacer sobrevivir en la sociedad multicultural unas formas identitarias y unos valores que no habrían sido filtradas por la revelación diversitaria. En la perspectiva multiculturalista, la única manera de evocar la Historia consistirá entonces en presentarla como un museo de los horrores, y contar la lucha por la emancipación de las distintas “minorías” excluidas hasta hace poco del “nosotros”.
Si el multiculturaismo tolera y valora la diversidad de los modos de vida, en cambio no tolera la diversidad de opiniones políticas en lo tocante a sus principios fundamentales. Si puede plantearse aplicar con ciertos matices su programa, en cambio no tolera que se examine ni que se critique la revelación en si misma sobre la cual reposa. La democracia plantea un problema, claro está, en la medida en que reposa justamente sobre el respeto de la pluralidad de puntos de vista sobre la cosa común. Pero sobre todo, la democracia plantea un problema ya que reposa sobre la soberanía popular. ¿Esta no esconde simplemente la “tiranía de la mayoría”? Desde este punto de vista, hay que desprenderse de ella de manera completa. Se favorecerá entonces el desarrollo del gobierno de los jueces a la manera de un despotismo esclarecido guardián de la ortodoxia comunitarista y del consenso multiculturalista. En cuando al pueblo, éste deberá ser reeducado mediante grandes campañas de sensibilización para desarrollar en ella una “nueva relación con la diversidad”, ya que se constata de manera regular que la mayoría de la población expresa profundas reservas hacia una ideología política que se está convirtiendo en religión de Estado.
El multiculuralismo contra la identidad nacional
Se entiende entonces una cosa: los ideólogos del multiculturalismo no quieren únicamente profundizar y extender el sentido de la hospitalidad occidental, sino que quieren abolir la idea de sociedad de acogida, al menos reducirla a un conjunto de simples reglas de derecho universalmente válidas y sólo buenas para enmarcar la libre expresión de la diversidad. La idea de que una ciudadanía esté ligada a un sustrato histórico y cultural es absolutamente intolerable. No sólo quieren que la integración de los recién llegados sea facilitada por medidas conciliadoras, quieren sobre todo invertir el deber de integración vaciando la ciudadanía de su carga histórica para mejor reducir la comunidad política a un conjunto de principios abstractos generalmente asociados a la “filosofía de los derechos”.
Lo que los ideólogos del multiculturalismo rechazan fundamentalmente es la idea de que un “nosotros” histórica y culturalmente consistentes sea fundador de una comunidad política y que los “nuevos ciudadanos” deben aceptar la cutura de acogida para integrarse. La ciudadanía debería más bien recomponerse extrayéndose de la identidad nacional, o sea desnacionalizarse. Es un programa sin fin, evidentemente, que no tolera los compromisos históricos y que busca siempre llevar más lejos la valoración de la “diversidad”, aunque esa diversidad es un concepto que no logra captar verdaderamente la riqueza verdadera de la pluralidad de las culturas a través de las cuales la humanidad exresa sus posibilidades.
Además, detrás de la idea de una cultura sustancial, los ideólogos del multiculturalismo creen generalmente detectar el racismo, como si la única alternativa posible estuviera entre una ciudadanía fundada sobre los derechos humanos y una ciudadanía fundada sobre la raza, como si la cultura y la identidad colectiva no fueran la respuesta a la necesidad de apaciguar la comunidad política sin por ello “naturalizarla”. Olvidan, o fingen olvidar, que el genio de la cultura consiste en que es una realidad histórica y sociológica. Es transmisible más allá de las fronteras “étnicas”, lo que prueba justamente su complicidad fundamental con el ideal democrático, que no niega las pertenencias colectivas, sino que pretender justamente atravesarlas de un impulso universalista. La asimilación de la cultura “sustancial” a la raza, desestructura completamente el imaginario político de las sociedades occidentales, que ya ha empobrecido la idea democrática y que puede dañarla aún más dejando creer que toda forma de identidad colectiva históricamente anudada conduciría inevitablemente a unas derivas que desfigurarían cruelmente la idea misma de democracia e incluso de humanidad.
