Una nueva biografía de Hernán Cortés, capitán general, gobernador y Justicia Mayor de la Nueva España (Méjico) (I)
José María Ortuño Sánchez-Pedreño.- Hernán Cortés nació en Medellín (Badajoz) en 1485. Murió en Castilleja de la Cuesta el 2 de diciembre de 1547. Fue hijo de Martín Cortés de Monroy, que había sido teniente de una compañía de infantería y de quien Bartolomé de Las Casas, que le conoció y trató, dice que “era un escudero, harto pobre y humilde, aunque cristiano viejo y dicen que hidalgo”. Su madre fue Cristina Pizarro y Altamirano.
Cuando contaba catorce años de edad marchó, por voluntad de sus padres, a Salamanca, a cursar Leyes en la Universidad, pero su amor al estudio debió a ser escaso, dado que a los dos años regresó a su casa con grave sentimiento de sus padres, que deseaban hacer de su hijo un letrado. Bullicioso, altivo y amigo de las armas, decidió Cortés abrazar la carrera militar, que se acomodaba a su genio e inclinaciones y se puso en camino de Sevilla a fin de embarcarse en la armada que Nicolás de Ovando preparaba para ir a la isla La Española. Unas contusiones que recibió a consecuencia de una caída en aquella ciudad le impidieron salir con Ovando y una vez sano, tomó el camino de Valencia pensando pasar a Italia, lo que nunca realizó.
En 1504 salió del puerto de Sanlúcar de Barrameda en una nao de Alonso Quintero, con destino a las Indias Occidentales. Llegó a La Española (isla de Santo Domingo) después de una larga y penosa navegación. Aceptó no mucho más tarde un repartimiento de indios en Daignao y la escribanía de la recién fundada villa de Azúa, ganando muy pronto mayores mercedes en la guerra que contra Anacaona dirigía Diego Velázquez, a quien acompañó en calidad de oficial de la Real Tesorería (1511) a la conquista de Cuba. Ganada esta isla obtuvo un repartimiento en Manicarao.
Se estableció en Santiago de Baracoa, fue secretario de Diego Velázquez y se dedicó a la cría de ganado. Con esto y con el oro que sacó con sus indios, llegó a ser rico en plazo breve. Unos amores con cierta española llamada Catalina le enemistaron con Velázquez, el cual, habiendo sabido que los descontentos trataban de valerse de Cortés para quitarle el gobierno, prendió a Hernán, le maltrató de palabra delante de muchos y le metió en la cárcel, si bien Cortés, no sin trabajos, se descolgó por una ventana y se acogió al sagrado de una iglesia que estaba próxima. No se atrevió Velázquez a sacarle de allí por la fuerza, pero logró prenderle una segunda vez y de nuevo Cortés pudo fugarse para lo que necesitó atravesar, con gran peligro de su vida, la corriente del río Macaguanigo, sobre el cual estaba asentada la ciudad de Santiago de Cuba, acogiéndose después por segunda ve al sagrado de la Iglesia.
Velázquez confió luego a Cortés el mando de una expedición y le nombró Capitán General de la Armada que entonces se formó. El extremeño gastó toda su fortuna, que era considerable, en el equipo de once navíos entre carabelas y bergantines y en adelantar dinero a muchos de los voluntarios que se alistaban en sus banderas. Estas fuerzas debían ir al Yucatán. Aunque Velázquez trató de revocar el nombramiento a favor de Cortés, éste, que se hallaba en el puerto de La Habana, en cuanto supo que se trataba de prenderle, se hizo a la vela el 19 de febrero de 1519 hacia las costas del Yucatán. El número de sus tropas ascendía a 508 soldados, sin contar los oficiales y 109 hombres para el servicio de los navíos.
Entre los soldados, había tres mosquetes y treinta y dos con ballestas. Los demás no tenían más que espadas y lanzas. La caballería constaba sólo de dieciséis jinetes y la artillería estaba reducida a diez pequeños cañones de los llamados de montaña y cuatro culebrinas.
Cortés se detuvo primeramente en la isla de Cozumel, avanzó luego hacia la provincia de Tabasco y derrotó fácilmente a una gran muchedumbre de indios que, halagados después de vencidos, se hicieron amigos de Cortés y súbditos de España. Los indios dieron a Cortés, entre otros agasajos, veinte jóvenes mujeres. Una de ellas, llamada Malinche, Marina para los españoles, fue muy útil a Cortés por su conocimiento de la lengua y costumbres de los indígenas. Quedó Cortés dueño de la ciudad de Tabasco. Se hizo a la vela de nuevo en dirección hacia el Oeste. Llegó a la isla de San Juan de Ulúa y trabó amistad con sus habitantes. Recibió con cariño a los embajadores de Moctezuma a quienes pidió que le condujeran a la capital del Imperio azteca. Insistió en su pretensión al recibir una segunda embajada del Emperador de los aztecas. Fundó una población a la que dio el nombre de Villa Rica de la Vera Cruz y aceptó la amistad del cacique Cempoala, enemigo de Moctezuma.