Una trampa ideológica
El multiculturalismo desea, pues, refundar el Estado sobre nuevas creencias colectivas y obligar a la sociedad a convertirse a ellas. el multiculturalismo instaura un juevo régimen político con una religión de Estado. Desde este punto de vista, estamos perfectamente autorizados a hablar del multiculturalismo de derecho divino. Podemos preguntarnos con razón qué es lo que puede sobrevivir de la democracia en una sociedad en la que una fe conquistadora transforma cada vez más nuestra relación con el Estado. Sin embargo, es necesario salir de la ortodoxia multiculturalista y criticar el valor de su revelación. Como también es necesario recordarnos que la historia occidental y la de sus naciones no se parece en nada a la detestable caricatura que se hace de ella, y como también es indispensable recordar que una sociedad no se puede sostener exclusivamente sobre el culto de los derechos y que debe asumir su propia cultura y colocarla en el corazón del espacio público para fundar verdaderamente un espacio público que permita profundizar el ideal democrático.
Evidentemente, en la sociedad contemporánea, la que naturalmente valora la cortesía y el diálogo, muchos caen en la trampa de sus buenos sentimientos. Nunca perciben las exigencias de los nuevos ciudadanos más que de manera individual, sin comprender que estas tienen a menudo una significación política, y se imaginan que sólo basta con hacer prueba de buena voluntad y de deseo de convivencia amable para resolver los problemas que esas exigencias originan. Hay otros que se dejan simplemente intimidar por lo políticamente correcto que pone en acción un dispositivo inhibidor. Si tienen algún desacuerdo con la inversión del deber de integración, son conscientes que su buena reputación mediática o profesional puede resentirse de una disidencia ante la nueva fe expresada de manera demasiado visible. Prefieren entonces callarse y simular un cosmopolitismo campechano que garantiza siempre unas buenas relaciones mundanas.
Se puede comprender que el horror que nos inspira naturalmente el racismo lleva a muchos a desconfiar de los fundamentalismo de cada cultura y de cada religión, que pretenden encerrarlas en la idolatría del “mismo” y que corren el peligro por ello de hacerlas morir por asfixia. Pero preservar una cultura no quiere decir petrificarla u convertirla en objeto de museo, y un nacionalismo razonable no tiene nada de un fundamentalismo cultural. Cometeríamos un inmenso error al identificar la historia de un Estado-nación con la del racismo y creer que la defensa sin complejos de la identidad nacional es equivalente al integrismo. La idea de una comunidad política que se define a partir de una comunidad de memoria y de cultura se encuentra en el fundamento de la experiencia democrática moderna y nos equivocaríamos si creyéramos que el ideal de una participación cívia verdadera podría sobrevivir a su desaparición. La idea de que un país no se deja exclusivamente definir como un espacio jurídico o como un espacio administrativo no resulta escandalosa más que para aquellos que niegan la idea misma de país y que no tienen una idea de la profundidad de cada cultura a través de la cuales se expresa la diversidad humana.
Si la hospitalidad es un valor fundamental, ésta supone también el reconocimiento de usos y costumbres de la sociedad de acogida, y ésta supone que su cultura no es otra cosa que una cultura más entre otras en un gran bazar. Si la apertura es una virtud, no se puede practicar de manera inteligente si no se sabe a qué nos abrimos. Si la universalidad es una idea faro de la modernidad, heredera en muchos puntos del cristianismo, hay que evitar confundirla con una indiferenciación generalizada de las culturas, que serían entonces todas intercambiables, como si cada una de ellas no representara una forma de pertecencia única, y por lo tanto valiosa, de nuestra común humanidad. Dicho de otra manera, el multiculturalismo no tiene el monopolio de la hospitalidad, la apertura, la universalidad o la tolerancia. El multiculturalismo propone una idea deformado de todo eso, que desestructura progresivamente las condiciones mismas de una vida en común en la ciudad.
Se puede sacar de ello una lección política. Si se quiere responder al multiculturalismo, habrá que evitar contentarse de respuestas estrictamente gestionarias y timoratas y oponerse claramente a la visión de la sociedad y de la experiencia histórica que propone el multiculturalismo. Dicho de otra manera, no deberemos evolucionar en sus categorías y tendremos que liberarnos de su imaginario político vuelto hegemónico en el transcurso de estos últimos 50 años. Esto supone que los adversarios del multiculturalismo comprendan la naturaleza de los peligros que esta ideología supone para la democracia occidental y que sepan situar su crítica a la altura correcta: estamos antes una disputa sobre la definición misma de la democracia y la emancipación humana. Estamos antes una querella sobre el significado de la experiencia histórica occidental.
Pero los críticos del multiculturalismo no deberán definirse de manera exclusivamente crítica, a pesar de todo. Esto supone también que los adversarios del multiculturalismo sepan del valor de lo que defienden y que vuelvan a conectarse con las fuentes más fecundas de la tradición política occidental. Eso implica reanudar con una concepción más rica y más matizada de la historia de la civilización occidental, lo que no querrá decir que será exclusivamente ensalzadora. Esto implica volver al ideal de la democracia y de la soberanía popular que la fundamenta y que conecta el hombre a la ciudad permitiéndole hacer la experiencia del mundo común. Esto implica volver al Estado-nación, el cual es el fundamento indispensable y que une íntimamente la ciudadanía democrática y la identidad nacional. Esto implica volver a las exigencias de la tolerancia liberal que permite a una diversidad humana abundante expresarse de manera abundante sin pasar por la ingeniería social e identitaria. Esto implica también reanudar con una visión auténticamente creadora del cosmopolitismo que busca relacionar las culturas entre ellas a partir del impulso universal que las atraviesa antes que asfixiar lo que hace su singularidad.
Dicho de otra manera, esto implica volver a las fuentes numerosas de una civilización con la cual debemos reanudar y cuyo renacimiento es imperativo.
Yo creo que el Multiculturalismo es basura, vaya por delante, ya que no existe tal palabra. Un invento, que unos políticos que estaban aburridos, y dijeron vamos a entretenernos. Luego, apareció La Alianza de Civilizaciones, que me explique alguien ¡ por Dios y por la virgen y por Dartañan, qué significa semejante estupidez. Vamos a ver, si alguien afirma que hay más civilizaciones es un palurdo, un memo, un ignorante, en la R.A.E. hay más… La Civilización es la humana, no hay otra, si alguien defendiera las civilizaciones da a entender que vivimos en los tiempos antiguos, en épocas feudales,… Leer más »
Todavía recuerdo la perla que José Bono dijo: “Que nunca más volverémos al pensamiento de los Reyes Católicos”. Y se quedó tan ancho. Esta es
la España que nos han creado, que no la conoce ni la Madre que la parió.
Alfonso Guerra dixit.
Y sabéis quién es desde los útimos 70 años el principal exponente de la multiculturalidad….Bingo,la Iglesia católica con los vástagos Jesuitas a su cabeza(por no hablar de los judeomasones,que están en todos lados). Reconozco que la cristiandad ha dado a Europa su seña de identidad,pero éste cristianismo de ahora nos quiere sumisos al poder,nos quiere hacer dóciles,ignorantes,y sobre todo es muy populista. Lo que necesita la iglesia son teólogos,auténticos eruditos de la biblia,de la gnosis del alma,y de saber diferenciar que hay diversidad cultural y es un pecado capital el perder ésa identidad de un pueblo mestizándolo con otro,así se… Leer más »
La fe es una gracia que Dios concede …Recordemos a los cristanos masacrados en Nigeria por su fe y en tantos otros países.
Y tengamos presente que los caminos de Dios son inescrutables.
“Más bien, como dice la Escritura, anunciamos lo que ni el ojo vió, ni el oído oyó ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que Le aman,”(Corintios 2, 9)
No olvidemos tener temor de Dios y Él nos dará la paz.
Cada país que cultive su cultura. Este planeta es multicultural, osea, consta de varios países con distinta cultura. Si se practica la multiculturalidad en un pais, es matar la cultura de este país. JUNTOS, PERO NO REVUELTOS.
un negro en Rusia no es cultura y un Ruso en el Congo tampoco.
Los garbanzos no son gisantes, aunque ambos son legumbres.