Salió de Cempoala el 16 de agosto de 1519 y pocos días después llegó al territorio de Tlaxcala, república independiente enclavada en el centro del Imperio Mejicano. Los tlaxcaleños quisieron en vano detener a los españoles pero sufrieron varias derrotas y acabaron haciéndose amigos y firmes aliados de Cortés.
Entraron los españoles en Tlaxcala triunfalmente y siguieron hacia Cholula, donde fueron bien recibidos en apariencia. Los españoles tuvieron que castigar a los naturales por haberles tendido una celada. Continuaron su marcha hacia la capital y, cruzando las montañas de Chalco, llegaron a Tezcoco. De allí a Iztapalapa y, al bajar las dichas montañas, divisaron la ciudad de Tenochtitlán.
Poco tiempo antes, Cortés, que había descubierto una conspiración de los suyos, deseosos de volver a Cuba, y para quitar a los descontentos toda esperanza de salirse con su idea, decidió destruir su escuadra, acción con la cual, no hay cosa que se pueda cotejar en la historia. Es, en efecto, tan extraño que algunos autores modernos lo ponen en duda. Sin embargo, es un hecho cierto que Cortés sólo reservó un navío para despacharlo a España, dado que, aunque el ayuntamiento de Veracruz le había confirmado en sus funciones de general, deseaba que la Corte de España lo declarase Adelantado y Gobernador de la tierra que iba a conquistar.
Mandó Cortés que se desmantelasen los navíos, es decir, que les quitasen los mástiles, las jarcias y los cañones, que fueron sacados a tierra. Después los carpinteros examinaron el casco de cada nao. Cortés arengó a sus soldados con tanto calor y energía que ellos mismos se brindaron a demoler los navíos sacando a la costa las tablas y las vigas.
Salió Moctezuma al encuentro de los españoles y, al no atreverse a resistir, se inclinó ante Cortés, reconociéndolo como jefe y soberano de su Imperio y le instaló en la capital del Imperio azteca, Tenochtitlán. A los pocos días supo Cortés que la pequeña guarnición española de Veracruz había sido en parte degollada por los indígenas. Como además a Cortés le parecían sospechosas las intenciones de Moctezuma, prendió a éste. Cuando los culpables de la muerte de los españoles fueron quemados vivos, puso el conquistador español de nuevo libre al Emperador Moctezuma, quien se reconoció vasallo del rey de España.
Rogó el Emperador azteca a Hernán Cortés que, una vez terminada su misión, se volviera al punto donde había venido. Cortés respondió que para ello tenía la necesidad de construir algunos navíos que sustituyesen a los que habían sido destruidos. Moctezuma ordenó a los suyos ayudar a los españoles en aquella tarea.
Apenas se habían comenzado estos trabajos, Cortés se enteró de la llegada de Pánfilo de Narváez con 19 navíos mandados por Diego Velázquez para apresarle y llevarle a Cuba. Cortés dejó una guarnición en la capital Tenochtitlán con Pedro de Alvarado como lugarteniente y marchó hacia Veracruz, atacando por sorpresa de noche al ejército de Narváez sometiendo a todos sus soldados y navíos. Cortés sumó los hombres de Narváez a su hueste y, una vez victorioso, marchó a Tenochtitlán al frente de un ejército bastante numeroso con aliados tlaxcaltecas.
Mientras tanto Pedro de Alvarado, en la capital, veía con inquietud que los indígenas preparaban la gran fiesta del mes tóxcatl, en honor del dios Tezcatlipoca. Se sabía además que los aztecas, dando por segura la derrota de Cortés a manos de Narváez, pensaban liquidar la guarnición de Alvarado. Por lo pronto, habían dejado de abastecerla.
Para asegurar la situación, Alvarado apresó a uno de los príncipes de la casa imperial llamado “El Infante”. Bastó esto para que estallase la rebelión indígena. Los españoles, también llevados por la crudeza de los sacrificios aztecas, se lanzaron al teocalli, donde se celebraba la fiesta e iniciaron un duro escarmiento.
Lo sucedido aceleró el retorno de Cortés, que llegó a Tenochtitlán el 24 de junio de 1520, y recriminó a Alvarado por su conducta. Moctezuma subió a la terraza de su palacio, donde estaban refugiados muchos españoles que se mezclaban con las autoridades méxicas y siervos e intentó poner paz entre ambas partes, recibiendo una pedrada de los suyos en la cabeza que le costó la vida.