Exactamente, juegan constantemente con la confusión.
De hecho lo que “ellos” llaman MULTIculturalismo es justamente lo contrario UNIculturalismo.
Ni multicultarismo ni leches, cada uno en su pais y Dios en el de todos.
Los seres humanos ya no nos aguantamos de vecino a vecino nos vamos aguantar de una raza a otra JA!.
El relativismo comenzó en Occidente como una forma de romper con los dogmas religiosos pero esta corriente no tardó en ser vampirizada por los políticos que necesitaban gobernar sobre una población aborregada, entonces fué cuando se contaminó el nuevo pensamiento nacido a finales del siglo XIX dandole una visión simplista y sustituyendo las creencias religiosas de antaño por una ideología religiosa que convertía las ideas en dogma. El comunismo con toda su carga mesianica fué un medio muy utilizado en su momento para manipular a las masas como tambien lo ha sido el liberalismo llevado a sus ultimas consecuencias. Pero… Leer más »
Duro y crudo; Año 1965. Debido a una fricción entre razas diferentes en Gran Bretaña, se introduce en el Parlamento el Acta (Ley) de Relaciones Raciales de 1965 por el entonces Fiscal General, el Judío Ruso, Frank Soskice. Esta ley hace la discriminación racial ilegal en lugares públicos. La introducción de razas diferentes dentro de países es la forma más efectiva de guerra de los Judíos aun contra el Mundo Occidental, y es conocida como la, “Guerra Sienciosa,” la cual ha tomado lugar en varios momentos este siglo, principalmente en los Estados Unidos y el Reino Unido. Esto generalmente se… Leer más »
-Patton se equivoco y lo mataron por darse cuenta que peleo en el bando equivocado.
-Kennedy fue asesinado porque iba a decir la verdad y no convenia que hablara
-Ron Paul no lo dejaron ser candidato porque el no sentia ninguna simpatia por israel.
HITLER TENIA RAZON
Todo empieza con la Revolución judia-masonica en Francia en 1789 despues de ese evento todo es un guion escrito por el principi de este mundo.
…..Y eso es todos,todos,toitos los dias……Mientras se maten entre ellos,vale,el problemas es que toda esa morrallla cada dia es mas numerosa,y, ojo,que tambien están llegando a los barrios de la gente “bien” (funcionarios y buitres enchufados que viven como reyes en los barrios mas “in”…)…peperos,ugeteros,sociatas,etc,etc
LAS RAZAS EXISTEN ,CADA UNA CON SUS CULTURAS SUS FORMAS DE VIVIR Y NO DEBEN MEZCLARSE . EN CAMBIO LOS EUROPEOS SI PUEDEN MEZCLARSE PORQUE SON BLANCOS Y COMPARTEN MUCHO ANTES ERAN TODOS CRISTIANOS .PERO LA COSA SE VUELVE UN POCO DIFICIL CUANDO UN NEGRO , ARABE O CHINO SE MEZCLAN SON CULTURAS MUY DIFERENTES .LOS JUDIO S MANTIENEN SU RAZA PURA PORQUE ELLOS SOLO SE CASAN CON JUDIOS Y NO PERMITEN LA MEZCLA . ESO REPORTA UNION ENTRE ELLOS SOBERANIA . Y SE MANTIENEN FUERTES . POR ESO TIENE CERRADAS SUS FRONTERAS .PERO UNO DE ELLOS KALERGI CON SU… Leer más »
multiculturalismo=torre de Babel.
El multiculturalismo, al igual que el liberalismo, comunismo, social democrácia, todo converge en un sólo camino y fin, confundir a las masas, para aprovecharse de ellas y así, conseguir su único fin la judería masona, que es el dominio del mundo. Lo cierto es, que cuando consigan su propósito, ya no pudiendo destruir más, porque nada quede, como dijo un gran lider, el planeta Tierra, volverá a viajar por el espacio, solitario y esteril, por los siglos de los siglos, en la noche de los tiempos. Podeis buscar en internet el reportaje “La victoria de la fe”. a los que… Leer más »
Así se habla camarada,juntos hasta la verdad,hasta la victoria!!