No hubo más remedio que abandonar la ciudad. La noche del 30 de junio de 1520, la llamada “Noche Triste”, el ejército comenzó a salir por la calzada de Tacuba. En esta retirada perecieron unos 500 soldados, 2000 indios aliados, 45 caballos, Cacamatzin, rey de Texcoco y dos hijas de Moctezuma.
En este contexto tuvo lugar la leyenda del “salto de Alvarado”. Según esta leyenda, el lugarteniente de Cortés se vio tan perseguido por los aztecas que, tras encontrar una gran fosa que le cortaba el paso, clavando una pica en el suelo de la zanja, habría dado un increíble salto que le permitió seguir huyendo.
Tras la “Noche Triste” y después de varias escaramuzas en la huida de los españoles de Tenochtitlán, los aztecas, tepanecas e indios aliados de todas las partes del Imperio mexica, el día 7 de julio de 1520, se lanzaron sobre los españoles en la llanura de Ternalcatitlán, empezando así la batalla de Otumba.
Las fuerzas españolas costaban más o menos de 500 hombres, 23 caballos y 3000 aliados tlaxcaltecas, pero no tenían pólvora. Enfrente, las fuerzas méxicas constaban de unos 30.000 o 40.000 soldados, aunque algunos cronistas de la época elevan la cifra incluso hasta 200.000 méxicas.
Ya en batalla, Cortés, en cuanto se dio cuenta de que los indígenas querían rodear a los españoles, ordenó formar un círculo con los piqueros en la parte exterior. Aguantaron durante dos horas el embate con sus picas, espaldas, escudos y rodelas y rompieron varias veces las líneas méxicas. Pero los españoles, ante tal muchedumbre enemiga, no podían manejarse bien.
Hernán Cortés supo, por sus aliados txacaltecas, que matar al cihuacóatl, a la sazón, Matlatzincatzin, y obtener el estandarte real hacía que sus súbditos se rindieron. El cihuacóatl estaba asentado en una colina a distancia del frente de guerra. Pero Cortés, luchando desde su caballo, dio una voz de alarde y le siguieron a caballo también Gonzalo Domínguez, Cristóbal de Olid, Gonzalo de Sandoval y Juan de Salamanca. Atravesaron a galope sangriento el frente indígena y llegaron a la colina. Cortés derribó a Matlatzincatzin y Juan de Salamanca lo mató con su lanza. Se apoderó éste del estandarte de guerra y lo mostró desde lo alto. Los indígenas se rindieron y se fueron retirando hasta que dejaron el campo de batalla.
Hay que resaltar que en esta batalla de Otumba una mujer, María de Estrada, luchó según los cronistas como un auténtico y valioso soldado. Los españoles, extenuados pero con la moral alta, se refugiaron en Tlaxcala. En esta ciudad comenzó a reponerse la malparada tropa.
Un elemento nuevo ayudó a Cortés en su campaña: la viruela. La enfermedad hizo estragos y en el mismo Cuitlánuac, quien fue sustituido por Cuautémoc. El joven mandatario comenzó a preparar activamente la defensa de Tenochtitlán. Por su parte, Cortés no se quedó atrás y reorganizó sus fuerzas. Empezó a construir bergantines, con el propósito de bloquear la ciudad de Tenochititlán para dejarles sin salida por la laguna.
El 26 de diciembre de 1520 abandonó Cortés Tlaxcala camino de Tezcoco, en donde se botaron los barcos. Un contratiempo inesperado casi echó a perder su obra: la conjuración de los partidarios de Pánfilo de Narváez. Abortado el intento de rebelión y castigados los responsables, realizó Cortés la distribución de fuerzas para el sitio final a la capital del Imperio azteca. Una columna con centro en Tacuba, con Pedro de Alvarado. Otra, capitaneada por Cristóbal de Olid, situó su campamento en Coyoacán. La tercera, al mando de Gonzalo de Sandoval, quedó destinada en Ixtapalapa. La alianza indígena que luchaba a favor de los españoles Tlaxcala-Cholula-Guajocingo contribuyó con miles de soldados.
El cerco se inició formalmente. Se dejó la calzada de Tepeyac como vía de escape y se cortó el acueducto de Chapultepec, que abastecía de agua la capital. El 13 de agosto de 1520 se dio la carga final y se capturó a Cuautémoc. En el camino a la capital, Cortés y los suyos habían visto en ambos lados de la calzada, a los soldados muertos en la “Noche Triste”, tratados por los aztecas de forma que tenían el grosor de un cartón. Estaban atados en la parte de arriba de respectivos postes, pero los soldados que formaban la hueste de Cortés podían distinguir los rostros. Con la prisión del último jefe militar de la confederación azteca concluía la conquista de Méjico.
Cortés estuvo un tiempo en Tenochtitlán, pacificó algunas provincias del interior, anexionó Oaxaca (Orozco), conquistó la región de Tuxtepec e incorporó la región de Pánuco, en el sureste de la Nueva España. Tuvo aquí Cortés ciertas fricciones con Francisco de Garay, que había vuelto a desembarcar en las riberas del Pánuco. Con documentación real y con su tacto político logró captarse al Adelantado Garay, que moría poco después en la capital de Méjico de una pulmonía. Envió a Cristóbal de Olid hasta Honduras y a Pedro de Alvarado a Guatemala.
En contra de opinión general decidió alzar la capital, Méjico, en el mismo lugar solar donde se había elevado Tenochtitlán. Pero pronto tuvo noticias de la Mar del Sur, descubierta por Vasco Núñez de Balboa en el Darién, que le sedujeron. Era mucho lo que esperaba de la Mar del Sur Hernán Cortés. En su cuarta “Carta de relación” a Carlos I de España y V de Alemania, firmada en Tenochtitlán el 15 de octubre de 1524, Cortés dice: “… tengo que ser causa que vuestra cesárea majestad sea en estas partes señor de mas reinos y noticias que los que hasta hoy hay en nuestra noticia”.
En una carta dirigida a Carlos I desde Coyoacán, en la misma fecha que la tercera “Carta de relación”, esto es, el 15 de mayo de 1522, Cortés escribe que ha descubierto la Mar del Sur en Nueva España y que, en uno de ellos ha comenzado a construir navíos y bergantines.
Hernán Cortés, como premio a toda su labor conquistadora y por los tesoros que llevaba a la Península, recibió el 15 de octubre de 1522, el nombramiento de Adelantado de la Nueva España, como se llamó a todo el país de Méjico. Ser Adelantado era ser conquistador y pacificador de nuevos territorios con derechos y deberes con la Corona. Se le nombra asimismo Capitán General, Gobernador y Justicia Mayor de la Nueva España. El rey Carlos I además le otorga, en la misma fecha, el título de Marqués de Oaxaca (también conocido como Marqués del Valle) y se le conceden 23.000 indígenas como vasallos.
*Historiador y doctor en Derecho.
Grandes héroes tiene nuestra historia. Conquistadores, marinos….
¡Qué fuertes eran y qué resistencia a las penurias!
Les debemos mucho, les debemos el orgullo de un Imperio.
La historia de España no se estudia en las escuelas, no se da a conocer a los niños las gestas de nuestros héroes; se ha convertido en una labor de las familias, que recomiendo se haga para que no quede en el olvido y vaya pasando de generación en generación.
Solo saben lo que llegó de información sin saber que sin los totonacas y los tlaxcaltecas los habían derrotado una y otra vez
Dan asco los que destruyeron civilizaciones y masacraron pueblos,que asco.
Sí, los bolcheviques dan mucho asco; te doy la razón.
VETE A LA MIERDA ¡¡¡¡ el idioma ,la cultura ,el mestizaje, masacradores ??? tu eres MUY TONTO TU¡¡¡¡
juan con miedo, pendejo, ignorante, Lo que se destruyó, fue por la guerra, luego, vino un abrazo de amor, de 300 años, y de ser La Nueva España, una potencia, gracias, al gobierno español. Había más de 100 idiomas indígenas, y hubiera sido una olla de Grillos, gracias a España, Hoy su idioma oficial, es el español, y quedan 65, idiomas indígenas. El mestizaje, es fruto del amor, y los primeros años de la conquista, murieron los indios, por las enfermedades de Europa, desconocidas para su sistema de inmunidad, sanitario.la viruela, mató muchos indios, pero no a los españoles, pues… Leer más »
Para masacradores ??? LOS TUYOS ¡¡¡¡ esos comunistas de mierda ¡¡¡¡100 MILLONES DE MNASACRADOS ¡¡¡ OYE TU ¡¡¡ VETE A LA MIERDA ¡¡¡
Nada demuestra la ambición de Cortés de continuar dirigiendo expediciones como la carta dirigida a Carlos V en 1526 pidiendo autorización para cruzar el Océano Pacífico y obtener las especias directamente de las islas Molucas próximas a la Malaca.
Es una lástima que los restos de este gran hombre permanezcan enterrados en una olvidada iglesia mejicana, sin que el gobierno de España haga el menor intento por rescatarlo y traerlos a su patria con todos los honores.
Mexicana por favor
Si todos estos héroes de los que me siento tan orgulloso fuesen ingleses , franceses o holandeses , habría compatriotas españoles lamiéndolos el culo como si la mierda se fuera a acabar de sus ojetes , ESPAÑA , ESE IMPERIO DONDE NUNCA SE PONÍA EL SOL , que orgulloso me siento de ser Español coño