Un saludo!!
exelente! gracias
Se nota desde la foto que sois lo que sois… Os recuerdo que vuestra salvacion, por desgracia vuestra, esta en esa religion tan odiada por dentro como por fuera… Hasta supuestos “musulmanes” no quieren esa religion por la unica razon : Se les quita la chuleria y el sentir superior a los demas, en esa cultura religiosa el Rey no tiene sentido sino es uno más….Pero como alli como en occidente “UK e USA” o la parte Occidentalizada “UE”, queros que siga lo que se llama El FEUDALISMO que es muy conemporaneo. Hemos dejado a la gente pensar que hemos… Leer más »
A FUMARSE MENOS, SE HA DICHO !!!!!.
El multiculturismo es una falacia de las más grandes. Por algo desde que el mundo es mundo fuimos apartados en lenguas, para que el hombre no exalte asimismo. Esta falacia está llevando a países en el mundo en donde no saben para dónde va la carreta, digo ésto, porque se están perdiendo la identidad desde dentro mismo.
Excelente articulo. Podemos sustituir “multiculturalismo”, por “feminismo”, y sería igual de válido, con esta despreciable ideología donde lo que se propone es “nosotras víctimas inocentes de la historia” hemos de sustituir al “patriarcado que nos limita y axfisia”, es el mismo patrón que se denuncia en el artículo y prácticamente con los mismos argumentos, contextualizados claro, en este caso con la satanización del hombre y la victimización de la mujer.
Los ingenieros sociales están últimamente haciendo muchas “horas extras”. Según mis informaciones, la corte infernal (Illuminatis, logias masónicas, bilderberg, trilateral, sanedrín) están preparando el gobierno mundial; su presidente será un judío, al que los judíos reconocerán como su mesías, y que verdaderamente será el anticristo del Apocalipsis. Quieren exterminar a sangre y fuego (sobre todo fuego) a toda la humanidad que puedan. Sólo se salvarán aquellos que sigan creyendo en Cristo y no adoren a la bestia (o por lo menos eso se dice).
Exactamente. Vienen pronto los 27 años de guerras del Anticristo.
“Esto implica volver a las exigencias de la tolerancia liberal que permite a una diversidad humana abundante expresarse de manera abundante sin pasar por la ingeniería social e identitaria”
Y esto como se hace,porque en cuanto le llevas la contraria a la ingenieria social te etiquetan de identitario…como poco.
Los Estados Unidos se crearon por un torrente de movimientos migratorios desde el Siglo XVI. Un enorme flujo de culturas. !Y se creó el país más fuerte del planeta! En cambio la España de los hidalgos y cristianos viejos decayó.
BRUTAL !!!
El velo, arma contra la islamofobia en Suecia
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/08/20/internacional/1377009073.html
Hay que ser muy giliprogre, Suecia esta enferma de giliprogresismo endofobo.
estos articulos deberian subirse a YOUTUBE, pero en vez de texto escrito en VOZ viva , hay mucha informacion interesante en los articulos de ALERTA DIGITAL que deberian plasmarse y reproducirse en videos .
hay programas como LOQUENDO o VOZME ,copia y pega el texto reproducelo en voz en video añadele imagenes relacionadas con el tema , y subelo a YOUTUBE y otras redes de videos.
para hacernos una idea deberia quedarte asi tu video
aborto, genocidio blanco, plan Kalergi – YouTube
http://youtu.be/KFJ-sXqw91k
Totalmente de acuerdo. Cualquier medio es un deber para su divulgación
Más mádera para la hoguera, por parte de Don Julius Politicus Incorrectum; Annus 1965 “No deseando ser superados por los Británicos, el 3 de Octubre, el Acta de Inmigración y Nacionalidad de 1965 es firmada en ley por el Presidente Johnson. Ella reemplazaba la fórmula de Orígenes Nacionales la cual restringía la inmigración a las proporciones existentes de la población, así asegurando a América retener su identidad nacional. Nacionalismo! Identidad Racial! Esto suena como racismo, verdad? Esto debe ser por qué los cambios realizados por esta ley, como informaba la edición del 10 de Febrero de 1976 del National Enquirer,… Leer más »